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sábado, 30 de marzo de 2013

¿Ha habido alguna vez tanta algarabía mediática por la elección de un papa?

Nada político le es ajeno a los medios de comunicación; todo lo contrario, ellos se encuentran en el centro de la lucha ideológica contemporánea y, puede estarse seguro, no están de lado de los intereses de los desposeídos.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

El Papa Francisco pagando la habitación
donde se alojó durante el cónclave.
A estas alturas, a tan solo un poco más de 15 días de la elección del nuevo Papa, los medios de comunicación del statu quo han conformado, unánimes, una imagen de Francisco como papa humilde y sencillo, preocupado por los pobres, accesible y ajeno al fasto del Vaticano.

Dan la vuelta al mundo imágenes del Papa que no usa los zapatos rojos que otros usaron, que deja de lado algunos aditamentos de la vestimenta tradicional, que usa un crucifijo de hierro y un anillo de plata en vez de los de oro macizo que usaron sus antecesores. Que besa niños en la Plaza de San Pedro, que ora con el Papa Emérito en un reclinatorio común antes de hacerlo en el destinado para él solo; que paga la cuenta de su hospedaje, que viaja con el resto de Cardenales que lo eligieron en el autobús colectivo y no en el auto que le esperaba a él solo.

No hay diario, noticiero televisivo o radial ni espacio de “análisis” que no remarque sobre estos aspectos, que no reproduzca las mismas imágenes, las mismas palabras, los mismos gestos hasta el cansancio.  Pareciera que es un solo camarógrafo, un solo fotógrafo el que logra tener todas estas primicias que, luego, son repetidas hasta el hastío en todas partes y a toda hora.

Nunca antes, con ninguna elección de ningún otro Papa, había existido una estrategia mediática tan grande y centralizada como esta. Una estrategia que machaca día y noche y construye una imagen que el nuevo jerarca de la Iglesia Católica contribuye a edificar con gestos que, de haber nacido de una verdadera actitud cristiana, debieron haber sido hechos con la más absoluta discreción para que nadie se enterara.

Solo los inocentes, o los que ardorosamente necesitan aferrarse a algo para mantener la confianza en la Iglesia Católica, siguen pensando que todos estos no son más que signos de una nueva etapa de bienaventuranza en la que, por fin, empezarán a corregirse las taras de ese enorme aparato institucional que se llama Iglesia Católica, y  cuyos intereses son más terrenales que espirituales.

En efecto, es ingenuo pensar que todo este montaje mediático es pura casualidad, y que todo emana del carisma de la nueva cabeza de la Iglesia. Hay demasiados intereses económicos y políticos en juego, como para que todo esto no sea más que una “emanación de la iluminación del Espíritu Santo”.

Como bien se ha apuntado en otras ocasiones, estamos en la época en la que los medios de comunicación se han transformado en los principales apuntaladores del statu quo, suplantando, incluso, el papel que en algunos países jugaron los partidos políticos; organizando verdaderas transnacionales de la desinformación, tal y como puede verse en el documental Al sur de la frontera de Oliver Stone (una versión completa está disponible en:  http://www.youtube.com/watch?v=6xjXbH0FHUk&feature=youtu.be ).

¿Por qué le interesaría a estas transnacionales de la desinformación construir una imagen como la que está construyendo del Papa Francisco? ¿Porque va a arreglar las cosas dentro de la Iglesia? En absoluto; le interesa porque los sectores marginales, los pobres de la tierra, los vilipendiados están siendo ganados para otras causas que no son las cristiana expresada en la Iglesia Católica sino otras más contundentes, que realmente los han puesto a caminar y a recobrar su dignidad, y que en América Latina se expresan en los gobiernos nacional-populares.

La nueva estrategia para cercarlos y derrotarlos se inició desde el golpe de Estado en Honduras. Es el llamado soft power o smart power, que prefiere utilizar las armas ideológicas que proveen, por ejemplo, los medios de comunicación, que el enfrentamiento abierto aunque, claro está, sin descartarlo cuando la situación se presta para ello.

Piensan estos sectores que la muerte del presidente venezolano Hugo Chávez abre un flanco importante por donde atacar, sobre todo en un espacio en el que éste estableció una especial sintonía con el pueblo, el de la religiosidad cristiana popular. Se trata de presentarle nuevamente a los sectores oprimidos a la Iglesia Católica como opción espiritual de apoyo alternativo frente al estado de postración secular en el que han vivido. Se trata de presentarles una alternativa no combativa que canalice sus frustraciones, sus reivindicaciones, su furia, pero que se quede en el ámbito del golpe de pecho en el que, por cierto, Bergoglio se mantuvo en tiempos de dictadura en Argentina.

Nada político le es ajeno a los medios de comunicación; todo lo contrario, ellos se encuentran en el centro de la lucha ideológica contemporánea y, puede estarse seguro, no están de lado de los intereses de los desposeídos.

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