Ante la Europa
moribunda, esa que se aferra al dogmatismo neoliberal y a la rapiña imperialista
en África y Medio Oriente, solo cabe asumir la recomendación que formulara José
Martí en 1891, tras su análisis de las implicaciones de la Conferencia
Monetaria de las Repúblicas de América, a la que había convocado Washington: “A
todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas”.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
Bajo la presidencia de Cuba, la CELAC enfrentará grandes desafíos dentro y fuera de la región. |
Para quienes miramos el
presente de América Latina y el Caribe con optimismo, y a la vez, con sentido
crítico sobre las limitaciones y desafíos que enfrentan los procesos
revolucionarios y progresistas de muchos de nuestros países, las recientes
cumbres de la CELAC en Santiago de Chile –la de presidentes y la de los
pueblos-, así como la III Conferencia Internacional por el Equilibrio del
Mundo, celebrada en La Habana, proyectan, en su conjunto, una imagen auspiciosa
para los tiempos por venir.
El diverso arco de
ideas, debates, análisis y hasta las
críticas de muchos intelectuales, líderes comprometidos con los procesos de
cambio y movimientos sociales, expuestas en estos foros, sugiere que todavía
queda suficiente aliento para acometer las tareas pendientes y para cumplir lo
que, desde finales del siglo XIX, José Martí entendía como la misión de nuesta
América: ubicada en el fiel de la balanza, nuestra región está llamada a ser un
factor de equilibrio en el continente y en el mundo, y su presencia activa,
libre, y soberana, una garantía de paz y bienestar para los pueblos.
Hoy, la región se
posiciona con mayor autonomía en el sistema internacional y la integración –como
futuro posible y deseable- avanza, no sin dificultades, por el sendero
necesario de la unidad y de la independencia, como lo demuestra la presidencia
cubana de la CELAC: un triufo de la dignidad y el derecho a la autoderminación
de Cuba, frente a la racionalidad genocida del bloque imperial impuesto por los
Estados Unidos.
A lo anterior se suma un hecho de gran importancia: sea por
una cuestión de simple retórica o por los intereses económicos que hay de por
medio, lo cierto es que a nuestra América se la ve hoy con otros ojos. En la
Cumbre CELAC-UE, muchos líderes europeos, incluida la canciller de hierro, la alemana Angela Merkel, reconocieron que la
región juega hoy un papel fundamental en el escenario internacional. La
penetración de las inversiones chinas en la industria extractiva, en alianza
con gobiernos y empresas estatales latinoamericanas, así como el mejor
desempeño económico de la región en el último lustro, terminaron de convencer a
la señora Merkel de la necesidad de establecer “una relación entre iguales” y
de hacerlo de prisa.
Esto entraña el doble reto de, por un lado, conducir las relaciones birregionales en un nuevo
nivel, lo que exige un descomunal esfuerzo político y diplomático para
concertar posiciones y sumar voluntades con sentido de unidad; y por el otro, escudriñar y vigilar los intereses subrepticios en esta nueva actitud que
pregona la clase política y los grupos hegemónicos de la Unión Europea, que
hasta ahora se habían distinguido por el
histórico desdén y hasta el desprecio por lo que ocurría en la otra
orilla del Atlántico.
En este sentido, y ante
quienes pretendan encontrar en nuestras tierras, nuestros recursos y nuestros
pueblos su puente de salvación en el complejo escenario de la crisis
capitalista y de su lógica de acumulación, nos parece acertada la Declaración de la Cumbre
de los Pueblos en cuanto advierte que “las relaciones existentes entre la
Unión Europea y América Latina y el Caribe que priorizan los privilegios y
ganancias de los inversionistas frente a los derechos de los pueblos a través
de acuerdos comerciales y acuerdos bilaterales de inversiones, profundizan este
modelo [el neoliberal] que perjudica a los pueblos de ambas regiones”.
Ante la Europa
moribunda, esa que se aferra al dogmatismo neoliberal y a la rapiña
imperialista en África y Medio Oriente, solo cabe asumir la recomendación que
formulara José Martí 1891, tras su análisis de las implicaciones de la
Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, a la que había convocado
Washington: “En la política, lo real es
lo que no se ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar
creciente interior, los factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al
país de la enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos. A
todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas”[1].
NOTA:
[1] Martí, José (1891). “La Conferencia Monetaria de las Repúblicas
de América”, en Hart Dávalos, Armando (editor) (2000). José Martí y el equilibrio del mundo. México DF: Fondo de Cultura
Económica. P. 215.
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