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sábado, 18 de octubre de 2014

Las desigualdades, un tema global en el siglo XXI

Una política más amplia destinada a enfrentar las desigualdades en los diferentes aspectos de la vida social, más allá de los ingresos, requiere de iniciativas complejas y permanentes, tanto del Estado como de la sociedad toda. Ello  reforzaría los logros obtenidos en el último cuarto de siglo, a la vez que los ampliaría a diversos otros aspectos de la realidad social.

Manuel Barrera Romero / Especial para Con Nuestra América
Desde Santiago de Chile

Las desigualdades son, actualmente, un tema de preocupación global. Las desigualdades social/económicas en las sociedades nacionales modernas son una realidad que se expresa  en numerosos y variados aspectos de la vida social. La comprobación  de que ellas están aumentando, en especial en materia de ingresos, tanto en los países desarrollados como en los más pobres ha llamado la atención tanto de cientistas sociales, como de políticos y de la opinión pública. Ello sucede en países que tienen diferentes sistemas políticos y económicos, como en Asia (China, India y otros), Europa, USA, África y América Latina.

En las reflexiones en torno a la igualdad y la desigualdad, como categorías antropológicas, se observa una distinción en su tratamiento de parte de los autores que políticamente podrían adscribirse a un pensamiento de izquierda o de derecha. Los primeros tienden a pensar que los seres humanos son más iguales que desiguales, en tanto que los segundos se inclinan por considerar que ellos son más desiguales que iguales. De ahí derivan consideraciones más específicas acerca de la organización social y económica. Sin embargo, de esta discusión está claro que los seres humanos son iguales en algunos aspectos y desiguales en otros. También existe conciencia de que a fin de que prevalezcan los valores de libertad, bienestar y paz, es conveniente favorecer acciones que tiendan a generar condiciones sociales y económicas de mayor igualdad. Eso lo aprecian las sociedades más civilizadas sin, por ello, desconocer la existencia de las individualidades que aportan cuotas de desigualdad.

Dada las numerosas y la muy variadas realidades en que las desigualdades social/económicas suelen expresarse en las diferente sociedades, es conveniente indicar que el ideal de “la igualdad en todo” es uno muy difícil de alcanzar. En la historia de la humanidad se ha probado que, aparte de grupos pequeños, los esfuerzos por eliminar las desigualdades han sido inútiles cuando no contraproducentes. El ideal igualitario en las sociedades modernas procura solamente atenuarlas. Actualmente nadie (casi) plantea “la igualdad de todos en todo”. Se reconoce que los seres humanos comparten una base común, la de la especie, pero que cada persona tiene, además, características singulares que lo identifican como individuo. La agrupación social a la que pertenece cada persona debe respetar tanto la base común como la individualidad. Una meta maximalista sería especialmente utópica, sobretodo  en las  sociedades del capitalismo moderno, que están  organizadas de un modo marcadamente estratificado.

El interés por la igualdad en las democracias occidentales se remonta a la Revolución Francesa, la que puso en paralelo liberté con égalité. El tema general de la igualdad, en la perspectiva antropológica, filosófica y política, se remonta a los clásicos de la Grecia antigua. Reflexiones contemporáneas sobre la dicotomía igualdad/desigualdad pueden verse en Norberto Bobbio; Derecha e Izquierda. Razones y significados de una distinción política (Madrid: Taurus; 1996). Acerca de las relaciones entre igualdad y libertad se puede consultar Ralf Dahrendorf; Sociedad y Libertad (Madrid: Editorial Tecnos, 1966).  Ambos con extensas referencias bibliográficas.

Un reciente estudio, con perspectiva  histórica, sobre la tendencia del capitalismo desarrollado a la desigualdad, con una extensa base estadística, se encuentra en el libro de un economista francés. Véase; Thomas Piketty; Capital in the Twenty-First Century (Harvard University Press; April 2014. Traducción del francés por Arthur Goldhammer. Título en la versión original: Le Capital au XXI siècle). El autor describe las grandes dinámicas que manejan la acumulación y distribución del capital desde fines del siglo 18 a la fecha, en 20 países.

Una conclusión, de carácter general de este trabajo de investigación, advierte que la “concentración extrema de los patrimonios amenaza los valores de la meritocracia y de la justicia social de las sociedades democráticas”. Otras palabras del autor: “Las desigualdades siempre han sido una fuente de preocupación, pero lo nuevo en este libro es que reuní una gran cantidad de datos históricos. Hasta hace poco, había relativamente pocas pruebas”.
Según el Premio Nobel y columnista de The New York Times, Paul Krugman, el libro de Piketty “revoluciona nuestra manera de abordar las disparidades económicas poniendo a los ricos en el centro del debate”. “Al anunciar la llegada de un ‘capitalismo patrimonial’, esta obra va a cambiar la manera en la que pensamos nuestra sociedad y la economía”, sostiene Krugman en New York Review of Books.

Sin duda una investigación histórica como ésta, que prueba no sólo la existencia de las desigualdades, sino también su amplitud, constituye una poderosa motivación para generar políticas públicas tendientes a disminuirlas.  El autor aboga por aumentar fuertemente los impuestos a los ricos. Sin embargo, es obvio que no es posible aplicar iguales políticas en países de diferentes niveles de desarrollo. El estudio de cada sociedad nacional es indispensable para el diseño de acciones eficaces tendientes a disminuir las desigualdades en los distintos planos en que ella se presenta.  

