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sábado, 2 de mayo de 2015

Si Baltimore fuera Caracas…

¿Y si Baltimore fuera Caracas? ¿Y si en lugar de la policía y la guardia nacional estadounidense, viéramos a la guardia bolivariana custodiando las calles durante un toque de queda? ¿Sería igual la reacción de la Casa Blanca, del Parlamento Europeo, del Congreso Español? ¿O de las rabiosas y apátridas derechas iberoamericanas?

Portada de la revista Time: el racismo, violencia
policial y control social en los Estados Unidos.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

Una ciudad en la que la policía detiene ilegalmente a un ciudadano negro, Freddy Gray, y en el camino hacia una comisaría para su detención temporal, seis agentes le propinan severas lesionas en la columna vertebral que acaban por provocarle la muerte. Un asesinato inocultable, en el que se expresan el racismo y el abuso de poder, dominantes en las fuerzas de seguridad policial estadounidenses. Los medios no lo dicen abiertamente, y los opinadores del establishment cuidan sus maneras, pero se trata, a todas luces, del procedimiento típico de ejecución extrajudicial, comparable con las peores prácticas de tortura aplicadas por las dictaduras militares latinoamericanas de la segunda mitad del siglo XX, entrenadas, precisamente, por oficiales del ejército de los Estados Unidos y agentes de la CIA.

Cientos de jóvenes y adultos que explotan en indignación por el asesinato, y provocan disturbios y saqueos -ya se registraron más de 140 vehículos quemados, 15 inmuebles incendiados, 20 oficiales heridos y 235 personas arrestadas-, por lo que reciben como respuesta la represión y el toque de queda de las autoridades del gobierno estatal y federal, con más de 3000 policías y guardias nacionales en las calles, custodiando el orden que tan persistentemente ha impuesto el capitalismo. Pero la muerte de Gray no es un caso aislado: datos de la Agencia Estadística de Justicia, revelan que “por lo menos 4.813 personas murieron entre 2003 y 2009 mientras eran prisioneros, según el último informe publicado en 2011. El 61% de las muertes fueron clasificadas como homicidios” (Cubadebate, 29-04-2015).

Una comunidad  mayoritariamente negra (63% de la población), que ve explotar el sueño americano en su cara todos los días: según los datos de diversas fuentes que han sido publicados esta semana, cuando la existencia  de los invisibles y de los oprimidos ha vuelto a ser reconocida por la opinión pública estadounidense y mundial, el 23,8% de los habitantes de Baltimore viven por debajo del umbral de la pobreza (Cubadebate, 28-04-2015). En barrios como Sandtown-Winchester, donde se crió el joven asesinado, Freddy Gray, el desempleo casi llega al 50%, y el ingreso promedio de las familias “es sustancialmente menor que el promedio nacional de EE.UU., con cada casa que sobrevive con apenas 24.000 dólares anuales”; además, “un tercio de las propiedades están abandonadas y una cuarta parte de las familias reciben Asistencia Temporal para Familias Necesitadas”, y más del 7% de los niños y niñas de 6 años o menos “tienen niveles elevados de plomo en sangre” (Página/12, 01/05-2015).

Un presidente que condena los actos de violencia y vandalismo protagonizados por individuos que “se equipan con barras y comienzan a saquear negocios, no están protestando ni enviando mensajes, están robando”; pero guarda silencio cuando grupos similares –las guarimbas-, asesorados por funcionarios y contratistas de agencias de su propio gobierno, cometen fechorías de igual o mayor magnitud en un país que apostó por construir un camino al socialismo y al que proclamó, mediante un decreto imperial, como amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Más grave, eleva a la categoría de defensores de los derechos humanos a los instigadores y autores intelectuales del terrorismo y la violencia irracional contra un gobierno constitucional, legítimamente electo.

Todo estos hechos que ocurre en Estados Unidos son lamentables y condenables en todos sus extremos. Pero, ¿si Baltimore fuera Caracas? ¿Y si en lugar de la policía y la guardia nacional estadounidense, viésemos a la guardia bolivariana custodiando las calles durante un toque de queda? ¿Sería igual la reacción de la Casa Blanca, del Parlamento Europeo, del Congreso Español? ¿O de las rabiosas y apátridas derechas iberoamericanas? ¿El silencio de los medios hegemónicos –de CNN a El País- y de sus editorialistas a sueldo sería tan estruendoso y vergozante como lo es ahora, cuando el sistema estadounidense, y las desigualdades y exclusiones fundantes de Occidente, se encuentran en la picota?

Si Baltimore fuera Caracas, seguramente los marines estarían esperando la orden de invasión; los seudodemócratas desempolvarían los discursos y las odas a la libertad, la democracia y la institucionalidad burguesas;  y el clero afecto al poder y sus privilegios ungiría el sacrosanto orden de las cosas que no debe cambiarse. Eso pasaría en el guión imperial y de sus élites vasallas, si Baltimore fuera Caracas… O lo que es igual, si fuera La Paz, Quito, Buenos Aires o La Habana.

Así es este, nuestro mundo al revés, como decía el entrañable Eduardo Galeano: el mundo que hace trampa con sus propios principios civilizatorios, y al que es tan necesario “darlo vuelta, para que pueda pararse sobre sus propios pies”.

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