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sábado, 18 de abril de 2015

Galeano: la utopía sirve para caminar

Pocos intelectuales contemporáneos han ejercido el influjo que Eduardo Galeano en los más amplios sectores de América Latina. Sus libros, y extractos de ellos, circulan por doquier, y su presencia convocó siempre multitudes fervorosas, sobre todo de jóvenes, que le leen y escuchaban embebidos, oyendo traducir sus anhelos en sus palabras.

Rafael Cuevas Molina /Presidente AUNA-Costa Rica

Su libro, Las venas abiertas de América Latina fue y sigue siendo un libro imprescindible, de referencia, que sigue circulando en fotocopias o copias ajadas por el trasvase de mano en mano. Ha sido tan importante, ha tenido tanta influencia que un pequeño batallón de ideólogos de la derecha, con el cubano-norteamericano pagado por la CIA Carlos Montaner a la cabeza, le dedicó un libro tratando de rebatir sus argumentos, al que llamaron Manual del perfecto idiota latinoamericano.

¡Cómo debe haberse reído Galeano con tamaña sandez de estos señores! Hugo Chávez, otro que ha sido catalogado de idiota, feo y demagogo por este tipo de gente, le regaló el libro a Obama en la Cumbre de las Américas de Barbados, en un gesto meramente simbólico porque, aunque el texto regalado estaba en inglés, Obama debe haberlo pasado a su edecán número 430 para que lo guardara en la gaveta M-238 del archivo de la Casa Blanca, con lo que siguió sin entendernos y metiendo la pata a diestra y siniestra, como lo ha dejado bien demostrado en la última Cumbre de las Américas realizada en Panamá, en donde pasó las 72 horas que estuvo en ese país a la defensiva, y escuchando que los presidentes latinoamericanos le pusieran los puntos sobre la i.

Eduardo Galeano no fue solamente un intelectual de izquierda sino, también, un latinoamericanista de cuerpo entero. Tal vez decir esto sea una redundancia, pero es bueno acentuarlo en el caso de Galeano porque en él, el latinoamericanismo resultó ser un rasgo sobresaliente de su postura ante el mundo. Tuvo frases impecables que sintetizaron brillantemente características de lo que somos. Me parece de una especial lucidez aquella que dice que los latinoamericanos somos expertos en escupir al espejo. O la que nos caracteriza como enfermos de copianditis; o la que nos descubre ansiosos por “querer ser como ellos”.

Hay una idea suya que ha circulado mucho en los últimos años. La he encontrado en epígrafes de libros, de artículos, en las redes sociales y en uno que otro grafiti. La que compara a la utopía con el horizonte y que, por lo tanto, la vuelve eternamente inalcanzable, pero que tiene una utilidad cimera: sirve para caminar en pos de ella. ¡Tanto tratado y viene Galeano con esta frase, patea el tablero, nos la espeta en toda su sencillez y resuelve el problema!: la utopía sirve para caminar, para que vayamos en pos de ella, para movilizarnos, para tener un norte.

Solo por estas frases lapidarias, conclusiones de breves textos no mayores de media página, Eduardo Galeano se merece nuestro agradecimiento.

¿Qué más podemos decir después de todo lo que se ha dicho en estos días? Nada más. Solamente darle las gracias desde esta humilde revista latinoamericanista que trata de emular el espíritu de sus textos, y desearle buen viaje: ¡Buen viaje, hermano, aquí nos quedamos un tiempo más en pos de la utopía!

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