En el momento actual conviene informarse y estudiar las diversas medidas que en diferentes países se están proponiendo o están ya en práctica a fin de disminuir esta tendencia natural del mercado, que acentúa las desigualdades económicas de las cuales se desprenden aquellas que llamamos “oportunidades de vida”. El mercado por sí  mismo, en el actual esquema económico, sólo las exagera no las corrige. Y la globalización las ha expandido a una escala planetaria. Es por ello que en un informe de Oxfam al Foro Económico Mundial de Davos, se advierte que pronto viviremos en un mundo donde la igualdad de oportunidades será sólo un sueño. Informe titulado Oxfam: 85 richest people as wealthy as poorest half of the World; theguardian.com; 20 de febrero 2014.

En el contexto del esquema económico dominante actualmente, hay quienes tienen una visión pesimista la que pudiere ser, en muchos países, realista. Así, por ejemplo, el autor Jeremy Seabrook, en  The Race for Richess: the Human Costs of Wealth; (Basingstoke: Marshall Pickering, 1988; pp.168-169) dice: "Los pobres no viven en una cultura diferente de la de los ricos. Deben vivir en el mismo mundo creado para beneficio de los que tienen dinero. Y su pobreza es agravada tanto por el crecimiento económico como por la recesión y la falta de crecimiento."
Ésta no es una visión muy popular para tiempos de cambio de gobiernos, donde el optimismo tiene, obviamente, más crédito. Sin embargo, hay que tenerla en cuenta para calibrar con especial cuidado las dificultades que cualquier propuesta igualitaria encontrará en el camino.

La preocupación por las desigualdades debe abrirse a otras áreas, aparte de la distribución del ingreso. Ello ha ocurrido en los últimos años en numerosos países con la desigualdad en el campo de las orientaciones sexuales y, en menor medida, en el área de los pueblos indígenas y su relación con la sociedad mayor. Sin embargo, en varios otros aspectos se han realizado avances modestos tanto en el estudio como  en políticas públicas. Ello acontece en las áreas de las  relaciones laborales, la familia, el acceso a la salud,  a la educación, el ámbito territorial y otros.

Uno de los áreas en que las desigualdades se expresan con gran fuerza es la territorial. No solamente las tremendas diferencias que se aprecian en América Latina  entre las ciudades capitales y las otras, sino también al interior de cada localidad, incluyendo la megaciudad capital.

En las urbes mayores de nuestros países el territorio está segregado según criterios socioeconómicos. En Santiago de Chile, por ejemplo, la ciudad se ha estructurado de modo que en el “barrio alto”, al oriente, viven los ricos y los cuasi ricos. En las  comunas periféricas, al poniente, viven los pobres. Dado que estos dos grupos están alejados por la geografía, pero se necesitan para su subsistencia, surgen los problemas del traslado. Miles de personas viajan varias horas al día para ir de la casa al trabajo y viceversa. La ciudad no se constituye como una unidad coherente ya que ambos sectores difieren enormemente en la infraestructura que hace posible una determinada calidad de vida en estos barrios. Para referirse a situaciones como ésta decía el filósofo barcelonés Xavier Rubert de Ventós: “En un mundo de diferencias tan grandes no puede crecer una ciudad. En un mundo que se muere de hambre y otro que se muere de colesterol, la ciudad no es posible”.  

Dado que el tema es más amplio que el de las meras desigualdades de ingresos algunos países han creado reparticiones públicas que se preocupan de él. Es el caso, por ejemplo, del Estado italiano y su Ministero per le pari opportunité, el Ministerio para la Igualdad de Oportunidades, cuya estructura administrativa es el Dipartimento per le pari opportunité que asiste al Ministro en la preparación de las propuestas de leyes gubernamentales,  en las intervenciones de coordinación de los diversos organismos y en la representación ante los organismos internacionales. También en Suiza existe un organismo público de carácter estatal y cantonal encargado de la promoción de la igualdad. Como sucede en muchas otras democracias la Constitución federal suiza consagra la garantía de los derechos fundamentales y el derecho de igualdad entre los individuos. Ello es muy importante ya que el régimen político consagra el referéndum popular facultativo para la legislación, tanto a nivel federal como cantonal.

Una política más amplia destinada a enfrentar las desigualdades en los diferentes aspectos de la vida social, más allá de los ingresos, requiere de iniciativas complejas y permanentes, tanto del Estado como de la sociedad toda. Ello  reforzaría los logros obtenidos en el último cuarto de siglo, a la vez que los ampliaría a diversos otros aspectos de la realidad social. Uno de ellos es el importante tema de los valores culturales elitistas y segregacionistas que impregnan la convivencia de las diferentes clases, estratos, y grupos de amistad y ayuda mutua que estructuran la realidad social, política y económica, especialmente en los países en desarrollo, como los de América Latina.

Por otro lado, hay que señalar que todas las políticas sociales exitosas ayudan a este propósito, en especial aquellas destinadas a eliminar la pobreza y la pobreza extrema, así como  las políticas específicas de educación, salud, vivienda, empleo, previsión social.

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