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sábado, 2 de febrero de 2013

“El País”, expresión patente de un sistema putrefacto

El País, nacido del falangismo franquista de ultra derecha, y que sin escrúpulos se pasó a la socialdemocracia en su pleno apogeo, hoy no encuentra cabida ni en una ni en otra porque los espacios se van cerrando para los de su calaña porque, como dice el dicho, “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

El diario El País fue fundado en 1976, pocos meses después del fin de la dictadura de Francisco Franco. Jugó un papel importante en la transición española hasta transformarse de hecho en el vocero de los sectores de la socialdemocracia que enfrentaban al fascismo remanente de la dictadura enquistada en el Partido Popular (PP). Visto en el tiempo, El País ha estado más vinculado al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que al PP, sin embargo, los antecedentes de algunos de sus fundadores están claramente imbricados en el franquismo, en particular su fundador y primer director José Luis Cebrián. Así mismo, ha sido un medio de comunicación  de orientación monárquica, lo cual es clara expresión de su ideología retrógrada y atrasada.

Su talante democrático y su relación con la socialdemocracia de la época en que fue fundado tuvo, (visto su accionar de los últimos años) un marcado interés oportunista, vinculado a la necesidad de insertarse en un mercado editorial que se abría a la democracia después de décadas de oscurantismo, represión y predominio de las ideas conservadoras.
Su apego a la monarquía lo llevó a asumir una osada posición durante el golpe de estado del 23 de febrero de 1981. Cebrián se aleja del franquismo cuando ve que su aureola había fenecido y que los tiempos apuntaban en otra dirección. Eso  llevó a El País al pináculo de la popularidad y la fama, sus ventas se dispararon transformándose en actor protagónico de la joven democracia española. Su alianza con el gobierno socialdemócrata de Felipe González estableció un vínculo que fue símbolo de la mancomunidad de poderes que sostuvieron durante muchos años el modelo español de democracia representativa, en este caso bajo la sombra de la monarquía que tutelaba la tramoya de la “España del primer mundo”.

La derecha se transformaba en “demócrata” y con ella el Grupo PRISA cuyo emblema mayor era El País, aunque hoy, ya es también  propietario de las radios SER en España, Caracol Radio en Colombia, Radio Continental en Argentina, entre otros medios de comunicación. También es dueño de la operadora de televisión paga Sogecable y el grupo editorial Santillana que posee las editoriales Santillana, Alfaguara, Taurus y Aguilar.

En esos años, América Latina estaba plagada de dictaduras, y era a la vez un mercado potencial de 300 millones de lectores. La visión ética comercial del franquista Cebrián lo llevó a buscar un espacio donde pudiera vender. Así, atrajo  a sus páginas a  algunas de las más prestigiosas plumas del continente, que además tenían una prístina posición de rechazo a las dictaduras de seguridad nacional paridas y amamantadas por Estados Unidos y sostenidas ideológicamente por la derecha internacional. Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Mario Benedetti entre otros, se contaron entre sus columnistas. En medio de la larga noche dictatorial, ellos vinieron a  iluminar al naciente periódico que, de esa manera, inició su período de travestismo  seudo izquierdista.

El reconocido académico chileno, y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Marcos Roitman, en su columna del periódico La Jornada de México, señala respecto a la incorporación de estos brillantes intelectuales latinoamericanos a las filas de El País que: “El Grupo Prisa contó con ellos para proyectar una imagen hacia el continente de compromiso con las luchas democráticas en América Latina. Pronto se diluyó esta visión idílica, a poco se produjo la criba. A principios de los ochenta había apartado a los colaboradores y periodistas comprometidos, demócratas radicales y de izquierdas. El periódico miró a la derecha latinoamericana. Los intereses de Telefónica, Repsol, Iberdrola, Endesa, Santander, BBVA, se convirtieron en sus aliados. España buscaba la segunda colonización. El grupo Prisa toma la delantera”.

