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sábado, 15 de noviembre de 2014

Costa Rica: El FMI, un muerto insepulto

Como nunca antes, el país ve cómo se acrecienta la brecha entre ricos y pobres, y cómo se deterioran otros indicadores en los cuales otrora fuera líder. Estas son las consecuencias de tres décadas de ajuste como el que recomienda el Fondo y que, ahora, pretende que se sigan implementando.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Luego que se instaló la crisis mundial después del 2008, El Fondo Monetario Internacional y sus sempiternas recomendaciones de ajuste se eclipsaron. Hubo, incluso, algunas declaraciones atrevidas, como las de Dominique Strauss-Kahn, a la sazón su Director Gerente, quien el 4 de abril de 2011 dijo en la Universidad de Washington que “estamos viviendo un momento de la historia muy singular…la crisis financiera mundial… devastó los cimientos intelectuales del orden económico mundial del último cuarto de siglo… El denominado “consenso de Washington” tenía una serie de mantras fundamentales. Una serie de normas simples en materia de política monetaria y fiscal garantizarían la estabilidad. La desregulación y la privatización generarían crecimiento y prosperidad. Los mercados financieros encauzarían los recursos hacia las esferas más productivas y se supervisarían a sí mismos en forma eficaz. Y todo mejoraría gracias a la globalización… Todo esto se derrumbó con la crisis. El consenso de Washington pertenece al pasado”. Tanto atrevimiento no podía ser tolerado, y Strauss-Kahn fue defenestrado acusado de acoso sexual.

El eclipsamiento del FMI llegó a tal punto que algunos llegaron a considerar que, junto con el modelo neoliberal que parecía haber mostrado sus límites con esa crisis y estaba condenado a desaparecer, su tiempo había pasado y no retornaría más a las andadas.

Pero como Ave Fénix, el FMI está de vuelta. Su regreso triunfal vino de la mano con el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, con quienes se ha dado a la tarea de salvar bancos y hundir en la lipidia a buena parte de la población de países como España, Grecia, Portugal e Irlanda.

Las fórmulas orientativas de los ajustes a los que han sometido a esos países son las mismas que, en la década de los ochenta y noventa, se aplicaron a rajatabla en América Latina, y que llevó a la debacle a países como Argentina y México.

Se trata de la contraofensiva del capital financiero transnacional que, en una nueva vuelta de tuerca, saca ventaja de la crisis que él mismo provocó, y para eso utiliza los instrumentos que tradicionalmente ha tenido a la mano. El FMI es uno de ellos.

En Costa Rica, el FMI realizó una visita la semana pasada y recomendó lo único que sabe recomendar: equilibrio fiscal, impuestos y recorte de prestaciones sociales y salarios.

La verdad, para decir eso no tenía por qué haber llegado al país porque ya todos se lo saben de memoria. Sirve, claro está, para respaldar el discurso de los sectores de la derecha que, ante un gobierno indeciso que no logra clarificar el rumbo que tomará luego de más de seis meses de haber llegado al poder, presiona para que no se incline hacia las reivindicaciones de los sectores populares.

Los personeros del Fondo trataron de mostrar un rostro agiornado y visitaron a representantes sindicales, un hecho verdaderamente inédito pero sin mayores consecuencias. En la cita solo se pusieron en evidencia las diferencias de visión y cada quien para su casa: el Fondo, a seguir observando desde su atalaya en la plataforma de los intereses del gran capital mundial, y los sindicalistas a pensar en tácticas y estrategias para no dejarse arrollar por la ofensiva neoliberal que se lleva adelante en el país desde distintos escenarios.

Costa Rica es un país que mostró históricamente índices de desarrollo positivos, mejores que la mayoría de países de la región. Pero eso ha terminado. Múltiples estudios, incluido uno anual que goza de prestigio entre Tirios y Troyanos, el Estado de la Nación, realizado bajo el patrocinio de las cuatro universidades públicas del país y que se presenta anualmente, muestran que tal situación está tocando sus límites.

Como nunca antes, el país ve cómo se acrecienta la brecha entre ricos y pobres, y cómo se deterioran otros indicadores en los cuales otrora fuera líder.

Estas son las consecuencias de tres décadas de ajuste como el que recomienda el Fondo y que, ahora, pretende que se sigan implementando.

Dadas esas características especiales que mostraba Costa Rica en el pasado, algunos especulaban que, en buena medida, eran producto de la “inteligencia” de los grupos dominantes, que habían sabido moderar sus impulsos en pos del lucro.

Pero la experiencia contemporánea muestra que eso no es más que una falacia: estos grupos son tan voraces como cualquier grupo de capitalistas, y esa voracidad solo se ha visto limitada por la organización y lucha de los sectores populares.

Los logros que tal organización y lucha han obtenido históricamente hoy son atacados como “privilegios” y trabas a la competitividad del país, añorando seguramente niveles de explotación como los que exhiben otros países centroamericanos que, por los salarios de hambre, las limitadas prestaciones sociales y el acoso (a veces hasta la muerte) a las organizaciones populares, pueden exportar y competir con países como la China en el cercano mercado norteamericano.

Es por todas estas razones que en Costa Rica se vive un momento crucial. De cómo se resuelva dependerá, en buena medida, el futuro del país.

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