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sábado, 8 de noviembre de 2014

Fracasó el contraataque imperial

No cesa el oleaje antimperialista en el continente. En forma de votos una fuerza telúrica remontó flaquezas y llevó al fracaso la más sofisticada, integral y mejor financiada contraofensiva estadounidense.

Luis Bilbao / América XXI

El triunfo de Evo Morales en Bolivia fortalece la tendencia
antiimperialista y antineoliberal en nuestra América.
Comienza así una nueva fase en la lucha de la región contra la hegemonía estadounidense y la explotación capitalista. Podía oírse el jadeo de las hienas, prontas a despedazar el ansiado cadáver. Pero no ocurrió la derrota electoral de las mayorías, por la que Washington trabajó a cara descubierta en Brasil y Uruguay. Tampoco tuvo éxito la escalada violenta ensayada otra vez en Venezuela.

Álvaro Uribe y José Aznar, cabezas visibles de la Internacional Parda, desperdiciaron el viaje simultáneo a Argentina en fecha supuestamente tan propicia para ellos. Esperaban anudar el gran éxito reafirmando un elenco fascista para el próximo período presidencial en el país sureño. Debieron limitarse a masticar arena en entrevistas con candidatos y periodistas adeptos. Los habían precedido celebridades de la prensa venal, todos contra Venezuela y aunando en la fácil condena al populismo el proceso político regional más rico y diverso en cinco siglos.

Así, por el momento el Departamento de Estado ha perdido la batalla. Continúa la guerra, desde luego, pero esta victoria tiene un valor trascendental y da nuevo aliento a las fuerzas revolucionarias de la región, debilitadas y en cierta medida confundidas por el retroceso visible de los últimos tiempos, interpretado por la Casa Blanca como su oportunidad para dar el zarpazo.

Este nuevo capítulo tiene base de sustentación en Bolivia, donde el saldo fue neto y no sólo ratificó la estrategia hacia el socialismo en ese país: orientó y estimuló a trabajadores, campesinos e indígenas de toda la región, contribuyendo a las victorias del Partido dos Trabalhadores en Brasil y el Frente Amplio en Uruguay.

Un horizonte nítido para esta nueva fase fue trazado en Venezuela por los estrategas del gran capital. Mientras volcaban cientos de millones para alimentar un letal aparato de propaganda, destinada a intoxicar a las mayorías en Suramérica, en Venezuela programaron una campaña terrorista, con base en paramilitares colombianos. El propósito inmediato era alentar la derrota del PT y el FA. Pero apuntaba también a sacar rédito en cada país de la región, sobre todo en Argentina, donde las metrópolis dan por seguro la victoria de fuerzas explícitamente proimperialistas en las presidenciales del año próximo.

Fallaron ambos objetivos. Descubierta y desmantelada por la inteligencia de la Revolución, la intentona terrorista tuvo un corolario particularmente brutal con el asesinato a sangre fría del joven diputado Robert Serra y su compañera. Operó otra vez sin embargo la conciencia y disciplina revolucionaria de vanguardias y masas, quienes comprendieron el sentido de la provocación. De modo que mientras fracasaba el intento de desatar un baño de sangre en Venezuela, la táctica imperial chocaba contra la voluntad de las masas en Brasil y Uruguay.

El papel que en la campaña de prensa tradicional jugó el elenco estable de pseudointelectuales itinerantes al servicio del Departamento de Estado lo cumplieron mercenarios en acción en Venezuela, donde el capital ya descarta la vía electoral. La beligerancia yanqui reitera el empleo de mercenarios terroristas, destinados a dividir el país y detonar una guerra civil como en Siria y Ucrania.

Con la programada derrota electoral de las mayorías en Uruguay y, sobre todo, en Brasil, Washington aspiraba al aislamiento de los países de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América, condición para continuar en escala mayor el accionar terrorista en Venezuela y extenderlo luego al resto del Alba.

Nuevo cuadro regional

Doble frustración para la contrarrevolución. Y, de aquí en más, un desafío táctico-estratégico sin precedentes para gobiernos y fuerzas políticas anticapitalistas.

Son numerosas las consecuencias de esta derrota estadounidense. Inicia un nuevo ciclo en las relaciones de fuerza al sur del Río Bravo. La expresión no es mera fórmula: en consonancia con las victorias de naturaleza diferente en Venezuela, Bolivia, Uruguay y Brasil, México se ha instalado en una zona de turbulencia que dificultará su papel de plataforma estadounidense para vaciar de contenido a Unasur-Celac y ocupar el espacio con la Alianza del Pacífico.

Por un lapso de tiempo necesariamente breve las fuerzas de la revolución están en ventaja. La reforma política anunciada por Dilma Rousseff, aún indefinida, tendrá necesariamente un contenido democratizador, es decir, contrario al aparato elitista de la burguesía que integra el propio gobierno en la figura del Pmdb. En Uruguay el resultado electoral debe ser todavía refrendado en segunda vuelta, aunque es improbable otro resultado que afirmación de Tabaré Vázquez. En ambos casos es previsible que, pese a las exigencias objetivas de la economía y la eventual voluntad de los gobiernos o algunos de sus sectores, será imposible aplicar las medidas de saneamiento exigidas por la crisis internacional del capital, particularmente en el caso de Brasil.

