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sábado, 8 de noviembre de 2014

América del Sur ya votó

En 2014 hubo elecciones generales en siete países, signadas por el ascenso de gobiernos que, en general, rompieron con la continuidad del neoliberalismo, aunque quedan pendientes deudas sociales y estructurales históricas.

Osvaldo Drozd / Miradas al Sur

Dilma Rousseff y Evo Morales: vencedores de
las contiendas electorales en Brasil y Bolivia.
El año que corre adquirió suma importancia en la región. Si bien la agenda de los comicios presidenciales no coincide en los diferentes países, 2014 marca la impronta de una seguidilla que permite realizar un esbozo de análisis de situación. Porque si en poco más de una década se fue produciendo un arribo casi masivo de fuerzas progresistas a los gobiernos regionales, hoy pareciera que se estuviese dando una especie de amesetamiento, y que el entusiasmo original por la integración hubiera entrado en cierto grado de inercia. Bien vale en tal sentido, una reflexión al respecto.

Este año se realizaron elecciones generales en Bolivia, Brasil, Colombia, Uruguay, El Salvador, Costa Rica y Panamá. También hubo elecciones locales o de medio término en Ecuador y Perú. Y aunque las presidenciales en Chile fueron el año pasado, la presidenta Michelle Bachelet asumió el 11 de marzo de este año.  En este marco cobran mayor relevancia las presidenciales que el próximo año tendrán lugar en la Argentina.

Si bien en cuanto a la integración no hay que dejar de lado a las diferentes subregiones, en esta nota se evaluarán las principales implicancias electorales en lo que atañe a Suramérica. No porque lo que suceda en Centroamérica o en México no afecte o lleguen a tener incidencia general, sino porque desde la conformación de un organismo como es la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el subcontinente adquirió una dinámica bastante peculiar, y porque los diferentes alineamientos nacionales en cuanto a instrumentos multilaterales no pudieron socavar la unidad. En tal sentido la pertenencia de los diferentes países suramericanos a bloques como el Mercosur, la Alianza del Pacífico, la Comunidad Andina, o el Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), más allá de las diferencias que ello produce, aún permiten conservar el espíritu de unidad subcontinental. El resultado de la segunda vuelta electoral en Colombia por el cual se impusiera Juan Manuel Santos al candidato del uribismo Óscar Iván Zuluaga fue, si se quiere, un triunfo de la Unasur, y por eso no llama la atención que el ex presidente Ernesto Samper fuera designado como nuevo secretario general del organismo. La continuidad y profundización del proceso de paz en Colombia es una excelente noticia para la región y uno de los factores del resultado electoral.

La realidad de las naciones suramericanas es desigual, existen diferentes matices y en algunos casos un gran contraste. Lo que no quedan dudas es que hay muchos factores comunes en juego, y que a partir de ellos hay que hacer un balance de las elecciones realizadas y extraer de ahí los trazos particulares que permitan avizorar qué incidencia pueden tener a nivel general. Por un lado, se juega la integración continental en contraste con la fragmentación anterior, alcanzando una relativa pero saludable autonomía con respecto a los viejos amos imperiales. Sin embargo, este proceso se torna válido siempre que se produzca un salto cualitativo, que deje atrás las viejas trabas estructurales en las cuales se sostienen la dependencia y el atraso relativo. Dar cuenta de la cuestión agraria y producir el cambio de una matriz productiva sujeta principalmente a la exportación de commodities, son tareas que a nivel de lo económico, deben permitir en simultáneo lograr una mejor distribución de la renta, y políticamente expandir derechos, que integren cada vez más a las mayorías populares postergadas. En líneas generales, lo anteriormente expuesto pareciera ser compartido por las diferentes gestiones progresistas, aunque en algunos casos, la inercia de la vieja estructuración económica no pareciera alterarse.

Cuando se realiza un balance electoral, vale señalar que la cuantificación de los sufragios no necesariamente implica un reflejo automático de lo que sucede en la sociedad y que en las formaciones actuales es más común la indiferencia que el alineamiento voluntario a fuerzas políticas. Esto se vio reflejado sobre todo con el colapso del neoliberalismo en la región, produciendo profundas crisis de representación, que en algunos casos fueron subsanadas con la llegada de los gobiernos progresistas. Lo político y lo social tienden a acercarse cuando un gobierno o una fuerza, hacen de la movilización el principal factor para sostener un proyecto y lograr que los sectores populares se sientan parte.

