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sábado, 22 de diciembre de 2012

Cuba: “Si algo caracteriza al arte cubano contemporáneo es su gran pluralidad”

Entrevista a Rubén del Valle, Presidente del Consejo Nacional de Artes Plásticas  y de la Comisión Organizadora de la Bienal de La Habana.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Rubén, ¿Cuáles son las tareas fundamentales de la organización que tú diriges?

Rubén del Valle
En primer lugar, la aplicación de la política cultural en el terreno de las artes visuales en Cuba. Es decir, está relacionado con todo lo que tiene que ver con la enseñanza y la producción artística y la formación del público, es decir, con la relación entre el creador y los más diversos públicos que existen en el paisaje cultural. Estas serían las tres líneas fundamentales en el marco del cual desarrollamos nuestro trabajo.

La cultura cubana, en términos generales, tiene un papel fundamental en la presencia de Cuba en el mundo. ¿A qué se debe eso: hay una política específica en esa dirección, a la calidad de la cultura cubana?

Yo creo que Cuba es un país que, al ver su historia, ha tenido un movimiento artístico, un movimiento cultural muy sólido. La Revolución llega al poder y hereda una gran tradición cultural en la literatura, en la pintura, en la escultura. La Revolución puso en su proyecto que la cultura es un elemento central a partir del concepto martiano de que hay que ser culto para ser libre, en el sentido que un hombre culto es un hombre no manipulable, un hombre que ve la vida, al mundo, con un prisma más crítico, más participativo, más activo. Y dentro de los líderes de la Revolución Cubana -me refiero a Fidel y al mismo Che Guevara- el tema de la cultura ha tenido un lugar central.

Por lo tanto, se potenció enormemente la formación de talentos, que anteriormente se daba de manera más espontánea, con la creación de un sistema de enseñanza artística que creo que es uno de los más ricos en América Latina e, incluso, del mundo. Se preocupó también de que la formación no fuera patrimonio de las élites políticas o económicas, sino de tratar cada vez más de fomentar el acceso al arte como un derecho básico, elemental, incluso como un elemento esencial en el proyecto emancipatorio de la nación. Yo creo que esa tradición con la que esto hizo conjunción proviene incluso desde la colonia, atraviesa el siglo XX y entronca luego con este impulso socializador que le da la Revolución al tema de la cultura, lo que provoca todo esto que tenemos hoy en Cuba y que, por lo tanto, no es un milagro sino que es fruto de un trabajo, de una política.

Siendo Cuba un país socialista, y habiendo el antecedente que hubo en las artes plásticas en el campo socialista, específicamente en la Unión Soviética, en torno al realismo socialista, ¿por qué en Cuba no se dio esa situación?

Yo creo que incluso desde los inicios de la Revolución –y eso se puede constatar cuando uno se aproxima a los debates que se dieron en ese momento histórico- siempre hubo una preocupación de la intelectualidad cubana por alejarse de esos esquemas del realismo socialista, tomando en cuenta aquella experiencia negativa que se dio en la Unión Soviética con las vanguardias artísticas, que fueron totalmente baldadas por un criterio reduccionista de la cultura. Por eso siempre hubo, por parte del campo intelectual cubano, esa preocupación de distanciarse críticamente de esa perspectiva. Y hubo también una percepción de la dirección política desde tempranas fechas como el año 1961, de decir que no habría una sola dirección, que habría libertad de formas total, y que la política cultural de la Revolución iba a respaldar la libertad formal. Cuando uno lee El socialismo y el hombre en Cuba, documento esencial del Che, uno ve que se habla y critica, incluso desde una perspectiva política, el realismo socialista, el cual consideraba que no era socialista; hablaba de los intelectuales que no debían ser “dóciles asalariados” del aparato estatal sino que debían ser críticos, participativos, preocuparse por indagar, buscar, y yo creo que esa suerte de conjunción de una vanguardia artística que se negó a asumir esos códigos, y de una vanguardia política que favoreció la experimentación, la libertad formal en la creación, hizo posible incluso que en los años en que se trató, por coyuntura histórica, de aplicar los códigos del realismo socialista en la política cultural, fueron años bastante efímeros. Eso se dio en lo que se denominó “el quinquenio gris, cuando esa tendencia se instaura como política lo que, por suerte, con la creación del Ministerio de Cultura, se erradicó.

