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sábado, 22 de febrero de 2014

Venezuela: ¡Fascismo!

La historia se repite como los hechos habitualmente nos lo recuerdan.  La reflexión, el conocimiento y la experiencia adquirida en las vicisitudes de la lucha popular  darán los instrumentos para aprender de ella, pero sólo la fuerza del pueblo organizado es capaz de maniobrar o  incluso acelerar cuando ello sea necesario.  La tradición de Venezuela es pródiga en ejemplos.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

En mayo del año pasado, cuando aún la derecha no aceptaba reconocer el triunfo de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales de abril, escribí en este mismo espacio un artículo titulado Derecha fundamentalista vs. derecha pragmática”. En ese escrito caracterizaba a la primera como “…una oligarquía primitiva, fundamentalista, vinculada a los sectores más reaccionarios de la iglesia católica como el Opus Dei, los Legionarios de Cristo y el Yunque, que se fundan en la idea de que la civilización occidental judeo-cristiana está amenazada por una oleada “comunista” y, por tanto se sienten obligados a  arrogarse como “salvadores” de dicha civilización. Asumen una posición altamente ideologizada, extremista que en algunas ocasiones raya en el fascismo. En esta lógica se inscriben –por ejemplo- Fox en México, Uribe en Colombia, Vargas Llosa y Fujimori en Perú, el partido pinochetista UDI y la democracia cristiana en Chile”. Hoy, sin duda alguna, hay que agregar a esa tenebrosa lista al Partido Voluntad Popular de Venezuela.

El fascismo  es un movimiento o ideología autoritaria que originalmente agrupó fuerzas conservadoras en el período entre las dos grandes guerras en la Europa del siglo XX. Las estructuras fascistas que tuvieron mayor alcance fueron la de la Italia de Mussolini,  de donde adquirió su nombre, el nazismo liderado por Hitler en Alemania y el falangismo en España cuyo máximo exponente fue Francisco Franco y del cual derivan el Partido Popular español y los partidos demócrata cristianos de todo el mundo. En Venezuela tuvo su expresión original en COPEI, del que provinieron, –después de múltiples fraccionamientos- otras organizaciones como Primero Justicia y Voluntad Popular.

El fascismo tuvo una gran influencia  de una versión ramplona de la teoría de la evolución de Darwin que establece la lucha interminable entre personas y naciones. De aquí emana el culto a la violencia porque, por esa vía se puede imponer la voluntad del grupo de personas o de la nación que la interpreta con el objetivo de sobrevivir a cualquier precio. El líder fascista pretende ser siempre la encarnación de la “voluntad de la nación”. De ahí, -tal vez- proceda el nombre que Leopoldo López le ha dado a su organización.

Según Gramsci, el fascismo nace cuando  “el mundo viejo se niega a morir y un mundo nuevo no puede nacer”. Así mismo, es válido decir que el fascismo siempre ha surgido en momentos de crisis del sistema capitalista, cuando los sectores que lo interpretan ven debilitadas sus posibilidades de actuar en los marcos del propio modelo de democracia representativa que engendraron y con el que pretenden perpetuar su poder. Desde el punto de vista de clases, el fascismo se apoya fundamentalmente en ciertas fracciones de una clase media arribista que es fácilmente cooptada a partir de su afán de deslindarse de los sectores populares a los que desprecia  profundamente en su intento de “diferenciarse”. Los ideólogos fascistas aprovechan esta condición para hacerlos sentir un grupo superior cuya sobrevivencia se ve amenazada, por la acción de segmentos marginados de la sociedad que comienzan a reivindicar espacios de participación.

En este sentido, vale recordar las palabras del luchador anti-fascista búlgaro Jorge Dimitrov quien en 1935 recalcaba de un modo especial el carácter verdadero del fascismo, “porque el disfraz de la demagogia social ha dado al fascismo, en una serie de países, la posibilidad de arrastrar consigo a las masas de la pequeña burguesía, sacadas de quicio por la crisis, e incluso a algunos sectores de las capas más atrasadas del proletariado, que jamás hubieran seguido al fascismo si hubiesen comprendido su verdadero carácter de clase, su verdadera naturaleza”.