En febrero de este año tuvieron lugar las elecciones seccionales (departamentos y alcaldías) en Ecuador. La oficialista Alianza PAIS, que conduce el presidente Rafael Correa, obtuvo la mayoría de los votos y ganó en las diferentes localidades, pero hubo algunos resultados que hicieron que Correa ponga el grito en el cielo. Y no es para menos, ya que una de las localidades que se perdió fue la alcaldía de Quito. El mandatario andino a partir de ese momento comenzó a hablar de una escalada de la derecha en la región. Según Correa, hoy después de una década de gobiernos progresistas, la derecha logró reinventarse y vuelve con otra fuerza. El reciente Encuentro Latinoamericano Progresista (Elap 2104) que tuviera lugar precisamente en Quito, fue convocado por la Alianza PAIS para debatir sobre esos ejes. Allí fueron invitadas diversas fuerzas políticas progresistas y de izquierda de toda la región.

 Más arriba se señalaba la importancia del resultado electoral en Colombia. Tras una derrota por mínima diferencia en la primera vuelta, el presidente Juan Manuel Santos pudo dar vuelta el resultado favorablemente en la segunda. El 25 de mayo se había impuesto el candidato del uribista Centro Democrático Óscar Iván Zuluaga, y si esa tendencia se hubiera profundizado en el balotaje, el proceso de paz que se viene desarrollando en La Habana entre el gobierno y la guerrilla de las Farc hubiera corrido serio riesgo. Eso es lo que advirtieron diferentes referentes de la izquierda y decidieron darle todo su apoyo a la reelección de Santos. En tal sentido, la segunda vuelta, que tuvo lugar el 15 de junio, se convirtió en un verdadero plebiscito por la paz, produciendo una gran derrota al guerrerismo propuesto por la fuerza derechista del ex presidente Álvaro Uribe. La presencia de un conflicto armado permite que los Estados Unidos se inmiscuyan en cuestiones soberanas, al caratular como terrorista al grupo de la guerrilla. Desde fines de 2007, cuando las Farc propusieron liberar rehenes, esto se convirtió en un tema regional en el cual los países vecinos Venezuela y Ecuador se vieron afectados, hasta que en 2010, cuando asumió Santos, convocó al por entonces secretario general de la Unasur Néstor Kirchner para que pueda mediar entre el país neogranadino y sus vecinos. La pertenencia de Colombia a la Alianza del Pacífico no impidió la prosecución del proceso de paz, e incluso el nombramiento del ex presidente Ernesto Samper puede considerarse como una importante señal de los diferentes países a la prosecución de dicho proceso. Samper, desde que asumió no deja de recordar que el continente es una zona de paz.

Pero si en Colombia la izquierda y el progresismo en la segunda vuelta apostaron a Santos, revirtiendo no sólo la performance de la derecha, sino también un serio marco de crisis de representatividad, que hasta pocos meses antes de las elecciones vaticinaba que el voto en blanco o nulo iba a ser el gran protagonista de los comicios, podría afirmarse que ese escenario pertenece a una realidad bastante peculiar. Tanto en Brasil y en menor medida en Uruguay la derecha pudo reinventarse y tener de aquí en más proyecciones a futuro. Por su parte, las recientes elecciones en Bolivia muestran a las claras –con más del 60% de votos a favor del presidente Evo Morales– que cuando la gestión política no está distanciada de los sectores sociales, es posible mantener un alto grado de consenso. Justamente eso es lo que el presidente ecuatoriano Rafael Correa le reprochó en febrero al candidato de su partido, quien no pudo conservar la alcaldía de Quito. Tanto Evo como Correa no le dejan de recordar a sus representantes locales, que no hay que confiarse en la marea de votos que ellos como líderes nacionales producen, sino que es necesario ganar consensos desde muy abajo.

En líneas generales se podría afirmar que no hubo retrocesos, pero tampoco un avance sustancial y de conjunto que permita aislar a los sectores más retrógrados, como sucedió en Bolivia.

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