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sábado, 8 de junio de 2013

Siria, un auténtico riesgo

Siria es, tal como aseguró James Petras,  “el epicentro de las grandes luchas entre el imperialismo y antiimperialismo en este momento”.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

Las recientes acciones bélicas de Israel contra territorio sirio ha escalado el conflicto que se vive en ese país del Medio Oriente, el que involucra a toda la región. Esta nueva situación ha creado condiciones para suponer que un ataque en gran escala por parte de la entidad sionista es posible y que la decisión definitiva al respecto depende más de intereses imperiales globales que de la propia voluntad de la esquizoide dirigencia israelí, que ha superado su papel de portaviones de la política estadounidense en la región para transformarse en un alto mando fuera de control al que Estados Unidos teme ante el riesgo de destruir su cada vez más frágil capacidad de control y mantenimiento del equilibrio entre sus aliados sionista y musulmanes, técnicamente enfrentados, pero que finalmente actúan bajo la égida imperial  más interesada en la región como principal productora de energía y como mayor compradora de armas del mundo que por sus conflictos internos.

En esa medida, colocar en el mismo redil a las monarquías árabes dictatoriales y corruptas con Israel y Turquía parece ser el objetivo primordial de la política exterior de Estados Unidos para la región. El designio estratégico de largo plazo es aislar a China de su primera fuente de energía, a mediano plazo destruir el potencial de Irán como potencia media que ha elevado su capacidad tecnológica y militar lo que le ha permitido ejercer una influencia creciente en la región y, de esa manera cuestionar la hegemonía de los aliados de Occidente en la misma. Finalmente, en el corto plazo derrocar al gobierno sirio para impedir su apoyo a la lucha del pueblo palestino y libanés en contra del enemigo sionista, facilitar el despliegue imperial en la región con la meta de fortalecer condiciones de supremacía militar y energética para seguir sosteniendo un mundo unipolar, aún en condiciones de la crisis que vive.

Visto de esta manera, Siria es, tal como aseguró James Petras,  “el epicentro de las grandes luchas entre el imperialismo y antiimperialismo en este momento”. En el contexto internacional del conflicto, se puede observar una actitud más consecuente de Rusia y China  a la altura de sus responsabilidades como potencias mundiales miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, por tanto garantes de la paz y la seguridad en el planeta. Siria no se ha quedado sola como estuvo Libia cuando se produjo la agresión imperial sin contrapesos en 2011.

En el plano interno, la voluntad de resistencia del pueblo sirio y de su gobierno no parece haberse quebrantado, incluso -según informaciones surgidas en la región de los medios internacionales más confiables - el gobierno sirio ha pasado a la ofensiva. Son cada vez mayores las dificultades que enfrenta el ejército mercenario sobre el terreno. Por su parte las Fuerzas Armadas sirias  apoyadas por el grupo libanés Hezbollah, se dispone a tomar la ciudad estratégica de Al Qussair.
En este ámbito, el cambio más importante ha surgido de la decisión de Al Assad de fortalecer a las fuerzas armadas creando una poderosa milicia popular que enfrente al terrorismo apoyado por Occidente y las monarquías árabes del Golfo Pérsico.

Por otra parte, los ataques de la entidad sionista contra territorio soberano sirio, ha puesto en evidencia la alianza de los mercenarios al servicio de Occidente con Israel. Esto hace desvanecer la idea de que exista realmente un conflicto árabe-israelí y expone que la verdadera causa de la confrontación es  la actitud agresiva de Israel contra el pueblo palestino y contra todos aquellos que manifiesten una decisión soberana y anti imperialista. En ese contexto, Siria ha resultado ser un valladar difícil de superar.

Los objetivos trazado por Occidente y por Israel con los ataques han resultado contraproducentes. De in mediato se ha manifestado la solidaridad de Irán e incluso de Iraq, así como de Hezbollah, principal obstáculo para la implementación de la política sionista en Líbano y única fuerza que ha podido causar una derrota militar contundente al ejército israelí en 2006.

