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sábado, 13 de septiembre de 2014

Obama, un presidente gris, derrotado otra vez

La política suele concebirse como un hecho racional. La política exterior no es ajena a ello. Los decisores actúan a partir de determinados límites que no deben ser superados, pero cuando prima la irracionalidad nada es previsible y toda disposición es probable.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

El presidente Obama atraviesa horas difíciles.
Si se juzgara por la apariencia física de sus líderes, las mayores potencias nucleares del planeta mostrarían una fisonomía diametralmente opuesta. Mientras el presidente ruso Vladimir Putin exhibe aspecto saludable, un cuerpo atlético y una faz rozagante que transmite seguridad y confianza, el mandatario estadounidense Barack Obama revela cansancio, y acelerado proceso de envejecimiento que se manifiesta por una piel ajada,  rostro gris, aureolas negráceas alrededor de sus ojos, hombros caídos y un cabello que se ha tornado apresuradamente canoso, todo lo cual trasunta perplejidad, incapacidad y derrota.

El peligro es que cuando ello ocurre a los poderosos,  estos suelen intentar tapar sus debilidades y flaquezas a través de la demostración del poder y la fuerza. Lo cierto es que una vez más en Ucrania, Putin derrotó a Obama y éste solo le quedó recurrir a la OTAN para intentar evidenciar que su poderío podría sacar a Europa del atolladero en que se han metido.

Hace un año, exactamente el 11 de septiembre, el Presidente Putin publicó un mensaje al pueblo estadounidense en el New York Times. En el mismo afirmaba que “… una escalada de violencia, extendiendo el conflicto más allá de las fronteras de Siria inevitablemente aumentaría la violencia y desencadenaría una nueva ola de terrorismo”.  Agregaba más adelante: “Hay que entender que hoy no estamos ante una batalla por la democracia en Siria, sino de un conflicto armado entre el Gobierno y la oposición en un país multi religioso. Los defensores de la democracia no son muchos. Pero sí que son más que suficientes los combatientes de Al Qaeda y extremistas de toda tendencia del campo opositor. El Departamento de Estado de Estados Unidos ha tachado al Frente Al Nusra y al Estado Islámico de Irak y el Levante que luchan con la oposición, de organizaciones terroristas”. El presidente ruso señalaba que a pesar de esto,  las armas extranjeras alimentan este conflicto, así mismo se preguntaba con preocupación ¿quién puede garantizar que esos delincuentes no volverán a nuestros países con la experiencia adquirida en Siria?

Casi 365 días después, lamentablemente la vida le dio la razón. Hoy sus advertencias e inquietudes se han transformado en las de casi todos los políticos de Occidente, incluyendo por cierto a Estados Unidos y su presidente quien da órdenes y emprende nuevas acciones bélicas en Irak y Siria contra  fuerzas que armaron y financiaron a pesar de haber sido declarados terroristas.

La semana pasada, completamente ajeno a la realidad y con una desesperación que raya en la locura, Obama declaraba que: “No se puede hacer ningún verdadero arreglo político si, de hecho, Rusia declara que continuará enviando tropas, armas y asesores disfrazados de separatistas, y que la única solución posible es que Ucrania ceda su territorio o su soberanía”. El problema es que Rusia, ninguno de sus dirigentes o autoridades ha declarado algo que sólo está en la cabeza del atribulado y gris presidente de Estados Unidos

Además, todo ello ha ocurrido cuando en Ucrania se ha puesto en efecto un acuerdo de cese al fuego en el marco de negociaciones que entre otros temas ha significado un inmediato canje de prisioneros y acciones de carácter humanitario avaladas por las dos partes. El propio presidente ucraniano Petró Poroshenko ha reconocido que dicho acuerdo ha sido influido por la actuación de su colega ruso.

Asimismo, la Unión Europea en su última reunión del pasado lunes 8 no pudo lograr unanimidad para establecer nuevas sanciones contra Rusia  toda vez que algunos países quieren discutir la posibilidad de retirarlas en caso que continúe la tregua en Ucrania.  El primer ministro ruso Dmitri Medvedev había advertido que en caso de adoptarse nuevas sanciones contra su país, éste respondería “de forma asimétrica”.

En cualquier caso el objetivo de la OTAN, -que no tiene nada que ver con Ucrania- se ha cumplido. El escalamiento del conflicto por parte de la alianza atlántica, ha permitido la instalación de 5 nuevas bases militares y una  fuerza de despliegue rápido de la OTAN en las cercanías de Rusia. Con ello se configura un contingente de 51 bases militares de fuerzas terrestres, marina y aviación de los países occidentales en las cercanías de Rusia, de ellas, 30 están dislocadas en territorio europeo. Así mismo, Finlandia y Suecia países que no son miembros de la OTAN han aceptado involucrarse en las campañas militares agresivas anti rusas. En ese mismo ámbito, la incorporación de Ucrania a la alianza generaría una inédita y peligrosa situación en la correlación de fuerzas militares de la región.

La política suele concebirse como un hecho racional. La política exterior no es ajena a ello. Los decisores actúan a partir de determinados límites que no deben ser superados, pero cuando prima la irracionalidad nada es previsible y toda disposición es probable. Esto se torna infinitamente peligroso cuando se habla de la principal potencia mundial y un presidente que ya no tiene control sobre sus subordinados ni capacidad para tomar decisiones acertadas.

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