Mientras King se oponía
férreamente a la guerra, Barack Obama ha
sido un entusiasta promotor de la misma. Bajo su conducción, Estados Unidos se
ha involucrado en diversas acciones intervencionistas en distintas latitudes
del planeta, superando incluso en ímpetu bélico de sus colegas republicanos
Ronald Reagan y George Bush, lo cual, hace unos años, parecía imposible.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Martin Luther King. |
El acontecer político
de Estados Unidos en el año 1964 estuvo caracterizado por la profunda
conflictividad emanada del rechazo de la sociedad a la participación de sus
soldados en la guerra de Vietnam, así como la creciente movilización en pro del
reconocimiento de los derechos civiles
de las minorías raciales, en particular de los afrodescendientes.
Se vivían tiempos de
mucha tensión. Pocos años antes, se habían establecido políticas claramente
segregacionistas que generaron continuos hechos de violencia.
En 1963 fue
asesinado el presidente John F. Kennedy. La organización extremista Ku Klux Klan que promocionaba la superioridad
blanca campeaba por sus fueros desarrollando acciones vandálicas de toda índole
contra personas de otras razas y sus propiedades. En el sureño estado de
Mississippi, todavía a los negros se les negaba la educación superior y el
derecho a voto, así mismo había fuentes de agua públicas y cines, separados
para negros y blancos.
En ese contexto, en
junio de ese año, fueron asesinados los activistas pro derechos civiles James
Earl Chaney, Michael Schwerner y Andrew
Goodman, dos de los cuales eran blancos. Chaney y Schwerner se proponían
construir un centro de formación educativa para los niños segregados en la
localidad de Neshoba. En el hecho que les costó la vida participaron miembros
del Ku Klux Klan quienes actuaron con apoyo de la policía del Condado.
El hecho causó gran
conmoción en Mississippi y en todo el país. Los restos de los activistas fueron
encontrados 44 días después de su desaparición.
La movilización generalizada en contra de la masacre devino en hechos
violentos que no tenían parangón desde el fin de la guerra civil que había
ocurrido más de 100 años antes. El levantamiento ciudadano logró que ese año se
aprobara la Ley por los Derechos Civiles y al año siguiente, la Ley de Derecho
al Voto. Los negros habían tenido que vivir más de 70 años bajo un entramado
jurídico segregacionista a pesar que éste había sido formalmente derogado en
Mississippi en el año 1890.
En otro plano, en ese
mismo año las acciones de los patriotas vietnamitas habían arreciado en contra
de la intervención estadounidense. Durante el verano, el ejército de Vietnam
del Norte inició la primera gran
ofensiva contra el sur. La debilidad del gobierno títere en el sur era
evidente. El Presidente Lyndon Johnson quien había ocupado esa investidura tras
el asesinato de Kennedy estimó necesaria una intervención militar directa en
gran escala. Tal como ha ocurrido a través de la historia, se necesitaba una
acción que justificara esa decisión ante la opinión pública estadounidense. En
esas condiciones, Estados Unidos concibió una operación mediante la cual dio a
conocer al mundo que el ejército vietnamita había atacado sus barcos de
guerra en el Golfo de Tonkín, próximo a
las costas del norte del norte de Vietnam. Tal pretexto sirvió para que en
agosto, el Congreso de Estados Unidos emitiera una ley mediante la cual
autorizó al presidente Johnson a una intervención integral en Vietnam.
La intromisión de
Estados Unidos en el país asiático se hizo al margen del Derecho Internacional
y sin que mediara declaración de guerra alguna.
Ya en ese entonces el presidente de Estados Unidos había esbozado la
idea de participar a través de bombardeos masivos resguardando sus tropas del
enfrentamiento directo. Ese objetivo jamás pudo ser cumplido, elevando el
número de bajas como jamás había tenido las fuerzas armadas de Estados Unidos
en sus incursiones fuera de su país. Todo esto devino en un rechazo mundial al
involucramiento de Estados Unidos en Vietnam. La propia opinión pública
estadounidense comenzó a jugar un papel activo en el desenmascaramiento de los
objetivos imperiales de la potencia americana en el sudeste de Asia.
En este marco de
elevado conflicto tanto interno como externo en Estados Unidos emergió la
figura del pastor bautista Martin Luther King quien primero ejerció una labor
protagónica al frente del Movimiento por los Derechos Civiles a favor de los
negros, simultaneando posteriormente esa lucha con la denuncia y rechazo a la
intervención de Estados Unidos en el sudeste asiático. Hace 50 años, en este
mismo mes de octubre, el Doctor King recibió el Premio Nobel de la Paz por sus
esfuerzos por eliminar la discriminación racial por medios no violentos,
convirtiéndose a los 35 años en la persona más joven en haberlo recibido.
Medio siglo después, en
el estado de Missouri, medio oeste de Estados Unidos, vuelven a ocurrir
circunstancias similares, la segregación racial y la violencia de las
autoridades descargan su odio contra jóvenes negros. En agosto, en
Ferguson, suburbio de la ciudad de San
Luis, Michael Brown de 18 años es asesinado por un policía blanco. El hecho
nuevamente perturba la nación, grandes protestas exigen la captura y el juicio
de los implicados en la acción criminal. Dos meses después, en octubre, hace
pocos días, Vonderrit Myers Jr., fue ultimado en las mismas condiciones que
Brown. Pareciera que nada ha cambiado.
Sin embargo, no sería
acertado afirmar tal cosa. Hoy, un afroamericano es el presidente de Estados
Unidos. También -al igual que Martin Luther King- recibió el Premio Nobel de la
Paz. Sin embargo, hay una sustancial diferencia. Mientras King se oponía
férreamente a la guerra, Barack Obama ha
sido un entusiasta promotor de la misma. Bajo su conducción, Estados Unidos se
ha involucrado en diversas acciones intervencionistas en distintas latitudes
del planeta, superando incluso en ímpetu bélico de sus colegas republicanos
Ronald Reagan y George Bush, lo cual, hace unos años, parecía imposible.
Obama pareciera no
recordar la prédica del Dr.King cuando dijo que: “Los hombres, a lo largo de la
historia, han hablado de la guerra y de la paz. Pero ahora ya no pueden
quedarse solo en el hablar. No es una elección entre la violencia y la no
violencia en este mundo; es una elección entre la violencia y la existencia”.
Dos negros, dos
estadounidenses, dos Premios Nobel de la Paz, pero una gran diferencia. King
dijo que rechazaba “… aceptar la noción cínica de que naciones tras naciones
deben descender la escala militarista hacia el infierno de la destrucción
termonuclear. Creo que la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán
finalmente la palabra. Porque el bien, incluso temporalmente vencido, es más
fuerte que el mal triunfante”.
Cuando en 2009 Barack
Obama se hizo acreedor del premio Nobel, recordó las palabras pronunciadas por
Martin Luther King al recibirlo 45 años antes: “La violencia nunca trae la paz
permanente”, pero a continuación el presidente estadounidense agregó: “Mientras
tenga una nación que defender, no puedo
seguir sus enseñanzas”.
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