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sábado, 14 de marzo de 2015

¡Tan simpático que se veía Obama!

¿Desde cuándo Venezuela puede ser una amenaza para los Estados Unidos al punto de declarar emergencia nacional? Si por tan poca cosa hubiera que declarar emergencia, los latinoamericanos llevaríamos doscientos años en estado de emergencia, tomando en cuenta las veces en que nuestro vecinito se ha metido como Pedro por su casa en nuestros lares.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

Cuando Obama asumió la presidencia de su país en 2009, en América Latina hasta Fidel Castro escribió una pequeña nota que denotaba la esperanza que las cosas serían de otra manera, sobre todo después de ocho años del cow boy texano prepotente e ignorante que le antecedió en la Casa Blanca.

En la Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago, incluso, dejó que muchos se ilusionaran con que se iniciaba una nueva época en las relaciones con América Latina. Pero, ¿cómo no iban a creerle, si venía de pontificar en El Cairo y Europa del Este, en donde más que presidente parecía profeta anunciando la nueva era? Fue el momento en que no faltó algún ingenuo que pensó que, ya en el avión de regreso a Washington, el señor presidente iría ojeando Las venas abiertas de América Latina, el libro que le había regalado Hugo Chávez.

Pero unos pocos meses después de la Cumbre, el señor presidente norteamericano no pudo seguir guardando las apariencias, y los Estados Unidos aparecieron como copartícipes del golpe de Estado en Honduras.

La sonrisa de muchos quedó congelada.

No se congeló la de la Academia noruega, que ni corta ni perezosa le dio casi inmediatamente el Premio Nobel de la Paz, aunque ya la administración que presidía el cuasi profeta norteamericano no soltaba a los presos de Guantánamo, seguía bombardeando Afganistán, ideaba nuevas formas soft de golpe de Estado bajo denominaciones colorísticas, etcétera, etcétera.

Es decir, que el señor Obama estaba resultando un fiasco, como queriendo desbancar al viejo cow boy alcohólico.

Más recientemente, su administración decidió reiniciar relaciones diplomáticas con Cuba, un gran gesto que, nuevamente, hizo reverdecer algunas esperanzas en el ya bastante seco árbol de la ilusión. Pero no pasaron 24 horas antes que el mismo presidente dejara bien claras las cosas: no lo hacía por respeto, por considerar su igual a la heroica isla caribeña, sino porque, cómo no les había dado resultado su vieja táctica de cerco y garrote, optaban por otra para ver si les resultaba. Prepotente, agresivo, irrespetuoso y cínico el señor presidente, a la altura de sus antecesores imperialistas.

En Venezuela el gobierno norteamericano ha estado involucrado con la oposición al gobierno bolivariano desde los inicios del primer mandato de Hugo Chávez. Financia y asesora a cuanto grupúsculo pida la muerte de Chávez, denoste por estúpido a Maduro y saque grupos de lumpen a tirar piedras a las calles.

Venezuela es para ellos un rico botín y está, para peores, ubicado en una región sumamente sensible para su seguridad nacional (tal como la entienden ellos, por supuesto).

Ante estas circunstancias, el gobierno bolivariano determinó que los ciudadanos norteamericanos necesitan visa para entrar al país, y disminuyó el número de burócratas de “la embajada”.

Eso, para Obama, es un acto hostil terrible, que pone en jaque la seguridad de su país, al punto que declara emergencia. ¡Está loco este señor Obama! ¿Desde cuándo Venezuela puede ser una amenaza para los Estados Unidos al punto de declarar emergencia nacional?

Si por tan poca cosa hubiera que declarar emergencia, los latinoamericanos llevaríamos doscientos años en estado de emergencia, tomando en cuenta las veces en que nuestro vecinito se ha metido como Pedro por su casa en nuestros lares.

Pensemos que este ha sido solamente un exabrupto y, antes de la Cumbre de las Américas que se realizará en Panamá, Obama y su administración reflexionarán. De no ser así, ¡qué cumbre la que le espera!

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