Mientras que las
políticas de desregulación continúen imperando en Panamá, las tasas de
homicidio y crimen aumentarán. Se requiere de una política capaz de generar una
legislación que minimice el espacio en que puede operar el crimen organizado y
la corrupción.
Marco A. Gandásegui, h. / ALAI
La Universidad de
Panamá efectuó recientemente un foro sobre la despenalización de las drogas.
Los académicos sometieron a examen la aparente pérdida de control del tráfico
de drogas ilícitas por el país y en el país. Los efectos de esta situación está
generando una ola de violencia sin precedente. Además, las agencias de
Seguridad – incluyendo la Policía Nacional, el SENAFRONT y otras instituciones
– están cada vez más dedicadas a organizar actividades represivas olvidándose
de las preventivas.
Los ponentes también
presentaron estudios sobre el consumo de drogas y sus efectos sobre la salud de
un creciente número de adictos. Con preocupación se observó como los centros de
salud e, igualmente, los centros de rehabilitación no cuentan con los recursos
para enfrentar el problema. Aún más peligroso es el aumento del número de
jóvenes – cerca de 6 mil (la mitad de la población privada de libertad) - que
son detenidos y encarcelados por supuestos delitos relacionados con la posesión
de drogas ilícitas.
La Universidad de
Panamá tiene un Observatorio sobre las Drogas que está estudiando el flagelo de
las drogas ilícitas desde una perspectiva social. También analiza las políticas
públicas que no tienden a encontrar la solución al problema. Al contrario, el
gobierno invierte cada vez más recursos en medidas represivas que se extienden
desde las zonas urbanas hasta las áreas más remotas del país. Todo este
esfuerzo para que la situación tienda a empeorarse.
En el foro, la
Comisión Nacional para la Prevención de las Drogas (CONAPRED) anunció que
también ha creado un Observatorio Panameño de las Drogas que está
sistematizando la información proveniente de diversas instituciones. La CONAPRED
reúne un total de 15 entidades públicas y privadas que trabajan en áreas de
rehabilitación.
La violencia en la
capital panameña así como en el interior del país se ha incrementado en forma
significativa en los últimos lustros. El fenómeno está relacionado con las
políticas económicas y sociales adoptadas por los gobiernos más recientes. Por
un lado, se han desregulado todas las medidas de control de las actividades
económicas permitiendo que el crimen organizado se infiltre a todos los niveles
de la sociedad. Por el otro, la creciente militarización del país ha
introducido armas de todo tipo que llegan a manos de organizaciones delictivas
que ajustan cuentas sin discriminación alguna.
La corrupción no sólo
campea en los ámbitos del más alto nivel gubernamental y empresarial, también
toca a las comunidades más pequeñas y humildes. La competencia por el control
de espacios económicos - sean contratos multimillonarios o transacciones de
poca monta - suele resolverse mediante la compra de influencias y la fuerza.
Los casinos de juegos del azar no sólo operan en los hoteles de lujo de las
ciudades del país, también tienen sus garras en comunidades donde residen
las familias de los trabajadores precarios e informales. En torno a
este ambiente criminalizado juegos de azar se agrupan los traficantes de
drogas, los traficantes de blancas, los sicarios y otros elementos del
"bajo mundo".
Hay una relación entre
el incremento de las ganancias de los casinos y de la tasa de homicidios en
Panamá. Mientras más prospera el tráfico de influencias mayor es el número de
muertes violentas. La Policía Nacional no recibe directrices en cuanto a cómo
enfrentar el flagelo de la violencia ya que con una mano sale a perseguir a los
delincuentes y con la otra neutraliza todas sus acciones de prevención.
Mientras que las
políticas de desregulación continúen imperando en Panamá, las tasas de
homicidio y crimen aumentarán. Se requiere de una política capaz de generar una
legislación que minimice el espacio en que puede operar el crimen organizado y
la corrupción. A su vez, hay que invertir recursos en la activación del empleo
decente para que la familia panameña recupere sus comunidades y expulse a los
delincuentes.
La despenalización de
las drogas es un concepto muy vago y se presta para diferentes clases de
interpretación. Es el término, sin embargo, que ahora están utilizado los
políticos latinoamericanos para plantear la necesidad urgente de buscar nuevas
opciones. La propaganda de la “guerra contra las drogas”, introducida hace
cuatro décadas por el presidente de EEUU, Richard Nixon, se ha utilizado con
fines políticos. La “guerra” no es contra las drogas sino contra los enemigos
que surgen en los “guetos” de las grandes ciudades norteamericanas o contra
“carteles” que operan en América latina. En años más recientes, EEUU utiliza
políticamente la “guerra contra las drogas” para atacar gobiernos progresistas
como los de Venezuela, Ecuador o Bolivia. Incluso, para asociar movimientos
insurrectos como las FARC en Colombia con el tráfico de drogas.
Hay que ser más serios
y buscar una fórmula para regular la producción, el consumo y, sobre todo, el
trasiego de las drogas que hoy son ilícitas. Toda solución depende, en gran
parte, de la regulación del consumo en el mercado mundial que se concentra en
más de un 80 por ciento en EEUU. La Universidad de Panamá abrió el debate
nacional. Es de esperar que esta iniciativa que nos obliga a buscar soluciones
continúe para el bien de todos los panameños.
27 de septiembre de 2012.
374 uateDesconozco a profundidad el status del "issue drogas" en Panamá. Por lo que leí todavía no es un problema grave de consumo, tráfico y criminalidad como si lo es en Venezuela. Mi observación es a que extremen los mecanismos de alerta temprana. Con datos actualizados excijan al congreso los fondos necesarios para trabajar la Prevención. Alli está la clave. Atte. Mary Mogollón/Presidenta Comision Metropolitana Contra el Uso Ilícito de las Drogas -COMECUID-
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