A finales de los años
70, en el marco de la guerra fría,
Estados Unidos llevó a cabo la “Operación Ciclón” con el objetivo de
suministrar armas y financiamiento a los terroristas islámicos que
desarrollaban la lucha armada en contra del gobierno de ese país. Sin embargo,
la intervención militar directa
de la Unión Soviética dio los argumentos para que tal operación se
inscribiera en la manida lógica de “ayuda al restablecimiento de la
democracia”.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas, Venezuela
Esto dio cabida a una
ampliación del financiamiento de esas fuerzas que se agruparon, creciendo en
organización y armamento hasta que lograron en 1989 que las tropas soviéticas
derrotadas, se retiraran del país. La Operación Ciclón llevada adelante por la
CIA comenzó con el envío de un financiamiento de 30 millones de dólares en
1980, alcanzando los 630 millones anuales en 1987.
Sin embargo, la
retirada soviética no finalizó la guerra y en 1992 el movimiento
fundamentalista logró establecer el Estado Islámico. El conflicto entre señores
de la guerra culminó parcialmente cuando en 1996 los talibanes se hicieron del
poder al ocupar Kabul. Establecieron un gobierno extremista que se sustentó en
una interpretación radical del Corán. Así mismo, forjaron una asociación
estratégica con Al Qaeda, organización surgida de la guerra antisoviética, que
se fortaleció de manera especial por su privilegiada relación con Estados
Unidos.
No obstante, Al Qaeda
se transformó en enemiga de Estados Unidos realizando acciones directas contra
objetivos de ese país en Somalia, Kenia, Tanzania y Yemen hasta que fue acusada
de haber dirigido las acciones terroristas del 11 de septiembre de 2001 en el
propio territorio de la nación norteamericana, lo que le valió una declaratoria
de guerra que dio inicio con la invasión a Afganistán el 7 de octubre de 2001,
país donde aún permanecen las tropas
estadounidenses y de la OTAN. Hoy, Afganistán es un Estado nominal que
solo existe por la presencia de las fuerzas armadas extranjeras de ocupación.
El gobierno solo controla la capital y sus alrededores. El martes 5 de agosto,
el General Harold Greene del ejército de Estados Unidos fue asesinado por un
hombre que vestía uniforme militar afgano.
Unos años después, en
1990, Estados Unidos inició una larga
guerra en el Medio Oriente, que se ha desarrollado en cuatro etapas, la primera
empezó en agosto de 1990 y finalizó en febrero de 1991, la segunda dio inicio
en marzo de 2003, culminando en diciembre de 2011. Paralelamente a ello, en
enero de ese mismo año, se puso en funcionamiento la tercera etapa que aún no
culmina y que persigue el objetivo de derrocar al presidente Bashar al-Asad en
Siria. La cuarta acaba de comenzar en este mes que transcurre.
Las dos primeras etapas
se llevaron a efecto cuando Irak era aún gobernado por Saddam Husein. Se adujo
que su gobierno ocultaba armas atómicas y que era necesario “restablecer la
democracia” para impedir que las mismas fueran usadas para desestabilizar la
región (léase Israel). Se demostró que tal afirmación era falsa.
Cuando el gobierno
sirio se defendía de la agresión mercenaria, Estados Unidos, junto a las
monarquías petroleras del golfo -que tienen patente de corso para que en sus
países no impere la democracia ni el respeto a los derechos humanos sin ser
pasados por la lupa de Occidente- aducían que era necesario “restablecer la
democracia” y, por tanto, se debía apoyar a los “luchadores por la libertad”
aunque esos a todas luces hacían desmanes y violaban metódica y permanentemente
los derechos humanos. Cientos de miles de millones de dólares y armamento en
abundancia fluyeron desde Occidente para fortalecer a los terroristas.
Hoy, Irak, es un Estado
fallido, constituido por territorios diferenciados por las sectas que los
controlan. Uno de esos grupos, el EIIL o ISIS ha creado un califato que no respeta
fronteras nacionales y que ha establecido un sistema fundamentalista que al
igual que Al Qaeda ha instituido rígidas normas religiosas ajenas a las más
elementales bases de respeto a los derechos humanos. La semana pasada, un
terrorista de origen británico decapitó al periodista estadounidense James
Foley quien se encontraba secuestrado desde noviembre de 2012 en Siria.
Hasta el año 2011,
Libia era el país con la segunda mayor tasa de PIB de África y el de más alta
esperanza de vida al nacer. El líder del país, Muamar el Gadafi logró mantener
la estabilidad en un país de compleja estructura tribal y se había transformado
en el principal impulsor de la integración y la unidad africana. Sin embargo,
Occidente no cesó en su intención de apoyar fuerzas centrífugas que crearan el
caos y desestabilizaran el país. A partir de ello, un sector de la población comenzó a realizar
protestas contra el gobierno, ello permitió, elaborar un sofisticado montaje
mediático que mostró la “represión del gobierno libio contra las fuerzas que
luchaban por la democracia”. Con el apoyo de Estados Unidos, Francia y Gran
Bretaña y la complicidad de Rusia y China, el Consejo de Seguridad de la ONU
aprobó la resolución 1973 que devino en intervención militar de Occidente en el
país, derrocando al gobierno y asesinando a Gadafi.
Hoy, Libia es un país
de mentira. Cada tribu tiene su ejército propio. La semana pasada, los
extremistas islámicos hicieron un juicio público contra un ciudadano egipcio y
lo asesinaron en un estadio de futbol. Asimismo, tras seis semanas de
enfrentamientos, milicias terroristas tomaron el aeropuerto de Trípoli,
desalojando del mismo a un grupo militar rival. Fuerzas de aviación saudita y
egipcia han estado bombardeando a uno de las fuerzas en pugna, mientras grupos
armados se enfrentan por el poder.
Chris Stevens, artífice
de la operación militar, política y propagandista de Estados Unidos en el país
norafricano fue nombrado embajador de su país ante el nuevo gobierno instalado
en Trípoli. El 12 de septiembre de 2012 fue asesinado junto a tres miembros del personal diplomático
estadounidense en el consulado de ese país en la ciudad de Bengasi, cuna del
movimiento terrorista. Según se informó, los extremistas atacaron y quemaron la
sede diplomática en respuesta a un video que ofendía a Mahoma, el cual fue
hecho en Estados Unidos.
Como dice el dicho:
“Cría cuervos y te sacarán los ojos”, el problema es que aquí son cuervos
criando cuervos…
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