La sociedad
cubana ya ha sufrido cambios y sufrirá muchos más, no cabe duda. Las presiones
y las provocaciones de todo tipo buscarán descarrilar el proceso. Lo importante
es defender las conquistas sociales que ponen a Cuba en especial pedestal en
América Latina en rubros en los que otros naufragan.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Mi amiga, Isabel Soto Mayedo, quien trabaja
para Prensa Latina en La Habana, me
dice lo que todos vemos: se aproximan tiempos difíciles y, a la vez, esperanzadores
para Cuba, pero que lo importante es mantener
la esencia inalterable.
Muy bien
dicho.
La reacción
melodramática de la recalcitrante derecha maimesca y su representación en el
Congreso norteamericano no deja lugar a dudas: para ellos, el restablecimiento
de relaciones diplomáticas entre los EEUU y Cuba es una tragedia. Y ya dieron
los primeros pasos públicos para tratar de entorpecer el proceso con el micro
escándalo, organizado exclusivamente para los medios de comunicación
extranjeros, de un supuesto performance en la Plaza de la Revolución por parte
de una cubana residente en el extranjero que volvió exclusivamente para
protagonizarlo.
Los Estados
Unidos no han renunciado ni renunciarán a sus aspiraciones de toda la vida.
Cambian de táctica, solamente, y esto lo dice expresa y claramente Obama en su
discurso, porque la forma como lo intentaron durante 60 años no les dio
resultado. Abusivos y prepotentes como son, no paran mientes en proclamar
abiertamente sus injerencistas propósitos.
Pero eso ya
lo sabemos todos y, aunque no lo dijeran con tanta claridad, lo sabríamos de
sobra. Lo saben, en primer lugar, los cubanos, que son quienes deben tomar sus
medidas para enfrentar la amenaza. Ya las habrán tomado, no cabe duda: 60 años
de guerra sucia en su contra los ha curtido como a pocos pueblos en el mundo.
Muy seguros
están los norteamericanos que los cubanos no resistirán el embate de miles de
turistas, el alud de electrodomésticos y las veleidades del american way of life. Esa fórmula no es
nueva, la propusieron para la URSS a mediados del siglo pasado y con ella
deslumbraron a los países del Este de Europa en la década de los noventa. Los
cubanos ya vieron hacia dónde llevó ese encandilamiento con las lucecitas de
neón parpadeantes de los centros comerciales de Occidente. Han visto también
las estadísticas que muestran, a las claras, la añoranza de altos porcentajes
de la población de la otrora Alemania Democrática, Rumania y otros países de la
Europa del Este por el socialismo.
Los cubanos
saben, sin embargo, que ese socialismo que extrañan en Europa no funciona más
en las circunstancias actuales, que debe reformarse, ponerse a tono con los
tiempos, evitar yerros mayúsculos en los que se cayó entonces. Por eso se
habla, en América Latina, de un socialismo
del siglo XXI.
Ese
socialismo del siglo XXI apuesta, como el otro, por la gente, pero es mucho más
flexible ideológica, política y económicamente. Reconoce el secuestro que hubo
en el socialismo histórico del protagonismo de las masas por las burocracias
partidarias y estatales. La necesidad de respetar e, incluso incentivar,
diferentes formas de propiedad y organización productiva. Se somete al
escrutinio ciudadano de las elecciones y disputa en el terreno político con
partidos distintos a los que impulsan los procesos de cambio.
Cuba se está
reformando en esa dirección siguiendo sus propias pautas, sus propios ritmos y
sus propias necesidades. Es muy posible que el restablecimiento de relaciones
diplomáticas con los EEUU formen parte, ellas mismas, de este proceso, y lo que
ellas acarreen también es parte de él.
La sociedad
cubana ya ha sufrido cambios y sufrirá muchos más, no cabe duda. Las presiones
y las provocaciones de todo tipo buscarán descarrilar el proceso. Lo importante
es, como dice Isabel Soto Mayedo, “mantener la esencia inalterable”, es decir,
defender las conquistas sociales que ponen a Cuba en especial pedestal en
América Latina en rubros en los que otros naufragan; luchar porque la
homogeneidad social que aún prevalece no se destrame; mantener incólume la
soberanía por la que tanto se han sacrificado.
Eso pensamos
aquí, desde afuera de Cuba, pero son ellos mismos quienes dirán cuál es esa
esencia. Nuestro apoyo desde aquí para defenderla.
En gran parte estoy de acuerdo con lo escrito, sin embargo debería aclararse el orígen del estado socialista en Polonia, Rumania, Checoslovaquia o DDR. Un sistema impuesto desde arriba por un acuerdo hegemónico hecho entre las grandes potencias de entonces: EE.UU. Unión Soviética, Inglaterra y Francia. En estos países, en especial en Polonia de donde provengo, la oposición fue tan fuerte que el gobierno no tuvo otra solución al final que reconocerla y dialogar con ella. Solidaridad en el 1981 reunió 10 millones de miembros, en un país con una población entonces de 35 millones. Pienso que con sólo este ejemplo se puede explicar mucho. Los cubanos en gran medida lucharon contra las dictaduras internas y el imperialismo estadounidense, la oposición es debil, los cubanos cansados de 50 años de crisis económica.
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