Siria es, tal como aseguró
James Petras, “el epicentro de las
grandes luchas entre el imperialismo y antiimperialismo en este momento”.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Las recientes acciones
bélicas de Israel contra territorio sirio ha escalado el conflicto que se vive
en ese país del Medio Oriente, el que involucra a toda la región. Esta nueva
situación ha creado condiciones para suponer que un ataque en gran escala por
parte de la entidad sionista es posible y que la decisión definitiva al
respecto depende más de intereses imperiales globales que de la propia voluntad
de la esquizoide dirigencia israelí, que ha superado su papel de portaviones de
la política estadounidense en la región para transformarse en un alto mando
fuera de control al que Estados Unidos teme ante el riesgo de destruir su cada
vez más frágil capacidad de control y mantenimiento del equilibrio entre sus
aliados sionista y musulmanes, técnicamente enfrentados, pero que finalmente
actúan bajo la égida imperial más
interesada en la región como principal productora de energía y como mayor
compradora de armas del mundo que por sus conflictos internos.
En esa medida, colocar
en el mismo redil a las monarquías árabes dictatoriales y corruptas con Israel
y Turquía parece ser el objetivo primordial de la política exterior de Estados
Unidos para la región. El designio estratégico de largo plazo es aislar a China
de su primera fuente de energía, a mediano plazo destruir el potencial de Irán
como potencia media que ha elevado su capacidad tecnológica y militar lo que le
ha permitido ejercer una influencia creciente en la región y, de esa manera
cuestionar la hegemonía de los aliados de Occidente en la misma. Finalmente, en
el corto plazo derrocar al gobierno sirio para impedir su apoyo a la lucha del
pueblo palestino y libanés en contra del enemigo sionista, facilitar el
despliegue imperial en la región con la meta de fortalecer condiciones de
supremacía militar y energética para seguir sosteniendo un mundo unipolar, aún
en condiciones de la crisis que vive.
Visto de esta manera,
Siria es, tal como aseguró James Petras,
“el epicentro de las grandes luchas entre el imperialismo y
antiimperialismo en este momento”. En el contexto internacional del conflicto,
se puede observar una actitud más consecuente de Rusia y China a la altura de sus responsabilidades como
potencias mundiales miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, por tanto
garantes de la paz y la seguridad en el planeta. Siria no se ha quedado sola
como estuvo Libia cuando se produjo la agresión imperial sin contrapesos en
2011.
En el plano interno, la
voluntad de resistencia del pueblo sirio y de su gobierno no parece haberse
quebrantado, incluso -según informaciones surgidas en la región de los medios
internacionales más confiables - el gobierno sirio ha pasado a la ofensiva. Son
cada vez mayores las dificultades que enfrenta el ejército mercenario sobre el
terreno. Por su parte las Fuerzas Armadas sirias apoyadas por el grupo libanés Hezbollah, se
dispone a tomar la ciudad estratégica de Al Qussair.
En este ámbito, el
cambio más importante ha surgido de la decisión de Al Assad de fortalecer a las
fuerzas armadas creando una poderosa milicia popular que enfrente al terrorismo
apoyado por Occidente y las monarquías árabes del Golfo Pérsico.
Por otra parte, los
ataques de la entidad sionista contra territorio soberano sirio, ha puesto en
evidencia la alianza de los mercenarios al servicio de Occidente con Israel.
Esto hace desvanecer la idea de que exista realmente un conflicto árabe-israelí
y expone que la verdadera causa de la confrontación es la actitud agresiva de Israel contra el
pueblo palestino y contra todos aquellos que manifiesten una decisión soberana
y anti imperialista. En ese contexto, Siria ha resultado ser un valladar
difícil de superar.
Los objetivos trazado
por Occidente y por Israel con los ataques han resultado contraproducentes. De
in mediato se ha manifestado la solidaridad de Irán e incluso de Iraq, así como
de Hezbollah, principal obstáculo para la implementación de la política
sionista en Líbano y única fuerza que ha podido causar una derrota militar
contundente al ejército israelí en 2006.
