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sábado, 8 de junio de 2013

Colombia: punta de lanza de la política norteamericana en América Latina

Es evidente que Colombia se ha transformado en el principal caballo de batalla de los Estados Unidos que, ahí, cuenta con gobiernos que se sienten gozosos de cumplir con ese papel, y que se asientan en una zona del continente con una ubicación geográfica privilegiada para que sirva de trampolín hacia el norte y hacia el sur.

La sumisión del gobierno de Santos
a EE.UU no admite ninguna duda.
Rafael Cuevas Molina
Presidente AUNA-Costa Rica

Colombia se ha transformado en la punta de lanza de la política norteamericana en la región. Ha sido su más fiel e incondicional aliado en los últimos diez años y, por lo tanto, desde y a través de ella se articulan distintas estrategias, en distintos planos, dirigidos a mantener y profundizar el dominio de Washington en América Latina.

Como su mismo nombre lo indica, fue el vórtice del Plan Colombia que, por cierto, llevaba el nombre del país porque él era la plataforma en la que se asentaban las diversas políticas y acciones que lo conformaban, pero no se limitaba a él.

El Plan Colombia, que gira en torno al tema de la seguridad, tan caro a los Estados Unidos para asegurar presencia militar, pone la vista en la represión interna, poniendo como objetivo visible el combate al narcotráfico, pero  manteniendo bajo la mesa el objetivo real: el combate a las guerrillas, la de las FARC y el ELN.

Pero, además, el Plan apunta a apuntalar la presencia militar norteamericana en una zona rica en agua, biodiversidad y petróleo, que se encuentra asentada en un territorio en el que los Estados Unidos han visto jaquear su dominio desde principios del siglo XXI, que lo conforman Venezuela, Ecuador y, en parte, Brasil. Para ello, Colombia le ha servido como plataforma para establecer bases militares próximas a estos países, de tal suerte que la potencia ha podido establecer un verdadero cerco militar.

Colombia forma parte central, también, de lo que fuera el Plan Puebla-Panamá, que posteriormente se transmutó en Proyecto Mesoamérica, y que articula a la Iniciativa Mérida. Con este proyecto, los Estados Unidos han establecido un cordón geoestratégico de primer orden en su área de influencia más cercano, que incluye lo militar pero no se limita a él.

En efecto, el Proyecto busca, además, establecer un área de cooperación bajo los términos en los que se formuló el ALCA, es decir, bajo la égida del libre comercio tal y como lo entienden los Estados Unidos, es decir, buscando promover los intereses de las grandes transnacionales, creando condiciones para su asentamiento en la región.

Como se ha podido observar en los últimos días, Colombia ha sido activo participante y entusiasta promotor de la Alianza del Pacífico, que busca extender y profundizar todavía más al sur la condiciones que pretende construir el Proyecto Mesoamérica de Colombia hacia el norte.

Es decir, que se constituye en una especie de bisagra que articula la política norteamericana hacia el norte y el sur de América.

Para poner el broche de oro, Colombia solicitó el ingreso al Tratado del Atlántico Norte (OTAN), asociación de tipo militar remanente de la Guerra Fría, que articula a algunas de las principales fuerzas armadas de Europa más Estados Unidos, y que desde hace algún tiempo acepta el ingreso de socios extra continentales, como son los casos, por ejemplo, de Australia y Argentina.

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, calificó la iniciativa como el deseo de “jugar en las grandes ligas”, es decir, como un paso cualitativamente superior de la presencia de Colombia en el mundo. Es el mismo argumento con el que sustenta el apoyo y empuje a la Alianza del Pacífico, pues ésta tiene como horizonte un área de libre comercio que dé el salto de América hacia Asia.

Es evidente que Colombia se ha transformado en el principal caballo de batalla de los Estados Unidos que, ahí, cuenta con gobiernos que se sienten gozosos de cumplir con ese papel, y que se asientan en una zona del continente con una ubicación geográfica privilegiada para que sirva de trampolín hacia el norte y hacia el sur.

Por el momento, Colombia no ingresó a la OTAN pero, seguro, nos esperan nuevas sorpresas en el futuro próximo.

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