Debo advertir que la política cultural no debe verse como algo homogéneo, dictado como una línea, sino como una suerte de campo en el que existen tensiones con diversas líneas de pensamiento donde de vez en cuando puede salir a flote la tendencia del realismo, pero la suerte es que el tiempo en el que esta tendencia prevaleció fue muy breve, por lo que incluso cuando llegó a aplicarse como línea dominante había zonas, como la Casa de las Américas, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) o el ballet, que no aplicaron esa filosofía, esa política cultural y fueron, incluso, núcleos de resistencia internos a la instauración de esa política del Consejo Nacional de Cultura que, incluso, podríamos caracterizar como reaccionaria, contraria a la esencia de lo que una visión marxista, incluso leninista, considera que debe ser una política cultural. Prevaleció, al fin, la tendencia a la búsqueda y a la experimentación que se ha ampliado todavía más en nuestros días.

Durante los años 80, las artes plásticas jugaron un papel importante dentro del campo cultural cubano. Yo diría que no solo desde el punto de vista estético sino que también político. Conversemos sobre eso.

Es una etapa que algunos críticos llaman del renacimiento del arte cubano, que ciertamente dinamizó toda la estructura no solamente de las artes plásticas sino en general la estructura del campo cultural en Cuba. No había exclusivamente una finalidad estética, sino que había un sentido de cuestionamiento de los límites del arte, de la relación del arte con la vida, con la política, con la ideología; era un proceso que se enmarcaba en uno más amplio de rectificación de ideas que se llevaba a cabo en todo el país, de aproximarse, entre otras, a las ideas paradigmáticas del Che, de buscar un socialismo participativo, más democrático, más crítico.  El arte tuvo entonces una explosión, puso en crisis, incluso, a la “institución arte”, que se encontraba aún muy circunscrito a las instituciones tradicionales, a los museos, a las galerías, y trató constantemente de tensionar los límites de la creación; copó las calles; copó, incluso, los medios de comunicación: en esa época se podían leer en el periódico Gramma polémicas y debates sobre esos temas, la misma televisión vivió su etapa de oro pues estaba imbuida en un espíritu de experimentación, de vanguardia. Fue, indiscutiblemente, una época de oro de la cultura cubana que, lamentablemente, tiene como una especie de corte con la caída del campo socialista, con la entrada del país en el período especial, con la terrible crisis económica que vivimos en esos años, con la salida del país de un grupo significativo de los protagonistas de aquella aventura hacia el exterior; pero aún con esa situación, Cuba salió adelante de una forma tal que posiblemente pocos países en el mundo estarían en la capacidad de emularla; en esos años de terrible crisis económica salió del país casi una generación completa del escenario artístico nacional y, de manera natural e inmediata, entró en el escenario protagónico otra generación que venía atrás y se estaba en esos momentos formando en las escuelas y prácticamente no hubo ningún vacío en cuanto a creación artística.

Y esa nueva generación, en relación a esto que estamos hablando, de creatividad, de impulso, de actitud crítica, ¿qué nuevas posiciones trajo?

Yo creo que hay una continuación y una ruptura. Yo creo que continúa con una profunda vocación social, crítica, de indagación y cuestionamiento, pero lo hace ya de forma más velada a través de la metáfora. Es decir, la generación de los 80 utiliza más la literalidad, la crítica directa, no siempre la metáfora, lo que se catalogó entonces de “ver el arte a través del prisma de la vida”. Esta nueva generación tiene una percepción, repito, más metafórica, con mensajes que se tienen que buscar a través del tropo, del símbolo. Es una generación que se preocupa mucho más por la factura, por el bien hacer en el arte, que está continuamente dialogando con lo que está pasando en el arte del mundo en este momento, lo cual está relacionado con la inclusión de Cuba en el mercado del arte internacional, con la presencia de artistas nuestros muy jóvenes en los eventos que se están produciendo en el mundo. Pero hay una continuidad, una herencia de lo que estaba pasando, de esa vocación social, de esa vocación crítica, aunque son hijos de su tiempo: si bien la generación de los 80 negaba totalmente el mercado del arte, esta generación penetra en ese mercado pero desde un discurso muy propio, muy cubano, muy identificable por su profunda vocación humanista, lo que en los grandes circuitos del espectáculo y el arte mundiales no siempre pasa, decantándose más por lo vacuo y donde las grandes ideas y valores de la humanidad no están necesariamente presentes.

Otro hito muy importante, y que pone a Cuba en el panorama mundial de las artes plásticas es la Bienal de La Habana, que tiene ciertas características específicas y diferenciadoras en relación con otras bienales que han ido surgiendo como hongos en todo el mundo. Háblanos un poco de ella.

