He caminado en un
Santiago lleno de rebeldía estudiantil. Hay grietas en el neoliberalismo
chileno. No cabe duda.
Carlos Figueroa Ibarra /Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Cuando escribo estas
líneas, recién regreso de Chile. Tuve la
fortuna de ser invitado por la Universidad
ARCIS, en Santiago de Chile, para dictar unas conferencias sobre México y
Centroamérica. Visitar Chile por tercera ocasión en estos días del otoño
austral es un privilegio. También caminar por las calles húmedas y frías de un Santiago nublado y neblinoso. Para mí
Chile es la patria de Salvador Allende, Pablo Neruda, Violeta Parra, Nicanor
Parra entre otros. Es el país desgarrado por el golpe encabezado por Augusto
Pinochet, que truncó décadas enteras de historia republicana y democrática. Es
el lugar en donde en 1970 se intentó hacer una transición pacífica y
democrática hacia el socialismo. Pero
esta es mi referencia. En realidad, bajo el mandato de Pinochet, Chile entró en
una reconfiguración de gran envergadura que incluso cambió culturalmente al
país.
Al día siguiente del
golpe de estado, un grupo de economistas chilenos seguidores de la escuela neoliberal de
Chicago, algunos de ellos egresados de la Universidad de Chicago en donde
reinaba Milton Friedman, entregaron al flamante dictador un voluminoso legajo.
Era la política económica que debería adoptar el nuevo régimen. Al grueso
documento se le llamó “El ladrillo” y contenía
una exposición detallada del recetario neoliberal que los Chicago Boys
recomendaban a Chile. A mediados de la década de los setenta del siglo XX, fue
el Chile pinochetista el pionero en el
experimento neoliberal. El experimentó fue el más exitoso en América latina en
términos de crecimiento económico e incluso de contención de la pobreza. No así
en términos de desigualdad pues Chile es hoy uno de los países más desiguales
del mundo. Lo más importante, en Chile se desmanteló la memoria progresista y
se sustituyo por una cultura neoliberal de mercados, consumidores endeudados y
construcción de un recuerdo del período de Allende (1970-1973) como un período
de anarquía.
Los distintos gobiernos
de la Concertación, la coalición de socialistas, radicales, demócrata
cristianos y una disidencia del Partido Comunista, encabezó el retorno a la
democracia pero le dio continuidad al modelo neoliberal. Una parte importante
de la antigua Unidad Popular de Allende, siguió así la corriente predominante en el mundo y en el
propio Chile. En un contexto latinoamericano de crisis del neoliberalismo, hablar en esos términos en Chile parecería un
contrasentido. Ha sido así desde el gobierno de Patricio Alwyn hasta el actual
de Sebastián Piñera. Pero la “rebelión de los pingüinos” en 2006 y las
rebeliones estudiantiles que se observaron en 2011-2012 han mostrado las
grietas de la aparente hegemonía
neoliberal.
He caminado por un
Santiago en el que varias de las universidades y centros educativos se
encuentran tomados por los estudiantes. La educación neoliberal en Chile es
privada, muy cara y en gran medida de baja calidad. Los estudiantes universitarios
chilenos pagan cuotas altísimas hasta en las universidades públicas como lo es
la Universidad de Chile y durante muchos años se quedan endeudados
usurariamente con los bancos. Muchos de ellos han optado por estudiar en Perú o
Argentina porque les sale más barato.
Así las cosas, si como
se predice Michelle Bachelet gana las elecciones, tendría que emprender -como
se rumora-, una reforma educativa y para financiarla una reforma tributaria.
Sería uno de los síntomas de un posneoliberalismo que todavía aparece como algo
imposible en el Chile de hoy. A los “pingüinos” (estudiantes secundarios) les
sucedieron las movilizaciones estudiantiles de 2008 y las de 2011-2012. El
rostro bello de Camila Vallejo, una de sus dirigentes, se volvió un ícono de un
malestar subterráneo que ha ido creciendo debajo de la hegemonía neoliberal.
Hoy he caminado en un
Santiago lleno de rebeldía estudiantil. Hay grietas en el neoliberalismo
chileno. No cabe duda.
Si hay muchas grietas, rebeldia y protestas pero tambien mucho fascismo legados pinochetistas, demasiados.
ResponderEliminarSi hay muchas grietas, rebeldia y protestas pero tambien mucho fascismo legados pinochetistas, demasiados.
ResponderEliminarSi hay muchas grietas, rebeldia y protestas pero tambien mucho fascismo legados pinochetistas, demasiados.
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