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sábado, 25 de octubre de 2014

Martin Luther King, un verdadero Premio Nobel de la Paz

Mientras King se oponía férreamente a la guerra,  Barack Obama ha sido un entusiasta promotor de la misma. Bajo su conducción, Estados Unidos se ha involucrado en diversas acciones intervencionistas en distintas latitudes del planeta, superando incluso en ímpetu bélico de sus colegas republicanos Ronald Reagan y George Bush, lo cual, hace unos años, parecía imposible.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

Martin Luther King.
El acontecer político de Estados Unidos en el año 1964 estuvo caracterizado por la profunda conflictividad emanada del rechazo de la sociedad a la participación de sus soldados en la guerra de Vietnam, así como la creciente movilización en pro del reconocimiento de los  derechos civiles de las minorías raciales, en particular de los afrodescendientes.

Se vivían tiempos de mucha tensión. Pocos años antes, se habían establecido políticas claramente segregacionistas que generaron continuos hechos de violencia.

En 1963 fue asesinado el presidente John F. Kennedy. La organización extremista  Ku Klux Klan que promocionaba la superioridad blanca campeaba por sus fueros desarrollando acciones vandálicas de toda índole contra personas de otras razas y sus propiedades. En el sureño estado de Mississippi, todavía a los negros se les negaba la educación superior y el derecho a voto, así mismo había fuentes de agua públicas y cines, separados para negros y blancos.

En ese contexto, en junio de ese año, fueron asesinados los activistas pro derechos civiles James Earl Chaney,  Michael Schwerner y Andrew Goodman, dos de los cuales eran blancos. Chaney y Schwerner se proponían construir un centro de formación educativa para los niños segregados en la localidad de Neshoba. En el hecho que les costó la vida participaron miembros del Ku Klux Klan quienes actuaron con apoyo de la policía del Condado.

El hecho causó gran conmoción en Mississippi y en todo el país. Los restos de los activistas fueron encontrados 44 días después de su desaparición.  La movilización generalizada en contra de la masacre devino en hechos violentos que no tenían parangón desde el fin de la guerra civil que había ocurrido más de 100 años antes. El levantamiento ciudadano logró que ese año se aprobara la Ley por los Derechos Civiles y al año siguiente, la Ley de Derecho al Voto. Los negros habían tenido que vivir más de 70 años bajo un entramado jurídico segregacionista a pesar que éste había sido formalmente derogado en Mississippi en el año 1890.

En otro plano, en ese mismo año las acciones de los patriotas vietnamitas habían arreciado en contra de la intervención estadounidense. Durante el verano, el ejército de Vietnam del Norte inició  la primera gran ofensiva contra el sur. La debilidad del gobierno títere en el sur era evidente. El Presidente Lyndon Johnson quien había ocupado esa investidura tras el asesinato de Kennedy estimó necesaria una intervención militar directa en gran escala. Tal como ha ocurrido a través de la historia, se necesitaba una acción que justificara esa decisión ante la opinión pública estadounidense. En esas condiciones, Estados Unidos concibió una operación mediante la cual dio a conocer al mundo que el ejército vietnamita había atacado sus barcos de guerra  en el Golfo de Tonkín, próximo a las costas del norte del norte de Vietnam. Tal pretexto sirvió para que en agosto, el Congreso de Estados Unidos emitiera una ley mediante la cual autorizó al presidente Johnson a una intervención integral en Vietnam.

La intromisión de Estados Unidos en el país asiático se hizo al margen del Derecho Internacional y sin que mediara declaración de guerra alguna.  Ya en ese entonces el presidente de Estados Unidos había esbozado la idea de participar a través de bombardeos masivos resguardando sus tropas del enfrentamiento directo. Ese objetivo jamás pudo ser cumplido, elevando el número de bajas como jamás había tenido las fuerzas armadas de Estados Unidos en sus incursiones fuera de su país. Todo esto devino en un rechazo mundial al involucramiento de Estados Unidos en Vietnam. La propia opinión pública estadounidense comenzó a jugar un papel activo en el desenmascaramiento de los objetivos imperiales de la potencia americana en el sudeste de Asia.

En este marco de elevado conflicto tanto interno como externo en Estados Unidos emergió la figura del pastor bautista Martin Luther King quien primero ejerció una labor protagónica al frente del Movimiento por los Derechos Civiles a favor de los negros, simultaneando posteriormente esa lucha con la denuncia y rechazo a la intervención de Estados Unidos en el sudeste asiático. Hace 50 años, en este mismo mes de octubre, el Doctor King recibió el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos por eliminar la discriminación racial por medios no violentos, convirtiéndose a los 35 años en la persona más joven en haberlo recibido.

Medio siglo después, en el estado de Missouri, medio oeste de Estados Unidos, vuelven a ocurrir circunstancias similares, la segregación racial y la violencia de las autoridades descargan su odio contra jóvenes negros. En agosto, en Ferguson,  suburbio de la ciudad de San Luis, Michael Brown de 18 años es asesinado por un policía blanco. El hecho nuevamente perturba la nación, grandes protestas exigen la captura y el juicio de los implicados en la acción criminal. Dos meses después, en octubre, hace pocos días, Vonderrit Myers Jr., fue ultimado en las mismas condiciones que Brown. Pareciera que nada ha cambiado.

Sin embargo, no sería acertado afirmar tal cosa. Hoy, un afroamericano es el presidente de Estados Unidos. También -al igual que Martin Luther King- recibió el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, hay una sustancial diferencia. Mientras King se oponía férreamente a la guerra,  Barack Obama ha sido un entusiasta promotor de la misma. Bajo su conducción, Estados Unidos se ha involucrado en diversas acciones intervencionistas en distintas latitudes del planeta, superando incluso en ímpetu bélico de sus colegas republicanos Ronald Reagan y George Bush, lo cual, hace unos años, parecía imposible.

Obama pareciera no recordar la prédica del Dr.King cuando dijo que: “Los hombres, a lo largo de la historia, han hablado de la guerra y de la paz. Pero ahora ya no pueden quedarse solo en el hablar. No es una elección entre la violencia y la no violencia en este mundo; es una elección entre la violencia y la existencia”.

Dos negros, dos estadounidenses, dos Premios Nobel de la Paz, pero una gran diferencia. King dijo que rechazaba “… aceptar la noción cínica de que naciones tras naciones deben descender la escala militarista hacia el infierno de la destrucción termonuclear. Creo que la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán finalmente la palabra. Porque el bien, incluso temporalmente vencido, es más fuerte que el mal triunfante”.

Cuando en 2009 Barack Obama se hizo acreedor del premio Nobel, recordó las palabras pronunciadas por Martin Luther King al recibirlo 45 años antes: “La violencia nunca trae la paz permanente”, pero a continuación el presidente estadounidense agregó: “Mientras tenga una nación que defender, no puedo  seguir sus enseñanzas”.

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