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sábado, 2 de mayo de 2015

La función de la verdad histórica

Recordar es parte de la liberación de la conciencia, para conocer y entender el pasado. Pedagógicamente, el reconocimiento de los errores del pasado lleva a la colectividad a la posibilidad de no cometer nuevamente esos yerros.

Elfidio Cano del Cid/ La Nación (Guatemala)

Hay distintas concepciones sobre la real naturaleza de la verdad his­tórica en el devenir de una sociedad, y la pertenencia de aquella en la conciencia colectiva. Una formación histórico-social desmemoriada, es prácticamente inadmisible desde el punto de vista antropológico, psicológico y societal. Los recuerdos negativos y positivos, se llevan en el interior de cada indivi­duo; por otro lado, los conocimientos colectivos son transmitidos de generación en generación, en forma oral o escrita.

En la misma perspectiva, si alguien se empecina en olvidar, es porque exactamente recuerda lo que le agrada o disgusta. Lo segundo, se traduce en sufrimiento para quien trate de lograrlo. En consecuencia, el olvido es parte del recuerdo, porque no se puede olvidar lo que no forma parte de la conciencia.

Hay quienes argumentan que no vale la pena torturarse con el pasado, y que lo mejor para toda la colectividad es olvidarse de lo que sucedió. Esto implica que se nos quiere convencer que enviemos al no recuerdo, tanto los hechos buenos como los malos de nuestras vidas. Esta clase de mensa­jes tiene claramente una función ideológica de los hacedores de opinión, vinculados a las estruc­turas de dominación.

El culto a la verdad histórica no es precisamente para torturarse, sino para tratar de liberarse principalmente de aquellos acontecimientos negativos que nos afectaron directamente, o a los demás. Recordar es parte de la liberación de la conciencia, para conocer y entender el pasado. Pedagógicamente, el reconocimiento de los errores del pasado lleva a la colectividad a la posibilidad de no cometer nuevamente esos yerros.

Cuando las organizaciones de­fensoras de los derechos humanos reiteran la necesidad de la reivindicación del pasado, es primordialmente para resarcir a las víctimas, directas e indirectas, de las consecuencias psicológicas y materiales de las atrocidades cometidas contra ellas. Los padres, los hermanos, los hijos y los parientes en general de aquellas víctimas, están en el legítimo derecho de reclamar el reconocimiento social de su condición.

El papel de los museos históricos tienen como objetivo el recrear, en términos globales, la evolución de la especie humana, así como el desarrollo de la humanidad. Por otro lado, nos recuerdan aquellos hechos dignos de recapitular y que constituyen hitos o saltos cualitativos en la evolución; igualmente, nos ilustran los actos heroicos de determinadas sociedades, según la concepción de la historia que se comparta.

En la óptica anterior y desde otro ángulo, estos museos históricos pedagógicos enseñan a las nuevas generaciones los errores cometidos en el pasado. No para recrearse en ellos, sino para sentar las bases para no volverlos a cometer.

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