La posibilidad de que ante un eventual ataque israelí, las fuerzas libanesas de Hezbollah abran un frente de combate contra el sionismo internacionalizaría la guerra en Siria creando un conflicto de dimensiones nunca alcanzadas, toda vez que podría tocar el propio territorio israelí. De ahí la gravedad de la situación creada por los ataques israelíes y las preocupaciones en las altas esferas de Washington y Bruselas.

En ese marco, la decisión europea (aplaudida por Estados Unidos) de levantar el embargo de armas  a los mercenarios que combaten contra el gobierno sirio contribuye a “echarle más leña al fuego”. Un problema gradual para Occidente es encontrar el límite entre lo que ellos mismos denominan “moderados” y “radicales” dentro de la variopinta gama de opositores armados a Al Assad. El riesgo es que al igual que en Afganistán y Libia terminen fomentando grupos a los que han denominado terroristas y que después de llegar al poder se salen del control  de quienes los han prohijado.

Todo esto ha mostrado un Obama dubitativo que además está bajo la presión  de sectores ultra conservadores del partido republicano y de su propia administración que desearían incrementar el apoyo militar al ejército opositor sirio y a los mercenarios que en número creciente han tomado el control de las decisiones en las operaciones de combate.  Lo que trasluce es que “En el fondo, Estados Unidos no tiene apetito por una intervención en Siria,”  según la opinión de Aram Nerguizián, analista del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) en Washington. En los últimos meses, esta intervención ha sido también rechazada por una gran mayoría de la opinión pública estadounidense, que no quiere implicarse en otro conflicto en la zona después de las fracasadas guerras de Iraq y Afganistán.

La reciente experiencia libia obliga a Estados Unidos a evaluar el riesgo que corre al entregar armas y equipos militares sofisticados a  los mercenarios.  De todos es sabido que una de las principales fuerzas que combaten contra el gobierno sirio es el Frente al Nusra, ligado a Al Qaeda, organización que aunque suscrita como terrorista por el gobierno estadounidense, fue aliada del mismo en Libia. Informaciones  provenientes de los frentes de combate aseguran que Al Nusra  ha cobrado mayor influencia dentro de la oposición armada.

Tales armas podrían ser empleadas en fecha posterior en atentados terroristas en Estados Unidos o Europa. En ese sentido el antiguo embajador estadounidense en Irak, Ryan Crocker, advirtió la semana pasada durante una conferencia en la Universidad de Stanford en California que su país “no dispone de suficiente información sobre la fraccionada oposición siria como para intervenir y armarla”.

Sin embargo, según el portal de noticias del canal de televisión libanés Al Manar, Estados Unidos coopera, “desde hace meses con el Ejército Sirio Libre y más concretamente con el así llamado Consejo Militar Supremo y su jefe, el general Salem Idriss, que ha pedido que Estados Unidos realice bombardeos contra el Ejército sirio y Hezbollah”.

En otro ámbito, Estados Unidos ha conminado a Rusia a no vender misiles antiaéreos S-300 al gobierno del presidente Bashar al Assad. Incluso, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu viajó expresamente a Moscú a fin de impedir que tal negociación se concretara. Sin embargo, el gobierno ruso confirmó que la operación de envío de ese armamento a Damasco estaba en marcha. Altos oficiales israelíes han informado que ante tal eventualidad, Israel haría todo lo posible para que los misiles no lleguen a estar operativos.

El peligro es grande. Rusia y China siguen intentando la vía de la negociación como forma de dar fin al conflicto. Una nueva conferencia ha sido convocada para ser realizada en Ginebra. Sin embargo, Nerguizián  es escéptico. Según él, “si la diplomacia fracasa, Estados Unidos podría comenzar a armar ciertas facciones de militantes sirios, pero entonces esto se convertiría en una guerra a través de terceros contra Rusia e Irán, que podría durar años. Eso supondría un auténtico riesgo”. 

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