Nuevamente México es centro de atención
por espantosos hechos de violencia; una violencia irracional que parece que,
estando el cuerpo social en su conjunto en descomposición, podría provenir de
muy diferentes partes.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
"Precisando los términos", de Fisgón (Tomado de La Jornada) |
El extremo norte de América Latina está
envuelto en una convulsión que va dejando tras de sí una estela de damnificados
y muertos: migrantes mutilados o asesinados; pandillas asociadas al crimen
organizado; Estados en los que desde el más alto hasta el más humilde
funcionario son susceptibles de caer en las garras de la corrupción; creciente
brecha entre ricos y pobres.
Guatemala, El Salvador, Honduras y
México han caído en una espiral que no parece tener fin, y que deja
acontecimientos terribles como la de las muertes y desapariciones de Ayotzinapa
del pasado 26 de setiembre.
Hace 20 años, la insurrección zapatista
aterrorizó al Estado mexicano que pensó llegado el momento de una insurrección
generalizada, en la que Guerrero, por cierto, Estado en el que se han sucedido
los acontecimientos actuales, parecía ser un eslabón débil por su tradición
histórica rebelde.
La respuesta entonces, como ahora, fue
la misma: la represión y la militarización de la sociedad, el protagonismo del
Ejército y las policías federales, que llegan a “pacificar” en nombre del
Estado.
Es el Estado, sin embargo, uno de los
agentes causantes de la situación caótica y violenta. Como el caso de los
estudiantes de Ayotzinapa deja ver, la diferencia entre crimen organizado y
aparato estatal se encuentra totalmente desdibujada, y quien sufre directamente
las consecuencias es la ciudadanía, que se encuentra en un verdadero estado de
indefensión y acoso permanente.
En estas circunstancias, dilucidar quién
es el autor de la masacre perpetrada en Iguala y alrededores, y develar las
razones por las que se cometió, se torna un verdadero acertijo.
Lo único que queda claro, a la luz del
día, es el contubernio de intereses vinculados al poder y el dinero que no
paran mientes en nada ni en nadie para llevar a cabo sus objetivos.
Las víctimas son estudiantes. No
cualquier estudiante, por cierto, sino estudiantes contestatarios,
beligerantes, que denuncian y se oponen a ese estado de cosas. En el caso de
esta última masacre, recolectaban fondos para participar en una marcha de
protesta en el Distrito Federal.
No son solo ellos los que sufren la
violencia de ese ente amorfo y desfigurado que conforma el entramado
Estado-crimen organizado. Son también los campesinos, como en Atenco, por
ejemplo; es decir, los outsider del
sistema, los que no quieren seguir las pautas que impone el modelo neoliberal
que acaba de desnacionalizar el petróleo y sigue, inexorablemente, profundizándose.
Son ellos los que sirven de ejemplo y
escarmiento para toda la sociedad: “pórtense mal y vean lo que les pasa”. “No
protesten porque ´los pacificamos´ con el garrote estatal”.
Véase, también cómo, a pesar de lo
descarnado y multitudinario del crimen, y a pesar de que los muertos son
estudiantes, CNN no hace cobertura especial ni envía reporteros que se alistan
en la primera fila de las protestas. Parece haber, pues, estudiantes y
estudiantes; es decir, los que interesan y los que no interesan.
México, el “hermano mayor” de
Centroamérica, se desangra como ella. También como ella languidece en un estado
de descomposición generalizado que parece no solo no tener fin sino, por el
contrario, profundizarse porque, aunque la corrupción ha sido una constante en
México dese hace muchos años, las formas y los niveles que tiene hoy en día no
se habían presentado nunca.
En este contexto, los acontecimientos de
Iguala, con lo terribles que son, no constituyen una excepción sino la
confirmación de la regla.
En lo absoluto, es una forma de como callar nuestras protestas, pero no sólo para México, sino una forma de callar el mundo. Por eso, la hermandad que debe de predominar en nuestra América y el mundo. que esos lazos de fraternidad se escuchen a todo pulmones has ta derrotar estos estos males gobiernos. La unidad tiene que prevalecer...
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