Dimitrov se pregunta, “¿De dónde emana la influencia del fascismo sobre las masas?” y responde “El fascismo logra atraerse las masas porque especula de forma demagógica con sus necesidades y exigencias más candentes. El fascismo no sólo azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas, sino que especula también con los mejores sentimientos de éstas, con su sentimiento de justicia y, a veces, incluso con sus tradiciones revolucionarias”.

Y cual si estuviera viviendo la Venezuela de hoy, el líder búlgaro recrea los ataques de esta derecha fascista a las iniciativas que pugnan por la relación solidaria y fraterna que ha establecido el proceso bolivariano con los pueblos del mundo y en particular con los de Nuestra América. Con prístina visión de futuro afirmó, “El fascismo es el poder del propio capital financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase obrera y el sector revolucionario de los campesinos y de los intelectuales. El fascismo, en política exterior, es el chovinismo en su forma más brutal que cultiva un odio bestial contra los demás pueblos”. Por eso atacan a la Alba , a Petrocaribe, a Unasur y la Celac.

En América Latina, esta corriente de la derecha ultra reaccionaria surgió a partir del influjo de lo que ocurría en Europa, sin embargo, adquirió motor propio sobre todo en Brasil, Chile, Argentina y Bolivia. En nuestra región, además, adoptó una postura ultra radical frente a la democracia liberal burguesa. Aunque el fin de la segunda guerra mundial, produjo un declive del movimiento fascista en Europa, en América Latina logró mimetizarse hasta adquirir razón y fuerza de Estado a partir de la implantación -en la década de los 60 y 70 del siglo pasado- de las dictaduras sustentadas en la Doctrina de Seguridad Nacional apoyadas por Estados Unidos.

Los gobiernos dictatoriales de Brasil, Argentina, Uruguay y Chile fueron catalogados como fascistas por algunos académicos y/u organizaciones políticas, sin embargo fue en Chile, donde asumió posiciones más claras en cuanto a sus características más importantes.

El propio presidente Salvador Allende alertaba respecto de este maligno tumor en el acto multitudinario con el que se conmemoraban tres años de su victoria electoral, el 4 de septiembre de 1973, justo una semana antes que la derecha chilena amparada en el poder de las fuerzas armadas, derrocara por la fuerza al presidente constitucionalmente elegido.

El Héroe de la Moneda describía el papel que la derecha jugaba para detener el avance del pueblo  y  afirmaba que la misma “no vacila en recurrir a prácticas fascistas”. Enfático dijo “Los que crearon ayer el sistema de gobierno que nos rige, no aceptan hoy ser gobernados y quieren destruirlo. Los que apoyaron ayer las instituciones del régimen para mantenerse en el gobierno, consideran hoy que ya no les sirven para sus intereses. Llegan a dejar reemplazar sus partidos políticos por grupos aventureros. No vacilan en atacar a los rectores de las universidades, a la propia iglesia, a su Cardenal. Nada los detiene, sino nuestra propia fuerza, unidad y convicción por lo que estamos luchando. Han roto, o intentan romper, todas las formas de la convivencia. La legalidad ya no les sirve, y la pisotean”.

Y agregaba más adelante “En las barbaries provocadas por el fascismo, ante nuestros propios ojos, hay una fuerza de represión brutal, ejercitada con tal crueldad, que constituye una muestra de lo que sería capaz de hacer contra los trabajadores, si tuviera el gobierno en sus manos. Es una muestra mínima de su desprecio por la democracia, por la vida de los hombres, mujeres y niños; de su odio, de su insaciable capacidad de destrucción”.

La historia se repite como los hechos habitualmente nos lo recuerdan.  La reflexión, el conocimiento y la experiencia adquirida en las vicisitudes de la lucha popular  darán los instrumentos para aprender de ella, pero sólo la fuerza del pueblo organizado es capaz de maniobrar o  incluso acelerar cuando ello sea necesario.  La tradición de Venezuela es pródiga en ejemplos.

Finalizo como el mismo párrafo con el cual concluí el artículo antes mencionado, escrito en mayo del año pasado “… el gobierno debe saber administrar este nuevo escenario en que la confrontación será de otro tipo, sin olvidar que las huestes fascistas siguen vivas y conspirando y que Estados Unidos siempre ´juega una simultánea en varios tableros`”.

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