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sábado, 13 de julio de 2013

Nuevo imperialismo

El “caso Snowden” (y Assange), la renuncia de Ecuador al Atpdea, la retención del presidente Evo Morales en Europa y la valiente y soberana decisión de Venezuela sobre el asilo a Snowden, han alterado la historia inmediata de la humanidad.

Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)

Hay un contraste de base: mientras en América Latina contamos con gobiernos consecuentes con la larga lucha histórica por la independencia, soberanía y dignidad de sus pueblos, construyen economías sociales, mejoran sensiblemente la vida y el trabajo en sus Estados, y se interesan porque rijan en el mundo las normas del Derecho Internacional y la convivencia civilizada entre naciones, en Europa, en cambio, se descubren gobiernos que se sujetan a los dictados del FMI, ponen en marcha economías neoliberales que desbaratan derechos y garantías sociales y, como remate de todo, subordinan su diplomacia a los dictados de las agencias de seguridad norteamericanas.

Las actividades de esas agencias de seguridad han rebasado los límites de la ética y de la legislación mundial, superponiéndose a las soberanías de los Estados del mundo y violentando derechos, privacidades y libertades ciudadanas, sin tener la mínima capacidad para entender que, con todo eso, son ellas las que han revivido y alimentado las reacciones contra el “imperialismo norteamericano”.

América Latina tiene una larga historia en la que, a distintos momentos, actuaron los intervencionismos extranjeros, las agresiones imperialistas, las desestabilizaciones gubernamentales y las diplomacias de gran potencia. Hoy esas poderosas fuerzas nuevamente se han evidenciado. Solo que América Latina ya no es la región del pasado y sus pueblos han marcado un contraste radical de nuevas conciencias y movilizaciones.

A los latinoamericanos nos interesa convivir en paz con todas las naciones. Valoramos los principios y normas internacionales porque pretendemos que sean una garantía mundial contra la fuerza, la prepotencia y la injerencia de cualquier diplomacia imperialista, ya que conocemos, en nuestra propia historia, las consecuencias de semejantes acciones.

En este momento histórico de contrastes, América Latina mantiene sus luchas históricas, varios Estados europeos se subordinan a los dictámenes externos, y las agencias de seguridad norteamericanas, paradójicamente, en lugar de favorecer la tranquilidad nacional de sus ciudadanos, despiertan reacciones sociales y políticas de quienes son víctimas de su todavía impune injerencia e intriga.

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