En el futuro próximo quizá tengamos un laudo que obligue a Chile a
negociar en firme con Bolivia el asunto de una salida soberana al mar. Tal como
están las cosas, ese laudo puede ser la única salida para solucionar tan largo
conflicto y empujar a las partes a entrar en una ruta de aproximación.
Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo
I
Bolivia ha presentado ante la Corte Internacional de
Justicia, de La Haya, su argumentación para sustentar la demanda que ha
presentado contra Chile en busca de una salida soberana al mar.
El país reclamante plantea, en esencia, que Bolivia nació a
la historia con alrededor de 400 kilómetros cuadrados de costa, repartidos
entre sus provincias de Atacama y Tarapacá, y que luego perdió todo contacto
con el mar, lo que ha perjudicado notablemente su desarrollo.
La mediterraneidad es básicamente el resultado de la Guerra
del Pacífico (1879–1883), también llamada ‘Guerra del salitre y el guano’, en
la que los aliados Bolivia y Perú fueron derrotados por Chile. A consecuencia
de esa guerra, Chile ocupó de hecho todo el litoral boliviano (Antofagasta) y
las provincias peruanas de Tarapacá, Tacna y Arica.
Más tarde, el Tratado de Ancón firmado con Perú (1883)
otorgó a Chile la provincia de Tarapacá y dispuso un plebiscito sobre Tacna y
Arica, hecho el cual Arica quedó con Chile y Tacna volvió al Perú. Por su
parte, Bolivia celebró con Chile un Pacto de Tregua (1884) que consagró la
ocupación temporal chilena mientras se acordaba una paz definitiva. Para esto,
Chile exigía la posesión perpetua de Antofagasta, mientras que Bolivia exigía
una salida directa al mar.
Antes, en 1882, los países beligerantes tuvieron una ronda
de negociaciones con la presencia de mediadores de EE.UU. Entonces, Chile
ofreció a Bolivia cederle las provincias peruanas de Tacna y Arica, en busca de
crear un ‘tapón boliviano’ que consolidase su posesión en Tarapacá. Y eso mismo
fue acordado en los tratados de 1895, suscritos por plenipotenciarios de ambos
países y ratificados por el Congreso chileno, aunque no por el boliviano, en
los que se agregó que si Chile no pudiera ceder Tacna y Arica a Bolivia, le
cedería la caleta de Vitor hasta Camarones.
Al fin, cuando se firmó el tratado de paz entre Bolivia y
Chile, en 1904, se fijaron los siguientes puntos: Bolivia cedía a perpetuidad
la provincia de Antofagasta; se construiría un ferrocarril entre el puerto de
Arica y La Paz; Chile concedía libre tránsito a las mercaderías bolivianas por
todo su territorio y reconocía a Bolivia franquicias de acceso a los puertos de
Antofagasta y Arica.
Se inició entonces la larga jornada boliviana en busca de
una salida soberana al mar. Y el punto más próximo a una solución llegó en
1975, cuando los dictadores Hugo Bánzer y Augusto Pinochet suscribieron el
Acuerdo de Charaña, en el marco del cual Chile ofreció a Bolivia un corredor de
salida al mar situado entre Chile y Perú, al norte de Arica, a cambio de una
compensación territorial equivalente en la parte sur, cerca del salar de Uyuni.
Pero entonces intervino Perú y, de acuerdo a los términos
del Tratado de Ancón, propuso que ese corredor no fuera boliviano sino
trinacional. Eso frustró el anhelo boliviano de salida soberana y lo dejó sin
una solución negociada.
II
La demanda boliviana ante la Corte Internacional de Justicia es una
reivindicación histórica y legal. Representa la sostenida aspiración de todo un
pueblo por tener una salida soberana al mar y utilizarla para potenciar su
desarrollo nacional. Es, pues, una causa nacional que merece el mayor respeto y
respaldo, especialmente de parte de aquellos países que, como el Ecuador,
también han sufrido despojos territoriales y han sentido el terrible trauma de
una mutilación de su espacio vital.
Pero el asunto debe ir más allá de la justicia y la moral, para
alcanzar un inevitable horizonte de pragmatismo. Es conocido el hecho de que no
hay, por parte de la población chilena, ningún entusiasmo en reconocer deudas
históricas y menos en entregar un corredor marítimo a Bolivia.
En cuanto al Estado chileno, la verdad es que sus últimos gobernantes democráticos
no han estado a la altura de las circunstancias y ni siquiera se han atrevido a
replantear la fórmula Bánzer–Pinochet. Cuando más, el presidente Ricardo Lagos
conversó con su colega boliviano Jorge Quiroga para negociar la provisión de
gas boliviano a Chile y Michelle Bachelet acordó con Evo Morales una agenda que
incluía el tema, pero que no alcanzó resultados.
Hallo que en América Latina estamos pagando las consecuencias de una
educación y una historia patrioteras, que nos enseñaron a sobajar y despreciar
al vecino antes que a buscar una convivencia fraternal. Y en el caso de los
países que ganaron guerras a sus próximos, siguen pensando que ‘la guerra es la
ley suprema de las naciones’ y que lo que tomaron por la fuerza es sagrado,
irreversible y eterno.
Son esas visiones las que nos han impedido resolver de buena manera
nuestros conflictos fronterizos y han vuelto inevitable la recurrencia a la
Corte Internacional de La Haya, que varios países han identificado como su
única posibilidad pacífica de alcanzar justicia.
La resolución tomada por la Corte en la demanda planteada por
Nicaragua contra Colombia se ha resuelto con un laudo equitativo a favor del
país demandante, pero que requiere una aplicación consensuada. Y similar ha
sido la resolución dictada en el caso de Perú contra Chile, por la definición
de su límite marítimo.
En el futuro próximo quizá tengamos un laudo que obligue a Chile a
negociar en firme con Bolivia el asunto de una salida soberana al mar. Tal como
están las cosas, ese laudo puede ser la única salida para solucionar tan largo
conflicto y empujar a las partes a entrar en una ruta de aproximación, que les
lleve a compartir esfuerzos de desarrollo en el actual norte de Chile, donde
gas boliviano y capital chileno pueden aunarse en beneficio de esa región
atrasada y golpeada por los desastres naturales, que merece un futuro mejor.
La integración y unión de América Latina y el Caribe, dentro de un proceso de fraternidad y de justicia abogan en favor de la causa boliviana y de la grandeza chilena. El hecho de mediterranismo de Bolivia es el resultado de un acto de fuerza estimulado por procesoso e intereses imperialistas. Con un laudo que favorezca gana América Latina, el Caribe y mundo entero en fraternidad y generosidad. Gana la causa de la Humanidad. Atte. Prof. Celestino Flores, Venezuela
ResponderEliminarProf. Celestino Flores, Venezuela Usted se considera un profesor y no tiene idea de lo que escribe¡ Chile y Bolivia firmaron un tratado de limites en el año de 1904 donde no quedo nada pendiente¡¡ Usted es un irrespetuoso e irresponsable que no reconoce el derecho internacional de respetar tratados válidamente firmados¡ y me extraña que una persona que se supone que es docente, no se instruya antes de ejercer tan nefasta opinión¡
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