Páginas

sábado, 20 de julio de 2013

El Canal por Nicaragua (I parte)

El Congreso de Nicaragua acaba de aprobar el proyecto de construcción de un canal interoceánico en asociación con China. Esto ha venido a replantear las estrategias comerciales del mundo y también las estrategias políticas y militares del continente, donde el control directo o indirecto del tránsito entre ambos océanos ha sido por más de un siglo un elemento clave del poder imperial.

Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo (Ecuador)

La idea de construir una vía o canal interoceánico en América Central es de antigua data. Ya Hernán Cortés le dijo a Carlos V que la unión de los dos mares “valía más que la conquista de México”. Y el explorador Antonio Galvao mostró al Rey de España la factibilidad de abrir un canal por los istmos de Tehuantepec, Nicaragua o Panamá. En respuesta, el rey dispuso que se levantaran planos de un canal por Panamá y otro por Nicaragua.

La idea del canal motivó también al rey Felipe II, quien envió al Darién un grupo de ingenieros flamencos, que opinó favorablemente a la construcción de la vía acuática, aunque España abandonó luego el proyecto.

En 1694, Inglaterra, la archienemiga de España, fue interesada en la obra por un colonizador escocés del Darién, Guillermo Paterson, quien afirmaba que un canal “aseguraría las llaves del universo, capacitando a sus poseedores para dar leyes a ambos mares y para ser árbitros del comercio mundial”.

También el Libertador Simón Bolívar, como presidente de Colombia, contrató a los ingenieros Lloyd (inglés) y Falmark (sueco) para que estudiaran la zona y recomendasen la vía más adecuada. Lloyd presentó sus trabajos en la Royal Society de Londres, pero no pudo obtener financiamiento para llevar a cabo ese gran proyecto de ingeniería.

Desintegrada Colombia, la república de Nueva Granada dio en 1835 al Barón de Thiery, empresario francés, una concesión exclusiva para abrir un canal por el istmo de Panamá. Mas ese proyecto fracasó, al igual que otros subsiguientes.

Así se llegó al año 1846, en que Nueva Granada firmó un tratado con los EE. UU., por el que este último garantizaba la soberanía neogranadina en Panamá y la perfecta neutralidad del istmo “con la mira de que en ningún tiempo sea interrumpido ni embarazado el libre tránsito, de uno a otro mar”.

Poco después, en 1850, los EE.UU. suscribieron con Inglaterra el Tratado Clayton-Bulwer, por el que ambos países se comprometían a compartir la construcción y uso de cualquier canal interoceánico en el área.

Para entonces, el naviero Cornelius Vanderbilt había obtenido ya del Gobierno de Nicaragua una concesión para construir un canal interoceánico y, entre tanto, usar la ruta de tránsito por el Lago de Nicaragua y el río San Juan. Su objetivo era llevar en barcos de vapor, de uno a otro océano, a los miles de mineros gringos que querían ir a California, atraídos por la “fiebre del oro”.

Como esa ruta evitaba el largo viaje por tierra entre Nueva York y San Francisco, 100 mil personas la usaron entre 1851 y 1856 y su explotación resultó para Vanderbilt más productiva que las vetas de oro californianas.

A cambio de la concesión canalera y el monopolio de tránsito, la compañía de Vanderbilt se comprometió con el Gobierno  de Nicaragua al pago de diez mil dólares anuales. Sin embargo, a pesar de su gran éxito, la compañía pagó su cuota del primer año y se negó a pagar lo demás, aduciendo grandes pérdidas. Ante esto, el presidente Fruto Chamorro (1853) exigió a la compañía el pago de sus deudas y denunció innumerables abusos que la empresa había cometido en Nicaragua.

En vez de pagar, Vanderbilt organizó y financió en 1854 una “revolución” para derrocar al nacionalista Chamorro, liderada por el opositor Francisco Castellón. Este, con ayuda de los jefes militares del sur, formó un supuesto “gobierno beligerante”, que pasó a controlar  toda el área de tránsito de la compañía. Mas Chamorro movilizó sus tropas y recuperó el sur, con lo cual Castellón huyó a Costa Rica.

Empero, Vanderbilt estaba empeñado en imponer un gobierno títere al servicio de su compañía. Así que organizó un ejército mercenario en EE.UU., dirigido por el aventurero William Walker, para invadir Nicaragua y apoderarse del país. Walker desembarcó en El Realejo en junio de 1855 al mando de su “Falange Americana” y recibió el apoyo de un centenar de nicaragüenses. Luego se le unieron nuevas fuerzas mercenarias traídas de EE.UU. por Vanderbilt.

Castellón volvió a escena. Nombró a Walker coronel y luego general de brigada, mientras varios jefes militares traicionaban al gobierno y se pasaban al enemigo. Con esto, el filibustero gringo se sintió poderoso, traicionó a Vanderbilt y se apoderó de los barcos de la compañía de tránsito. Luego traicionó a los caudillos políticos que lo habían promovido y se proclamó presidente de Nicaragua, tras lo cual se lanzó a invadir otros países centroamericanos.

El pirata tenía el respaldo de los plantadores del sur estadounidense, deseosos de convertir a Nicaragua, Cuba y Santo Domingo en otros tantos Estados esclavistas de los Estados Unidos. Por eso restableció la esclavitud en Nicaragua y se lanzó a “americanizar” el país: emparejó la moneda nacional con el dólar, emitió bonos-dólares destinados a la venta en los Estados Unidos y liberó de impuestos a las importaciones, para facilitar la introducción de mercancías norteamericanas.

Alarmada con la situación, Costa Rica promovió una alianza militar centroamericana para combatir a Walker y sus piratas, y pidió ayuda a Inglaterra, que le proveyó de moderno y abundante equipo militar y dispuso que trece buques de guerra patrullasen ambas costas centroamericanas.

Eso planteó una disputa interimperialista por el control de América Central, pues el Gobierno de EE.UU. reconocía y apoyaba al esclavista Walker, mientras la librecambista Inglaterra lo combatía, porque atentaba contra sus intereses comerciales y estratégicos en el área.

Al fin, los centroamericanos derrotaron a Walker en abril de 1857, tras una durísima campaña militar, pero fuerzas navales de EE.UU. lo protegieron y evacuaron una y otra vez. En 1860, Walker hizo un nuevo desembarco pirático en Honduras, pero fue capturado por un barco de guerra inglés y entregado a las autoridades hondureñas, que lo fusilaron en medio de los aplausos de la multitud.

Continuará…

No hay comentarios:

Publicar un comentario