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sábado, 2 de mayo de 2015

¡No olvidar! A un siglo del genocidio armenio

Hasta el día de hoy, Turquía no acepta que cometió un genocidio contra el pueblo armenio. De hecho, esa es una de las razones por las que la Unión Europea no la ha admitido en su seno. Ha desarrollado una fuerte política nacionalista que sigue considerando a Armenia un peligro para sus intereses. El recuerdo y la evocación del genocidio armenio se deben en gran medida, a la permanente campaña de la diáspora armenia por mantenerlo vivo en la memoria.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

Los armenios se establecieron en el territorio que hoy ocupan en  una fecha tan lejana como el siglo IX antes de Cristo (adC). Su capital Ereván fue fundada en el año 782 adC. El siglo I a.C es conocido como la Época de Oro, un gran mandatario, el rey Tigrán II el Grande extendió el imperio hasta los confines de los mares Mediterráneo, Negro y Caspio. En el año 301 después de Cristo (ddC), Armenia fue el primer Estado del mundo que adoptó el cristianismo como su religión. Su patriarca Grigori el Ilustrador, fundó el monasterio de Echmiadzin, sede hasta hoy de los patriarcas de la iglesia armenia.

En el año 405 ddC, el monje Mesrop Mashtots elaboró el alfabeto y consolidó  la escritura nacional armenia. Ese alfabeto ha permitido dar continuidad a la cultura nacional y la actividad científica que ha tenido grandes cultores en la literatura y la historiografía, así como en las ciencias naturales.

Armenia ha sido permanente espacio de codicia de poderes imperiales que han desmembrado el país continuamente a través de la historia. Ubicados en una región eminentemente musulmana,  y acosados religiosamente por sus vecinos, los armenios han tenido que defender su identidad, cultura y religión durante más de 20 siglos.

En 1415, cuando los turcos tomaron Constantinopla, Armenia fue dividida entre Persia y el imperio otomano. En 1722 el imperio ruso incursionó en su territorio, con lo que se incorporó un nuevo actor ambicioso de hacerse un espacio en la región. Un grupo de príncipes armenios dirigidos por David Bek se sublevaron y se unieron a los rusos. El Zar Pedro el Grande apoyó a los armenios, a su muerte Rusia firmó la paz con Persia. Algunos territorios armenios fueron incorporados a la soberanía rusa. 

En el siglo XIX hubo varias guerras entre rusos, turcos y persas. Rusia incorporó a su territorio, la región oriental de Armenia, habitada por más de 2 millones de ciudadanos, pero la mayor parte del país en la que vivían unos 4 millones de habitantes quedó bajo control turco. Protegida por Rusia de invasiones y guerras, la región oriental de Armenia prosperó, mientras que en Turquía los armenios fueron sometidos a humillaciones, persecuciones y  vejaciones. En estas condiciones, hubo permanentes levantamientos armenios para rechazar el trato inhumano que daba el imperio turco otomano que utilizó indiscriminadamente la violencia y la represión más brutal. En ese contexto y bajo acusación de colaboración con los rusos, el Estado otomano, cometió uno de los mayores  genocidios de la historia, provocando a partir del 24 de abril de 1915, la muerte de más de un millón quinientos mil ciudadanos armenios.

Vale recordar que la primera guerra mundial había dado inicio el año 1914 y que rusos, ingleses y franceses eran aliados en contra de las potencias centrales conformadas por los imperios alemán, austro húngaro y otomano. Las acciones ofensivas de los rusos en el este y el apoyo que le dieron los armenios fueron considerados como una traición por los otomanos. El inicio del genocidio  se produjo al unísono del ataque franco británico del 25 de abril, a la península de Gallípoli en el sur de Turquía al norte del Estrecho de los Dardanelos,  amenazando con tomar control de la zona europea de Turquía.

Algunos estudiosos señalan que esta fecha, que se recordó el pasado viernes, con la presencia de varios Jefes de Estados entre ellos los de Francia y Rusia, marcó el inicio de un programa de destrucción gubernamental definitivo de la existencia del pueblo armenio. Desde el año anterior, había comenzado con la detención de líderes políticos y sociales armenios en Estambul y algunas masacres menores focalizadas en sectores fronterizos con Rusia e Irán. En semanas posteriores a la fecha que es considerada como de inicio del genocidio, el 27 de mayo, el gobierno adoptó una ley que autorizaba en bien de la “seguridad” y por “necesidad militar” la deportación de los armenios. Ello inauguró una formal política sistemática de destrucción de esta comunidad minoritaria al interior de Turquía. Pero, ya en 1895 dio lugar el primer ataque  turco contra la población armenia que había significado 80 mil muertos, que sucedió a otro, el año anterior con 3000 ciudadanos armenios asesinados en la región de Sasun, provincia de Bitlis

