Nada político le es ajeno a los medios
de comunicación; todo lo contrario, ellos se encuentran en el centro de la
lucha ideológica contemporánea y, puede estarse seguro, no están de lado de los
intereses de los desposeídos.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
El Papa Francisco pagando la habitación donde se alojó durante el cónclave. |
A estas alturas, a tan solo un poco más
de 15 días de la elección del nuevo Papa, los medios de comunicación del statu
quo han conformado, unánimes, una imagen de Francisco como papa humilde y
sencillo, preocupado por los pobres, accesible y ajeno al fasto del Vaticano.
Dan la vuelta al mundo imágenes del Papa
que no usa los zapatos rojos que otros usaron, que deja de lado algunos
aditamentos de la vestimenta tradicional, que usa un crucifijo de hierro y un
anillo de plata en vez de los de oro macizo que usaron sus antecesores. Que
besa niños en la Plaza de San Pedro, que ora con el Papa Emérito en un
reclinatorio común antes de hacerlo en el destinado para él solo; que paga la
cuenta de su hospedaje, que viaja con el resto de Cardenales que lo eligieron
en el autobús colectivo y no en el auto que le esperaba a él solo.
No hay diario, noticiero televisivo o
radial ni espacio de “análisis” que no remarque sobre estos aspectos, que no
reproduzca las mismas imágenes, las mismas palabras, los mismos gestos hasta el
cansancio. Pareciera que es un solo
camarógrafo, un solo fotógrafo el que logra tener todas estas primicias que,
luego, son repetidas hasta el hastío en todas partes y a toda hora.
Nunca antes, con ninguna elección de
ningún otro Papa, había existido una estrategia mediática tan grande y
centralizada como esta. Una estrategia que machaca día y noche y construye una
imagen que el nuevo jerarca de la Iglesia Católica contribuye a edificar con
gestos que, de haber nacido de una verdadera actitud cristiana, debieron haber
sido hechos con la más absoluta discreción para que nadie se enterara.
Solo los inocentes, o los que
ardorosamente necesitan aferrarse a algo para mantener la confianza en la
Iglesia Católica, siguen pensando que todos estos no son más que signos de una
nueva etapa de bienaventuranza en la que, por fin, empezarán a corregirse las
taras de ese enorme aparato institucional que se llama Iglesia Católica, y cuyos intereses son más terrenales que
espirituales.
En efecto, es ingenuo pensar que todo
este montaje mediático es pura casualidad, y que todo emana del carisma de la
nueva cabeza de la Iglesia. Hay demasiados intereses económicos y políticos en
juego, como para que todo esto no sea más que una “emanación de la iluminación
del Espíritu Santo”.
Como bien se ha apuntado en otras
ocasiones, estamos en la época en la que los medios de comunicación se han
transformado en los principales apuntaladores del statu quo, suplantando,
incluso, el papel que en algunos países jugaron los partidos políticos;
organizando verdaderas transnacionales de la desinformación, tal y como puede
verse en el documental Al sur de la
frontera de Oliver Stone (una versión completa está disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=6xjXbH0FHUk&feature=youtu.be
).
¿Por qué le interesaría a estas
transnacionales de la desinformación construir una imagen como la que está
construyendo del Papa Francisco? ¿Porque va a arreglar las cosas dentro de la
Iglesia? En absoluto; le interesa porque los sectores marginales, los pobres de
la tierra, los vilipendiados están siendo ganados para otras causas que no son
las cristiana expresada en la Iglesia Católica sino otras más contundentes, que
realmente los han puesto a caminar y a recobrar su dignidad, y que en América
Latina se expresan en los gobiernos nacional-populares.
La nueva estrategia para cercarlos y
derrotarlos se inició desde el golpe de Estado en Honduras. Es el llamado soft power o smart power, que prefiere utilizar las armas ideológicas que
proveen, por ejemplo, los medios de comunicación, que el enfrentamiento abierto
aunque, claro está, sin descartarlo cuando la situación se presta para ello.
Piensan estos sectores que la muerte del
presidente venezolano Hugo Chávez abre un flanco importante por donde atacar,
sobre todo en un espacio en el que éste estableció una especial sintonía con el
pueblo, el de la religiosidad cristiana popular. Se trata de presentarle
nuevamente a los sectores oprimidos a la Iglesia Católica como opción
espiritual de apoyo alternativo frente al estado de postración secular en el
que han vivido. Se trata de presentarles una alternativa no combativa que
canalice sus frustraciones, sus reivindicaciones, su furia, pero que se quede
en el ámbito del golpe de pecho en el que, por cierto, Bergoglio se mantuvo en
tiempos de dictadura en Argentina.
Nada político le es ajeno a los medios
de comunicación; todo lo contrario, ellos se encuentran en el centro de la
lucha ideológica contemporánea y, puede estarse seguro, no están de lado de los
intereses de los desposeídos.
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