La posibilidad de que
ante un eventual ataque israelí, las fuerzas libanesas de Hezbollah abran un
frente de combate contra el sionismo internacionalizaría la guerra en Siria
creando un conflicto de dimensiones nunca alcanzadas, toda vez que podría tocar
el propio territorio israelí. De ahí la gravedad de la situación creada por los
ataques israelíes y las preocupaciones en las altas esferas de Washington y
Bruselas.
En ese marco, la
decisión europea (aplaudida por Estados Unidos) de levantar el embargo de
armas a los mercenarios que combaten
contra el gobierno sirio contribuye a “echarle más leña al fuego”. Un problema
gradual para Occidente es encontrar el límite entre lo que ellos mismos
denominan “moderados” y “radicales” dentro de la variopinta gama de opositores
armados a Al Assad. El riesgo es que al igual que en Afganistán y Libia
terminen fomentando grupos a los que han denominado terroristas y que después
de llegar al poder se salen del control
de quienes los han prohijado.
Todo esto ha mostrado
un Obama dubitativo que además está bajo la presión de sectores ultra conservadores del partido
republicano y de su propia administración que desearían incrementar el apoyo
militar al ejército opositor sirio y a los mercenarios que en número creciente
han tomado el control de las decisiones en las operaciones de combate. Lo que trasluce es que “En el fondo, Estados
Unidos no tiene apetito por una intervención en Siria,” según la opinión de Aram Nerguizián, analista
del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) en Washington. En
los últimos meses, esta intervención ha sido también rechazada por una gran
mayoría de la opinión pública estadounidense, que no quiere implicarse en otro
conflicto en la zona después de las fracasadas guerras de Iraq y Afganistán.
La reciente experiencia
libia obliga a Estados Unidos a evaluar el riesgo que corre al entregar armas y
equipos militares sofisticados a los
mercenarios. De todos es sabido que una
de las principales fuerzas que combaten contra el gobierno sirio es el Frente
al Nusra, ligado a Al Qaeda, organización que aunque suscrita como terrorista
por el gobierno estadounidense, fue aliada del mismo en Libia.
Informaciones provenientes de los
frentes de combate aseguran que Al Nusra
ha cobrado mayor influencia dentro de la oposición armada.
Tales armas podrían ser
empleadas en fecha posterior en atentados terroristas en Estados Unidos o
Europa. En ese sentido el antiguo embajador estadounidense en Irak, Ryan
Crocker, advirtió la semana pasada durante una conferencia en la Universidad de
Stanford en California que su país “no dispone de suficiente información sobre
la fraccionada oposición siria como para intervenir y armarla”.
Sin embargo, según el
portal de noticias del canal de televisión libanés Al Manar, Estados Unidos
coopera, “desde hace meses con el Ejército Sirio Libre y más concretamente con
el así llamado Consejo Militar Supremo y su jefe, el general Salem Idriss, que
ha pedido que Estados Unidos realice bombardeos contra el Ejército sirio y
Hezbollah”.
En otro ámbito, Estados
Unidos ha conminado a Rusia a no vender misiles antiaéreos S-300 al gobierno
del presidente Bashar al Assad. Incluso, el primer ministro israelí Benjamín
Netanyahu viajó expresamente a Moscú a fin de impedir que tal negociación se
concretara. Sin embargo, el gobierno ruso confirmó que la operación de envío de
ese armamento a Damasco estaba en marcha. Altos oficiales israelíes han
informado que ante tal eventualidad, Israel haría todo lo posible para que los
misiles no lleguen a estar operativos.
El peligro es grande.
Rusia y China siguen intentando la vía de la negociación como forma de dar fin
al conflicto. Una nueva conferencia ha sido convocada para ser realizada en
Ginebra. Sin embargo, Nerguizián es
escéptico. Según él, “si la diplomacia fracasa, Estados Unidos podría comenzar
a armar ciertas facciones de militantes sirios, pero entonces esto se
convertiría en una guerra a través de terceros contra Rusia e Irán, que podría
durar años. Eso supondría un auténtico riesgo”.
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