El “caso Snowden” (y Assange), la renuncia de Ecuador al Atpdea, la
retención del presidente Evo Morales en Europa y la valiente y soberana
decisión de Venezuela sobre el asilo a Snowden, han alterado la historia
inmediata de la humanidad.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El
Telégrafo (Ecuador)
Hay un contraste de base: mientras en América Latina contamos con
gobiernos consecuentes con la larga lucha histórica por la independencia,
soberanía y dignidad de sus pueblos, construyen economías sociales, mejoran
sensiblemente la vida y el trabajo en sus Estados, y se interesan porque rijan
en el mundo las normas del Derecho Internacional y la convivencia civilizada
entre naciones, en Europa, en cambio, se descubren gobiernos que se sujetan a
los dictados del FMI, ponen en marcha economías neoliberales que desbaratan
derechos y garantías sociales y, como remate de todo, subordinan su diplomacia
a los dictados de las agencias de seguridad norteamericanas.
Las actividades de esas agencias de seguridad han rebasado los límites
de la ética y de la legislación mundial, superponiéndose a las soberanías de
los Estados del mundo y violentando derechos, privacidades y libertades
ciudadanas, sin tener la mínima capacidad para entender que, con todo eso, son
ellas las que han revivido y alimentado las reacciones contra el “imperialismo
norteamericano”.
América Latina tiene una larga historia en la que, a distintos
momentos, actuaron los intervencionismos extranjeros, las agresiones
imperialistas, las desestabilizaciones gubernamentales y las diplomacias de
gran potencia. Hoy esas poderosas fuerzas nuevamente se han evidenciado. Solo
que América Latina ya no es la región del pasado y sus pueblos han marcado un
contraste radical de nuevas conciencias y movilizaciones.
A los latinoamericanos nos interesa convivir en paz con todas las
naciones. Valoramos los principios y normas internacionales porque pretendemos
que sean una garantía mundial contra la fuerza, la prepotencia y la injerencia
de cualquier diplomacia imperialista, ya que conocemos, en nuestra propia
historia, las consecuencias de semejantes acciones.
En este momento histórico de contrastes, América Latina mantiene sus
luchas históricas, varios Estados europeos se subordinan a los dictámenes
externos, y las agencias de seguridad norteamericanas, paradójicamente, en
lugar de favorecer la tranquilidad nacional de sus ciudadanos, despiertan
reacciones sociales y políticas de quienes son víctimas de su todavía impune
injerencia e intriga.
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