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sábado, 8 de marzo de 2014

Hugo Chávez en el ajedrez latinoamericano

Chávez fue un vendaval que tomó desprevenidos a propios y extraños, que despertó odios y amores arrasadores, que sorprendió porque permitió que se concretaran, por primera vez en nuestra historia, viejos sueños de unión, de colaboración, de dignidad tantas veces postergados.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica


Se conmemora, en una Venezuela asediada, el primer aniversario de la muerte de Hugo Chávez, mientras en El Salvador el FMLN se apresta para ganar las elecciones del próximo domingo; hay problemas para la Alianza País en Ecuador, en donde ha habido elecciones para alcaldes; está próxima la asunción del segundo gobierno de Michele Bachellet en Chile, que llega apoyada (de forma nada complaciente) por un espectro de fuerzas políticas más amplio que la antigua Concertación.

Es decir, toda una serie de acontecimientos políticos que se suceden en menos de diez días en una América Latina vibrante en la que no se da ni se pide tregua. Entre ellos y a partir de ellos, se abren trabajosamente paso las tendencias dominantes, las que vienen caracterizando la dinámica política de la región en los últimos quince años, las que permitieron que se perfilara una luz de esperanza en el territorio dominado por las devastadoras políticas neoliberales que nos han asolado desde los años ochenta.

Esa luz de esperanza tuvo un catalizador fundamental, Hugo Chávez en Venezuela, que supo atraer hacia sí, potenciar y canalizar la fuerza de los de abajo, los que hoy, a un año de su muerte, siguen llorándolo y esgrimiéndolo como estandarte en las manifestaciones multitudinarias que se organizan no solo para recordarlo, sino también para defender su legado. 

Chávez fue un vendaval que tomó desprevenidos a propios y extraños, que despertó odios y amores arrasadores, que sorprendió porque permitió que se concretaran, por primera vez en nuestra historia, viejos sueños de unión, de colaboración, de dignidad tantas veces postergados.

Chávez fue el dolor de cabeza de los Estados Unidos. Por él se dijo que los del Norte se habían descuidado en su patio trasero, ocupados como estaban con el Medio Oriente. Se lamentaron hasta las lágrimas los que adorarían que la bandera norteamericana creciera en número de estrellas a costa de algunos de nuestros países.

Por él la cara de estupefacción de George Busch en la Cumbre de Mar del Plata cuando, atónito, preguntó por qué no se aprobaba rápido y festivamente su famoso ALCA.

Por él, por primera vez en su historia, la ceremoniosa Asamblea General de la ONU riendo, a mandíbula batiente, ante la invocación del diablo hediondo a azufre, y solo él ¿quién más, si no?, regalándole a Barak Obama Las venas abiertas de América Latina, aunque el norteamericano probablemente no lo leerá nunca.

Él, también, la causa originaria de la rabia y la impotencia de los pudientes, de los niños bien, de los clasemedieros blanquitos, peinaditos y bien vestidos que salen a protestar en estos días por las calles de los barrios chic de Caracas. Ellos, instrumento alborozado del golpe blando que se gesta contra Venezuela y que, según el manual concebido y armado por Gene Sharp, orienta a que se haga un “cabalgamiento de los conflictos y se fomente la movilización de calle; se elabore una plataforma de lucha que globalice las demandas políticas y sociales; se generalice todo tipo de protestas exponenciando (sic) fallas y errores gubernamentales; se organicen manifestaciones, trancas y tomas de instituciones públicas (no respeto a las instituciones) que radicalicen la confrontación”.

El espectro de Hugo Chávez levantándose en todos los rincones en donde la izquierda y el progresismo avancen; usándose de estigma a todo lo que huela a cambio.

El chavismo denostado, calumniado, enlodado y defenestrado por CNN todos los días, a toda hora, provocando rictus de tensión y odio en el gesto de sus presentadores estrella, de los que viven en Dallas y se sienten cobijados.

El chavismo sudoroso, negro y mulato; el chavismo vendedor de helados, de jugos naturales en bolsa plática; peluquero, recogedor de basura, barrendero.

El chavismo al que tanto temen, al que tanto desprecian, al que tanto le gritan, al que no pueden ver ni en pintura.

Ese chavismo está ahí y ahí está Hugo Chávez.

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