Era de esperarse que el
juicio histórico para determinar si hubo o no hubo genocidio en Guatemala,
habría de generar el debate social que hoy está abierto sobre una memoria
histórica que argumenta las responsabilidades de las instituciones involucradas.
CENDES (Centro de estudios en conflictividad, poder y
violencia)
Una mujer ixil en el juicio por genocidio contra Ríos Montt |
Desde los juicios de
Núremberg sobre las responsabilidades nazis del Holocausto, la Psicología
Social ha contribuido a entender la importancia y el significado individual y
colectivo de la memoria, la verdad y la reparación que se produce en los juicios
históricos por crímenes contra la humanidad (Jodelet, 1992).
La sociedad
guatemalteca está dividida al igual que otras muchas sociedades modernas, y por
ello existen diferentes versiones del pasado, que se confrontan en el
esclarecimiento judicial de la verdad sobre el genocidio, sus implicaciones
histórico políticas y sus consecuencias en los deberes de reparación a las
víctimas.
Las múltiples y
prolongadas luchas sociales en demandas de justicia en Guatemala son un símbolo
de esperanza y de reclamo de una convivencia democrática hoy amenazada entre
otras cosas, por los problemas de gobernabilidad expresados con inusitadas
formas de desacato institucional.
Los conflictos armados
son un motor de la memoria colectiva que transmite entre generaciones el recuerdo
de hechos y actores sobre eventos históricos proyectando, en consecuencia, un
deber moral que se traduce en la importancia de esclarecer la verdad para que
nunca más se repitan este tipo de hechos.
El debate oral y
público socializa por primera vez en la historia de Guatemala la voz directa
sobre la participación y la responsabilidad de las víctimas del genocidio Ixil,
así como la forma en que fueron exterminados como grupo. El testimonio inédito
y repetido por múltiples voces es una contribución al esclarecimiento de la
verdad, evocado a partir de un universal sentido de justicia que emerge
individualmente como sentido humano. Este sentido alienta el testimonio de las
voces directas y de los que no tuvieron esta oportunidad, pero acompañan con su
presencia silenciosa a los testigos en el juicio.
La resistencia de las
victimas está fortalecida por la valentía y la perseverancia de su larga lucha
que contrarresta la desesperanza y la impotencia social y a la vez evidencia
cómo las secuelas de un pasado no resuelto les afecta todavía en su vida
cotidiana, así como la desmemoria nos afecta al resto de la sociedad.
Las víctimas, las
organizaciones solidarias y los sectores sociales que acompañan y apoyan este
juicio histórico, neutraliza una cultura de miedo enquistada en las
mentalidades debido a la negación y distorsión de las responsabilidades sobre
la violencia del pasado.
El filosofo José
Antonio Marina, en Anatomía del Miedo (2006;212), dice que la valentía actúa
siempre bajo un criterio de justicia, lo que en palabras de una víctima Ixil
fue explicado como “sino logramos justicia al menos esclareceremos la verdad de
lo sucedido”. Esto indica que el testimonio tiene gran valor para las víctimas,
que ven restaurada su dignidad y les permite confrontar públicamente ¿Qué
hicieron y qué no hicieron para merecer la destrucción y el daño a la
integridad que sufrieron?
Los peritajes
explicativos del porqué ocurrieron los hechos y bajo que lógica política,
militar, histórica, social y económica permite a las víctimas y a toda la
sociedad, entender cuál era el contexto que explicaba los hechos y porqué no
quisiéramos repetir de nuevo estos escenarios del pasado del conflicto armado
interno. De nuevo, una lección moral para defender el Nunca Más de las atrocidades.
Si el juicio debe
representar la ceremonia simbólica de una sanción que retribuya parte del daño,
porque de otro modo podría tomar cuerpo como justicia por propia mano, se debe
entender entonces porqué las víctimas, los querellantes, el Ministerio Publico
y el Tribunal que conoce el caso, han persistido en esa larga lucha por abrir
el juicio y ahora por defender su finalización en el marco del estado de
derecho.
Si ya no es posible
volver atrás, sino se pueden borrar los hechos sucedidos y sus consecuencias
sobre tanta población afectada y si queremos fortalecer la convivencia
democrática sobre nuevas bases y contribuir a la sanación de la sociedad, es
indispensable defender y respetar el estado de derecho asumiendo las
consecuencias de esclarecer la verdad, señalar las responsabilidades
correspondientes así como reparar a las víctimas.
Una sociedad que
responda por lo menos a la ética del deber ser respecto al pasado, estará mejor
preparada para enfrentar e impedir la violencia y la muerte en el presente.
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