Los armenios se habían establecido en la costa mediterránea y su entorno, extendiéndose después por el este y oeste de la península de Anatolia, en lo que hoy es la mayor parte del territorio de Turquía.  La mayoría se situó en el este configurando una sociedad plural con los kurdos y con una minoría de turcos que habitaban la región. Los convoyes de población armenia deportada fueron sometidos a letales ataques del ejército otomano y de fuerzas paramilitares a su servicio. Apenas el 20% de los deportados llegaron a su destino en Siria y Mesopotamia, bajo control otomano en esa época. Los que llegaban, eran introducidos en campos de concentración, donde perecieron  centenares de miles de hombres y mujeres por sed, hambre y enfermedades como lo afirma el notable académico Donald Bloxham, profesor de historia moderna de la Escuela de Historia, Clásicos y Arqueología de  la Universidad de Edimburgo.

La situación de conflicto destapó profundas tensiones en el imperio, dada la incapacidad del gobierno para enfrentar las contradicciones internas que generaban sobre todo grupos cristianos que rechazaban el manejo sesgado de las cuestiones de Estado. Estos grupos comenzaron a desarrollar una visión nacional y republicana de la sociedad y la política. La respuesta gubernamental fue establecer una idea panislamista a partir de la práctica sunita del islam, en un intento de restauración conservadora del Estado.

Esta posibilidad fracasó. Ya desde el siglo pasado Turquía se mostraba débil ante sus enemigos, los que tanto en el este como en el Mediterráneo avanzaban militarmente. Turquía fue perdiendo el control de provincias en ambos frentes. En el este, cada vez mayor cantidad de súbditos armenios iban cayendo bajo control ruso que se aprovechaba de la debilidad turca.  Todo esto condujo a una radicalización de algunos sectores al interior del gobierno que comenzó a fomentar una identidad turca por encima de la musulmana lo cual excluyó a sectores importantes de la población que aunque profesaban la misma religión eran étnicamente distintos.

La entrada de Turquía en la primera guerra mundial intentaba entre otras cosas, reordenar el Estado, reforzarlo en el manejo del “problema armenio”, e intentar recuperar los territorios perdidos en los últimos 40 años, aunque se consideraba que una derrota significaría el desmembramiento del imperio. En ese marco, los armenios fueron considerados poco confiables y susceptibles de ser incorporados por el enemigo en calidad de colaboradores. La derrota  de las potencias centrales confirmó los augurios. El imperio otomano desapareció, pero el problema armenio se mantuvo latente en el nuevo contexto de enfrentamiento entre los intereses occidentales en la región, en particular los de Francia y Gran Bretaña confrontados ahora con los del naciente poder soviético.

El fin de la guerra significó la introducción de Estados Unidos como potencia interesada en los asuntos de la región. Comenzó a exigir su cuota de participación ante la repartición que se hicieron británicos y franceses de los territorios pertenecientes al imperio desaparecido. Sin embargo, en el pasado reciente, Estados Unidos se había desentendido de la realidad de los armenios.  Turquía sacó provecho de esta situación e inició su campaña de negación del genocidio. Los nuevos mandatarios turcos sabían además que Occidente los necesitaba para su nueva cruzada anti bolchevique. Esto le ganó el apoyo de Estados Unidos y de las potencias occidentales que comenzaron a considerarla una aliada. El genocidio armenio quedó sepultado en la historia.

Hasta el día de hoy, Turquía no acepta que cometió un genocidio contra el pueblo armenio. De hecho, esa es una de las razones por las que la Unión Europea no la ha admitido en su seno. Ha desarrollado una fuerte política nacionalista que sigue considerando a Armenia un peligro para sus intereses. El recuerdo y la evocación del genocidio armenio se deben en gran medida, a la permanente campaña de la diáspora armenia por mantenerlo vivo en la memoria. Pero, al interior de Turquía, también se ha levantado una corriente favorable a reconocer lo que en una carta en 2008, 200 intelectuales turcos denominaron la “Gran Catástrofe”, sin embargo, un cambio en la política turca al respecto se ve muy difícil a corto y mediano plazo, sobre todo cuando su gobierno actual, representante del sector fundamentalista de la derecha musulmana presta sus servicios a Occidente para que puedan cometer todo tipo de desmanes y tropelías en la región, lo cual le garantiza, –como siempre- inmunidad, protección y olvido oficial.

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