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sábado, 30 de agosto de 2014

Cría cuervos…

A finales de los años 70, en el marco de la guerra fría,  Estados Unidos llevó a cabo la “Operación Ciclón” con el objetivo de suministrar armas y financiamiento a los terroristas islámicos que desarrollaban la lucha armada en contra del gobierno de ese país. Sin embargo, la  intervención militar  directa  de la Unión Soviética dio los argumentos para que tal operación se inscribiera en la manida lógica de “ayuda al restablecimiento de la democracia”.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

Esto dio cabida a una ampliación del financiamiento de esas fuerzas que se agruparon, creciendo en organización y armamento hasta que lograron en 1989 que las tropas soviéticas derrotadas, se retiraran del país. La Operación Ciclón llevada adelante por la CIA comenzó con el envío de un financiamiento de 30 millones de dólares en 1980, alcanzando los 630 millones anuales en 1987.

Sin embargo, la retirada soviética no finalizó la guerra y en 1992 el movimiento fundamentalista logró establecer el Estado Islámico. El conflicto entre señores de la guerra culminó parcialmente cuando en 1996 los talibanes se hicieron del poder al ocupar Kabul. Establecieron un gobierno extremista que se sustentó en una interpretación radical del Corán. Así mismo, forjaron una asociación estratégica con Al Qaeda, organización surgida de la guerra antisoviética, que se fortaleció de manera especial por su privilegiada relación con Estados Unidos.

No obstante, Al Qaeda se transformó en enemiga de Estados Unidos realizando acciones directas contra objetivos de ese país en Somalia, Kenia, Tanzania y Yemen hasta que fue acusada de haber dirigido las acciones terroristas del 11 de septiembre de 2001 en el propio territorio de la nación norteamericana, lo que le valió una declaratoria de guerra que dio inicio con la invasión a Afganistán el 7 de octubre de 2001, país donde aún permanecen las tropas  estadounidenses y de la OTAN. Hoy, Afganistán es un Estado nominal que solo existe por la presencia de las fuerzas armadas extranjeras de ocupación. El gobierno solo controla la capital y sus alrededores. El martes 5 de agosto, el General Harold Greene del ejército de Estados Unidos fue asesinado por un hombre que vestía uniforme militar afgano.

Unos años después, en 1990, Estados Unidos inició  una larga guerra en el Medio Oriente, que se ha desarrollado en cuatro etapas, la primera empezó en agosto de 1990 y finalizó en febrero de 1991, la segunda dio inicio en marzo de 2003, culminando en diciembre de 2011. Paralelamente a ello, en enero de ese mismo año, se puso en funcionamiento la tercera etapa que aún no culmina y que persigue el objetivo de derrocar al presidente Bashar al-Asad en Siria. La cuarta acaba de comenzar en este mes que transcurre.

Las dos primeras etapas se llevaron a efecto cuando Irak era aún gobernado por Saddam Husein. Se adujo que su gobierno ocultaba armas atómicas y que era necesario “restablecer la democracia” para impedir que las mismas fueran usadas para desestabilizar la región (léase Israel). Se demostró que tal afirmación era falsa.

Cuando el gobierno sirio se defendía de la agresión mercenaria, Estados Unidos, junto a las monarquías petroleras del golfo -que tienen patente de corso para que en sus países no impere la democracia ni el respeto a los derechos humanos sin ser pasados por la lupa de Occidente- aducían que era necesario “restablecer la democracia” y, por tanto, se debía apoyar a los “luchadores por la libertad” aunque esos a todas luces hacían desmanes y violaban metódica y permanentemente los derechos humanos. Cientos de miles de millones de dólares y armamento en abundancia fluyeron desde Occidente para fortalecer a los terroristas.

Hoy, Irak, es un Estado fallido, constituido por territorios diferenciados por las sectas que los controlan. Uno de esos grupos, el EIIL o ISIS ha creado un califato que no respeta fronteras nacionales y que ha establecido un sistema fundamentalista que al igual que Al Qaeda ha instituido rígidas normas religiosas ajenas a las más elementales bases de respeto a los derechos humanos. La semana pasada, un terrorista de origen británico decapitó al periodista estadounidense James Foley quien se encontraba secuestrado desde noviembre de 2012 en Siria.

Hasta el año 2011, Libia era el país con la segunda mayor tasa de PIB de África y el de más alta esperanza de vida al nacer. El líder del país, Muamar el Gadafi logró mantener la estabilidad en un país de compleja estructura tribal y se había transformado en el principal impulsor de la integración y la unidad africana. Sin embargo, Occidente no cesó en su intención de apoyar fuerzas centrífugas que crearan el caos y desestabilizaran el país. A partir de ello, un  sector de la población comenzó a realizar protestas contra el gobierno, ello permitió, elaborar un sofisticado montaje mediático que mostró la “represión del gobierno libio contra las fuerzas que luchaban por la democracia”. Con el apoyo de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña y la complicidad de Rusia y China, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 1973 que devino en intervención militar de Occidente en el país, derrocando al gobierno y asesinando a Gadafi.

Hoy, Libia es un país de mentira. Cada tribu tiene su ejército propio. La semana pasada, los extremistas islámicos hicieron un juicio público contra un ciudadano egipcio y lo asesinaron en un estadio de futbol. Asimismo, tras seis semanas de enfrentamientos, milicias terroristas tomaron el aeropuerto de Trípoli, desalojando del mismo a un grupo militar rival. Fuerzas de aviación saudita y egipcia han estado bombardeando a uno de las fuerzas en pugna, mientras grupos armados se enfrentan por el poder.

Chris Stevens, artífice de la operación militar, política y propagandista de Estados Unidos en el país norafricano fue nombrado embajador de su país ante el nuevo gobierno instalado en Trípoli. El 12 de septiembre de 2012 fue asesinado junto a  tres miembros del personal diplomático estadounidense en el consulado de ese país en la ciudad de Bengasi, cuna del movimiento terrorista. Según se informó, los extremistas atacaron y quemaron la sede diplomática en respuesta a un video que ofendía a Mahoma, el cual fue hecho en Estados Unidos. 

Como dice el dicho: “Cría cuervos y te sacarán los ojos”, el problema es que aquí son cuervos criando cuervos…

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