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sábado, 20 de septiembre de 2014

Alerta naranja

La restauración conservadora no es un proyecto meramente criollo: es un proyecto imperial que funciona y se muestra activo y amenazante en Venezuela, Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay, Chile, es decir, en toda América Latina, con las diferencias obvias en cada caso.

Jaime Galarza Zavala/ El Telégrafo (Ecuador)

Cuando un volcán comienza un proceso eruptivo, lanza señales inconfundibles: rugidos, estremecimientos sísmicos, emisión de gases tóxicos, candeladas, piedras arrojadas por doquier. Los sismógrafos apuntan el peligro y se pone en marcha una ‘alerta naranja’, no sea cosa de que el furibundo coloso desencadene del todo sus energías incontrolables. A cuidarse todos, a protegerse del peligro, a darse la mano y apoyarse mutuamente entre las víctimas potenciales de la erupción anunciada.

En nuestro Ecuador hay dos anuncios de riesgos volcánicos: uno que proviene de la Mama Tungurahua, el hermoso monstruo que nos amenaza desde hace varios años; y otro, que proviene de las entrañas del país caduco, conservador y neoliberal, que se resiste a morir y se niega a dar paso a una nueva sociedad, donde los pobres no sean la última rueda del coche, y donde esa antigua entelequia que fue la soberanía nacional se convierta en soberanía plena, sin ningún tipo de amos extranjeros, como fuera la Chevron-Texaco y otras multinacionales, del brazo de la banca chulquera tipo Isaías, y de superlatifundistas al estilo de Álvaro Noboa.

Este volcán político emite últimamente, en especial desde el 23 de febrero último, señales de erupción altamente destructiva, a la que el presidente Rafael Correa le ha puesto el significativo nombre de ‘restauración conservadora’. Y es que se trata de eso: del camuflado intento de volver a la época de las vacas gordas para los de arriba y los huesos y desperdicios de cocina para la gran mayoría de los ecuatorianos, látigo y cadenas de por medio. Mas no solo eso: se trata también del intento de volvernos a la gigantesca cárcel del neoliberalismo, donde la deuda externa, la supresión del sucre, el feriado bancario, la base de Manta, fueron el pan de cada día, mientras tres millones de ecuatorianos huían del país, dejando pueblos abandonados y familias rotas para caer en las garras del sueño americano o europeo.

Una de las emisiones tóxicas de este volcán político fue la reunión de 20 alcaldes y prefectos en la ciudad de Guaranda, donde una declaración de 12 puntos, en  apariencia inocentes, sirven de cortina de humo a otro 30 de septiembre. Esto se continúa con marchas donde la multitud de banderas diferentes no hacen sino mostrarnos que se van dando cita los más diversos opositores del Gobierno actual y de lo que representa en cuanto a cambios sociales, por incompletos y limitados que estos sean hasta el momento.

Desde luego, la restauración conservadora no es un proyecto meramente criollo: es un proyecto imperial que funciona y se muestra activo y amenazante en Venezuela, Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay, Chile, es decir, en toda América Latina, con las diferencias obvias en cada caso. Es que corresponde al mismo plan de dominio imperialista que cobra tantas víctimas en Palestina y todo el Oriente Medio.

Por cierto, dentro y en el entorno del Gobierno hay quienes, por acción u omisión, favorecen el estallido de la restauración conservadora, por lo que su papel debe ser identificado, desenmascarado y echado lejos.

En todo caso, en lo político, es hora de la alerta naranja. De otro modo, pronto habrá necesidad de la alerta roja, tal vez en medio de un  torrente de sangre causado por bandas conspirativas y grupos de mercenarios.

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