A menos que el PT y el FA contradigan en lo inmediato sus promesas de campaña, la Alianza del Pacífico perderá músculo durante un período. Si el Alba actúa con eficacia, Unasur y Celac podrán recuperar autonomía frente a Estados Unidos, neutralizando las intenciones del arco Chile-Perú-Colombia-México. Frente a éste, el bloque suramericano del Alba –Venezuela, Ecuador y Bolivia- se convierte en un eje de enorme proyección potencial, incluso contando con el posicionamiento centrista de Brasilia y Montevideo y la presumible debilidad en el accionar de Buenos Aires, víctima de un desgaste extremo y en período preelectoral.

Sobre estos tres conjuntos dispares gravitará con creciente fuerza la crisis estructural del capitalismo que ya ha pasado de los centros imperiales al llamado bloque Brics (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) y golpeará con dureza creciente sobre la totalidad del planeta, no sólo por la caída en los precios de las materias primas. De la respuesta táctica y estratégica a esta crisis dependerá el resultado de la gran batalla.

Socialdemocracia y socialcristianismo actúan alineados ora con el bloque centrista, ora con el arco de la Alianza del Pacífico. La manipulación de movimientos sociales bajo el manto de Francisco es una herramienta poderosa en solapado apoyo a la línea de acción estadounidense en esta pugna estratégica.

La Internacional socialdemócrata y el Vaticano obran con mayor peso incluso que el de algunos gobiernos del área. Oposición explícita o camuflada frente a la Revolución Bolivariana de Venezuela, combinada con ambigüedad y ambivalencia respecto de la definición socialista y la asunción de urgentes medidas de transición anticapitalista, son las maneras en que a menudo se filtran posiciones que dividen y debilitan a las masas. El Alba tiene la difícil tarea de mostrar un camino diferente al centrista, a la vez que detecta y proyecta toda posibilidad de frente único antimperialista.

En esta suerte de paréntesis estratégico se librará una franca batalla de clases extensible a toda la región, en la cual la perspectiva socialista enfrentará a corrientes reformistas y otras que se empeñan en afrontar la crisis del sistema desde el “capitalismo nacional”. Ese combate dirimirá quién estará al comando en la próxima etapa.

Aquí el terreno no es electoral y sólo en escasa proporción partidario. Se trata de cómo evolucionan las clases trabajadoras en materia de conciencia y organización. Si logran o no salir de la encerrona histórica en la que quedaron prisioneras tras la degeneración de la Revolución Rusa primero y la disolución de la Unión Soviética después. Por definición es una batalla a librar a escala mundial, con preponderancia en los países de mayor desarrollo industrial. Brasil entre ellos.

Acaso el factor más relevante del resultado electoral en ese país es que la clase obrera no se dejó engañar con la socialdemocracia que asume su condición, lo cual no atenúa el hecho de que esté encuadrada en estrategias de ese signo o, aún peor, adosada a fuerzas declaradamente burguesas. Es un hecho a subrayar y revertir que franjas juveniles y altamente calificadas de la clase obrera brasileña sí se encolumnaron electoralmente con el Psdb.

Cruje la economía mundial

América XXI lo repitió una y otra vez. Ahora lo admiten los medios del gran capital. Dice The Economist: “A comienzos de año todo lucía color de rosa (…) Las problemáticas economías de la ‘periferia’ europea (¡¿por qué pondrán periferia entre comillas?!) comenzaban a cambiar de rumbo, parecía, y el Banco Central Europeo haría lo necesario para mantener unida la eurozona. Todo fue arrojado por la ventana durante la corrida de los mercados globales del 15 y 16 de octubre”.

Parecía que todo era color de rosa. Bravos editores los de la prensa imperialista…

Por la ventana fueron arrojadas las expectativas de recomposición no sólo de Grecia, sino también de España, Portugal y, un paso atrás, Italia y Francia, todo al compás de un anuncio para ellos asombroso: Alemania, la locomotora europea, beneficiaria de la estafa continental de la eurozona, ingresa al neblinoso terreno de la recesión. “Europa se está precipitando hacia una trampa de deflación y estancamiento de tipo japonés”, dice Paul Krugman, el keynesiano frustrado por las noticias cotidianas no sólo en el viejo continente: la Reserva Federal estadounidense aumentará en pocos meses la tasa de interés. Es decir: acaba con su política de descontrolada emisión de dólares sin respaldo, a la que denominó quantitative easing . Dicho de otro modo: deja de sostener la fallida reactivación con recursos falsos y admite el retorno de la recesión en Estados Unidos.

Yerran a distancia quienes pretenden responder a esta realidad corrigiendo el capitalismo con algún adjetivo, sea “humano”, “social”, “de Estado” o “progresista”. Ilusiones vanas. Queda recorrer el camino de la transición socialista, quebrar la espina dorsal de la ley del valor, abolir el sistema de opresión y explotación… o resignarse ante a las hienas que siguen allí.

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