¿Desde cuándo Venezuela puede ser
una amenaza para los Estados Unidos al punto de declarar emergencia nacional? Si
por tan poca cosa hubiera que declarar emergencia, los latinoamericanos
llevaríamos doscientos años en estado de emergencia, tomando en cuenta las
veces en que nuestro vecinito se ha metido como Pedro por su casa en nuestros
lares.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Cuando Obama asumió la presidencia
de su país en 2009, en América Latina hasta Fidel Castro escribió una pequeña
nota que denotaba la esperanza que las cosas serían de otra manera, sobre todo
después de ocho años del cow boy
texano prepotente e ignorante que le antecedió en la Casa Blanca.
En la Cumbre de las Américas de
Trinidad y Tobago, incluso, dejó que muchos se ilusionaran con que se iniciaba
una nueva época en las relaciones con América Latina. Pero, ¿cómo no iban a
creerle, si venía de pontificar en El Cairo y Europa del Este, en donde más que
presidente parecía profeta anunciando la nueva era? Fue el momento en que no faltó
algún ingenuo que pensó que, ya en el avión de regreso a Washington, el señor
presidente iría ojeando Las venas abiertas de América Latina, el libro que le
había regalado Hugo Chávez.
Pero unos pocos meses después de
la Cumbre, el señor presidente norteamericano no pudo seguir guardando las
apariencias, y los Estados Unidos aparecieron como copartícipes del golpe de
Estado en Honduras.
La sonrisa de muchos quedó
congelada.
No se congeló la de la Academia
noruega, que ni corta ni perezosa le dio casi inmediatamente el Premio Nobel de
la Paz, aunque ya la administración que presidía el cuasi profeta
norteamericano no soltaba a los presos de Guantánamo, seguía bombardeando
Afganistán, ideaba nuevas formas soft
de golpe de Estado bajo denominaciones colorísticas, etcétera, etcétera.
Es decir, que el señor Obama
estaba resultando un fiasco, como queriendo desbancar al viejo cow boy alcohólico.
Más recientemente, su
administración decidió reiniciar relaciones diplomáticas con Cuba, un gran
gesto que, nuevamente, hizo reverdecer algunas esperanzas en el ya bastante
seco árbol de la ilusión. Pero no pasaron 24 horas antes que el mismo
presidente dejara bien claras las cosas: no lo hacía por respeto, por
considerar su igual a la heroica isla caribeña, sino porque, cómo no les había
dado resultado su vieja táctica de cerco y garrote, optaban por otra para ver
si les resultaba. Prepotente, agresivo, irrespetuoso y cínico el señor
presidente, a la altura de sus antecesores imperialistas.
En Venezuela el gobierno
norteamericano ha estado involucrado con la oposición al gobierno bolivariano
desde los inicios del primer mandato de Hugo Chávez. Financia y asesora a
cuanto grupúsculo pida la muerte de Chávez, denoste por estúpido a Maduro y
saque grupos de lumpen a tirar piedras a las calles.
Venezuela es para ellos un rico
botín y está, para peores, ubicado en una región sumamente sensible para su
seguridad nacional (tal como la entienden ellos, por supuesto).
Ante estas circunstancias, el
gobierno bolivariano determinó que los ciudadanos norteamericanos necesitan
visa para entrar al país, y disminuyó el número de burócratas de “la embajada”.
Eso, para Obama, es un acto hostil
terrible, que pone en jaque la seguridad de su país, al punto que declara
emergencia. ¡Está loco este señor Obama! ¿Desde cuándo Venezuela puede ser una
amenaza para los Estados Unidos al punto de declarar emergencia nacional?
Si por tan poca cosa hubiera que
declarar emergencia, los latinoamericanos llevaríamos doscientos años en estado
de emergencia, tomando en cuenta las veces en que nuestro vecinito se ha metido
como Pedro por su casa en nuestros lares.
Pensemos que este ha sido
solamente un exabrupto y, antes de la Cumbre de las Américas que se realizará
en Panamá, Obama y su administración reflexionarán. De no ser así, ¡qué cumbre
la que le espera!
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