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sábado, 2 de mayo de 2015

Guatemala: La dura situación de la mano dura

La historia de Guatemala muestra que cuando al descontento popular se suman las clases medias y la actuación de una parte de la clase dominante, las consecuencias  pueden ser impredecibles.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

La manifestación del sábado 25 de abril de 2015 mostró que es dura la situación del gobierno que prometió mano dura contra la delincuencia. Difícil situación porque  resulta evidente  para  buena parte de los guatemaltecos que el gobierno que pretendía erradicar la delincuencia es un gobierno lleno de delincuentes. La multitudinaria manifestación pluriclasista en la que predominaron las clases medias y sectores más pudientes, confirma el descalabro del presidente Otto Pérez Molina y el gobierno del Partido Patriota. Resulta curioso ver pidiendo la renuncia de Pérez Molina y Baldetti, a los mismos sectores sociales que se sumaron a la pretensión de sacar de la presidencia a Álvaro Colom con motivo del caso Rosemberg.  Peor aún, al parecer un sector importante de la cúspide empresarial ya se deslindó  del gobierno y empieza a hacer leña del árbol caído: basta ver la alocución televisiva de Dionicio Gutiérrez en la que dice suspender su silencio político ante la indignante situación que se ha generado con el descubrimiento del grupo delictivo denominado “La Línea”.

La historia de Guatemala muestra que cuando al descontento popular se suman las clases medias y la actuación de una parte de la clase dominante, las consecuencias  pueden ser impredecibles. Esto  fue lo que sucedió  en 1920 cuando fue derrocado Manuel Estrada Cabrera, en  junio de 1944  cuando cayó el dictador Jorge Ubico, en octubre de ese año cuando fue derribado su sucesor Federico Ponce Vaides, en marzo y abril de 1962 cuando el gobierno de Ydígoras Fuentes comenzó su debacle y finalmente en mayo-junio de 1993  cuando se derrotó al “serranazo” y fue derrocado Jorge Serrano Elías. El escenario menos probable es el de una renuncia de Pérez Molina y de Baldetti porque el propio establishment neoliberal acaso lo considera innecesario. Le bastará con tener de rodillas al gobierno  en los meses que le quedan y negociar condiciones que lo favorezcan ante rivales grupos emergentes y mafiosos. La investigación de la Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG) detuvo sus indagaciones hasta la cercanía inmediata de la vicepresidenta Baldetti. Pero en el imaginario guatemalteco resulta difícil creer que Baldetti era ajena a la organización criminal que hacía contrabando aduanero. Desde antes de este escándalo, la imagen de Roxana Baldetti estaba asociada a una corrupción  y a un enriquecimiento inexplicable. Y en tanto que Baldetti tiene una inextricable cercanía con Pérez Molina, el presidente también se encuentra enfangado y resulta inverosímil lo que ha expresado en su discurso con motivo del escándalo: que se encuentra sorprendido, indignado y enojado con lo sucedido.

El escándalo provocado por la develación del grupo criminal “La Línea”, revela un problema estructural de la política guatemalteca. Esta es una autopista con un subterráneo debajo de ella. En la autopista transitan los partidos políticos, el gobierno y los grupos de presión. En el subterráneo grupos como  “La Red Moreno”, “La Cofradía”, “El Sindicato”, el narcotráfico y ahora “La Línea”. En suma los poderes ocultos que acaso sean los que en Guatemala determinan el rumbo de las cosas.

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