A raíz de la desaparición de Wifredo Lam, en una conversación que tiene Fidel con su viuda, se especula sobre qué se podría hacer para mantener la viva su memoria, la promoción de su obra, y se decide crear el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, y una de las misiones que le dan a este Centro es precisamente la generación de un evento que sirviera de puente a los artistas del en aquel tiempo llamado Tercer Mundo. Hay que ubicarse en los años 83-84, cuando estaban en auge los movimientos de liberación en América Latina, en África, el Movimiento de los Países no Alineados del cual Cuba había sido recientemente su presidente. En aquel momento prácticamente no se hablaba del arte de América Latina, de África y de Asia. Se hablaba de artistas que desde Europa, como el propio Lam, habían trascendido, pero era un pequeño grupo; por lo tanto, se decidió crear un espacio de encuentro y proyección de los artistas del Tercer Mundo. Con ese espíritu se realizaron las dos primeras bienales, y a partir de la tercera la dirección del Centro decide que la Bienal dejará de tener un carácter competitivo en donde participaban de manera libre artistas de muchos países, y pasaba a convocarse bajo un tema central. Desde entonces, la Bienal ha discursado sobre los principales problemas que se han venido sucediendo a través de los años y que suceden en el momento en que se realiza el evento, que va desde los desafíos de la descolonización a raíz de los debates que se produjeron por el quinto centenario de la llegada de Colón a América, o los desafíos planteados por temas relacionados con la identidad, o los relacionados con la comunicación, los relacionados con la relación del arte con la vida, los relacionados con las culturas urbanas, la globalización hasta esta última, que tuvo que ver con las prácticas artísticas y los imaginarios. La verdad es que la Bienal marcó un modelo –no lo decimos nosotros, lo dicen los críticos internacionales- de evento que no se repetía con otros que se realizaban en aquel momento. Hoy hay más de doscientas bienales en el mundo, cuando en aquel momento era prácticamente solo la Bienal de Venecia, la de Sao Paulo, la Documenta de Kassel y la de Estambul en Turquía, y en ninguno de esos eventos, incluido Sao Paulo que buscaba una proyección del arte brasileño, tenía una perspectiva que privilegiara la presencia de artistas latinoamericanos, caribeños, africanos y asiáticos. A partir de la presencia permanente de la Bienal de La Habana se inició un proceso fuerte de proyección de estos artistas en el mundo.

Es decir que jugó un papel importante en la promoción y visibilización de artistas del Tercer Mundo.

Durante la última Bienal se presentaron varios libros donde varios críticos refieren precisamente a esta ventana que contribuyó a abrir la Bienal de La Habana. Por otro lado, ha servido en el ámbito nacional para crear una oportunidad excepcional que tiene el público cubano de encontrar aquí en Cuba lo mejor de la producción artística internacional. Creo que esas dos características, la de proyectar el arte de lo que en aquel momento se conocía como Tercer Mundo, y la de poner en contacto a los cubanos con el arte mundial han sido sus aportes fundamentales.

Ahora ese Tercer Mundo al que hoy llamaríamos el Sur, ya no lo vemos solo como un Sur geográfico, pues aún en los países desarrollados encontramos fenómenos característicos del Sur, por lo que el evento ha ido ampliando cada día más su perspectiva y, entonces, ya participan artistas no solo africanos, de América Latina y el Caribe sino también artistas de países del Norte como Austria o Estados Unidos, por ejemplo, que no se encuentran incluidos en el mainstream, siempre desde una perspectiva de diálogo, de interacción horizontal a través de distintas actividades como talleres en donde tienen la oportunidad de interactuar con la gente en la calle que es una de las riquezas fundamentales de este evento, siendo esta una de sus características que más llaman la atención y valoran los artistas extranjeros que nos visitan: la manera en cómo la ciudad se involucra con el evento. Ese ha sido uno de los motivos por los cuales la Bienal persiste en esa vocación.

Para terminar, Rubén, ¿qué tendencias identificas en la plástica cubana contemporánea?

Es una pregunta difícil. Yo creo que hoy en día la plástica cubana se caracteriza por una gran diversidad formal, por una gran confluencia generacional. O sea, si bien en los 80 había una especie de zonas específicas que podían ser identificadas como el arte cubano, ya hoy en día eso no es así; hoy incluso la política cultural favorece la diversidad para evitar exclusiones tendenciosas y por eso podemos encontrar artistas como Antonio Vidal o Alirio Benítez, que son maestros del arte cubano, ya con más de 70 años de vida y con una amplísima producción artística desde los años 40 y 50, hasta artistas que están todavía estudiando en nuestras escuelas de arte, en donde lo mismo hay muchísima videoinstalación como performance, pintura o grabado.  Así que si yo intentara caracterizar todo eso yo diría que lo que hoy vivimos es una gran pluralidad de formas, de estilos, de tendencias en el arte.

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