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sábado, 2 de febrero de 2013

Nuestra América en el fiel de la balanza

Ante la Europa moribunda, esa que se aferra al dogmatismo neoliberal y a la rapiña imperialista en África y Medio Oriente, solo cabe asumir la recomendación que formulara José Martí en 1891, tras su análisis de las implicaciones de la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, a la que había convocado Washington: “A todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas”.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

Bajo la presidencia de Cuba, la CELAC enfrentará
grandes desafíos dentro y fuera de la región.
Para quienes miramos el presente de América Latina y el Caribe con optimismo, y a la vez, con sentido crítico sobre las limitaciones y desafíos que enfrentan los procesos revolucionarios y progresistas de muchos de nuestros países, las recientes cumbres de la CELAC en Santiago de Chile –la de presidentes y la de los pueblos-, así como la III Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo, celebrada en La Habana, proyectan, en su conjunto, una imagen auspiciosa para los tiempos por venir.

El diverso arco de ideas, debates,  análisis y hasta las críticas de muchos intelectuales, líderes comprometidos con los procesos de cambio y movimientos sociales, expuestas en estos foros, sugiere que todavía queda suficiente aliento para acometer las tareas pendientes y para cumplir lo que, desde finales del siglo XIX, José Martí entendía como la misión de nuesta América: ubicada en el fiel de la balanza, nuestra región está llamada a ser un factor de equilibrio en el continente y en el mundo, y su presencia activa, libre, y soberana, una garantía de paz y bienestar para los pueblos.

Hoy, la región se posiciona con mayor autonomía en el sistema internacional y la integración –como futuro posible y deseable- avanza, no sin dificultades, por el sendero necesario de la unidad y de la independencia, como lo demuestra la presidencia cubana de la CELAC: un triufo de la dignidad y el derecho a la autoderminación de Cuba, frente a la racionalidad genocida del bloque imperial impuesto por los Estados Unidos.

A lo anterior  se suma un hecho de gran importancia: sea por una cuestión de simple retórica o por los intereses económicos que hay de por medio, lo cierto es que a nuestra América se la ve hoy con otros ojos. En la Cumbre CELAC-UE, muchos líderes europeos, incluida la canciller de hierro, la alemana Angela Merkel, reconocieron que la región juega hoy un papel fundamental en el escenario internacional. La penetración de las inversiones chinas en la industria extractiva, en alianza con gobiernos y empresas estatales latinoamericanas, así como el mejor desempeño económico de la región en el último lustro, terminaron de convencer a la señora Merkel de la necesidad de establecer “una relación entre iguales” y de hacerlo de prisa.

Esto entraña el doble reto de, por un lado, conducir las relaciones birregionales en un nuevo nivel, lo que exige un descomunal esfuerzo político y diplomático para concertar posiciones y sumar voluntades con sentido de unidad; y por el otro, escudriñar y vigilar los intereses subrepticios en esta nueva actitud que pregona la clase política y los grupos hegemónicos de la Unión Europea, que hasta ahora se habían distinguido por el  histórico desdén y hasta el desprecio por lo que ocurría en la otra orilla del Atlántico.

En este sentido, y ante quienes pretendan encontrar en nuestras tierras, nuestros recursos y nuestros pueblos su puente de salvación en el complejo escenario de la crisis capitalista y de su lógica de acumulación, nos parece acertada la Declaración de la Cumbre de los Pueblos en cuanto advierte que “las relaciones existentes entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe que priorizan los privilegios y ganancias de los inversionistas frente a los derechos de los pueblos a través de acuerdos comerciales y acuerdos bilaterales de inversiones, profundizan este modelo [el neoliberal] que perjudica a los pueblos de ambas regiones”.

Ante la Europa moribunda, esa que se aferra al dogmatismo neoliberal y a la rapiña imperialista en África y Medio Oriente, solo cabe asumir la recomendación que formulara José Martí 1891, tras su análisis de las implicaciones de la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, a la que había convocado Washington: “En la política, lo real es lo que no se ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior, los factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al país de la enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos. A todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas”[1].



NOTA:
[1] Martí, José (1891). “La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América”, en Hart Dávalos, Armando (editor) (2000). José Martí y el equilibrio del mundo. México DF: Fondo de Cultura Económica. P. 215.

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