Ante la profundidad de la crisis en que estaba sumido, en marzo de 2010 el grupo estadounidense Liberty Acquisition Holdings se convirtió en el accionista principal del Grupo PRISA,  al comprar el 57% de las acciones por 660 millones de euros. En ese momento PRISA tenía una deuda de 4.850 millones de euros. PRISA y El País habían dejado de ser una empresa española. Sus nuevos propietarios mayoritarios ahora eran el francés  Nicolás Berggruen y el estadounidense Martin E. Franklin.

El 27 de noviembre de 2010, la Junta de Accionistas de Prisa aprobó a los nuevos miembros del Consejo de Administración de la empresa. La entrada de los estadounidenses se refleja en la formación de este órgano como lo señaló en su momento el periodista Pascual Serrano.  Además de los multimillonarios Berggruen y Franklin, formaron parte del consejo, personajes vinculados a las altas finanzas, la política, la banca y la publicidad, los que se unieron a los anteriores consejeros pertenecientes a la cúpula del periódico desde hace muchos años.

El portal español en internet “La Voz Libre“ informaba que “…la vinculación de Berggruen y Franklin al Partido Demócrata [de Estados Unidos] es más que evidente. Su ojito derecho, Paul B. Guenther, está afiliado a esa formación y participó en las campañas electorales de Hillary Clinton y de Joe Biden”. Pero no sólo eso, en el grupo accionario de El País también figuran importantes bancos como el Deustche Bank y el Bank of América.

De manera tal que en El País confluyen una serie de intereses vinculados a la socialdemocracia, la derecha fascista española, la banca y la política estadounidense. A partir de ello, no se puede esperar que actúe de otra forma que la que lo ha venido haciendo desde hace años contra los gobiernos progresistas de América Latina y en particular contra Venezuela.  En abril de 2002 El País calificó la frustrada intentona subversiva  como "golpe a un caudillo", acusando al Presidente Chávez de autoritarismo y de eliminar la separación de poderes. Posteriormente y con motivo del referéndum constitucional de 2007 lo acusó  de querer celebrar el referéndum sin las más "mínimas garantías", de controlar el Consejo Nacional Electoral y corromper el censo electoral. 

Esta política  resultó fortalecida con la llegada de los nuevos accionistas de cara a las “necesarias” transformaciones del periódico. Uno de ellos, Franklin había señalado que entre los elementos que les hacía ser optimistas  estaba “el crecimiento en el mercado latinoamericano, donde PRISA está muy consolidada”. Sin embargo, la crisis no parece haber sido controlada,  como lo atestigua que, sólo a finales del año pasado, 129 trabajadores, entre ellos algunos periodistas con varias décadas en el medio fueron despedidos sin previo aviso tras romperse  “las negociaciones para formalizar el expediente de regulación de empleo sin alcanzar ningún acuerdo”.

La profundidad de la crisis interna ha llevado a El País a acciones desesperadas. Sólo de esa manera se puede entender la violación de su propio código de ética y el desapego a las más elementales normas de verificación de las fuentes con el afán de copar el mercado incluso a costa de publicar noticias tan infames como la que acompañaba una foto en la que supuestamente se veía al Presidente Chávez postrado en su lecho de enfermo. Sólo la crisis, y un visceral odio que obnubila las mentes enrevesadas de quienes dirigen uno de los estandartes de un sistema que sucumbe en su propia putrefacción es capaz de tomar la decisión – con conocimiento de causa o no-  de publicar tal “información” trátese de quien se trate, sólo por la necesidad  de mercado y de sobrevivir a las propias leyes que lo encumbraron en su oportunismo y lo están dejando caer con su patetismo delirante.

El País, nacido del falangismo franquista de ultra derecha, y que sin escrúpulos se pasó a la socialdemocracia en su pleno apogeo, hoy no encuentra cabida ni en una ni en otra porque los espacios se van cerrando para los de su calaña porque, como dice el dicho, “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.

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