El PT puede soportar el
rechazo de los poderosos. Lo que no puede es defraudar al pueblo y a los
humildes que tanta confianza y esperanza pusieron en él. Para eso tiene que
volver a comenzar desde allá abajo, humilde y abierto a aprender de los errores
y de la sabiduría del pueblo trabajador.
Leonardo Boff / Servicios Koinonia
No toda crisis, ni todo
caos son necesariamente malos. La crisis acrisola, funciona como un crisol que
purifica el oro de las gangas y lo libera para un nuevo uso. El caos no es solo
caótico; también puede ser generativo. Es caótico porque destruye cierto orden
que no atiende las demandas de un pueblo; es generativo porque a partir de un
nuevo reajuste de los factores, inaugura un nuevo orden que hace mejor la vida
del pueblo. Dicen algunos cosmólogos que la vida surgió del caos. Este organizó
internamente los elementos de alta complejidad y de esta complejidad hizo
surgir la vida en la Tierra y más tarde nuestra vida consciente (Prigogine,
Swimme, Morin y otros).
La actual crisis política
y el caos social obedecen a la lógica descrita arriba. Ofrecen una oportunidad
de refundación del orden social a partir del caos social y de los elementos depurados
de la crisis. Como en Brasil hacemos todo a medias y no concluimos casi ningún
proyecto (independencia, abolición de la esclavitud, la república, la
democracia representativa, la nueva democracia post dictadura militar, la
amnistía) existe el riesgo de que perdamos nuevamente la oportunidad de hacer
algo realmente profundo y cabal, o continuaremos con la ilusión acostumbrada de
que poniendo esparadrapos curamos la herida que gangrena la vida social desde
hace tanto tiempo.
Antes de cualquier iniciativa
nueva, el PT, que hegemonizó el proceso nuevo en la política brasilera, debe
hacer lo que hasta ahora no ha hecho: una autocrítica pública y humilde de los
errores cometidos, de no haber sabido usar el poder realmente como instrumento
de cambios y no de ventajas corporativas y de haber perdido la conexión
orgánica con los movimientos sociales. Necesita hacer su mea-culpa porque
algunos con poder traicionaron a millones de afiliados al haber manchado y
rasgado su principal bandera: la moralidad pública y la transparencia en todo
lo que hicieran. Aquel pequeño puñado de corruptos y de ladrones del dinero
público dentro de Petrobras que traicionaron a más de un millón de afiliados al
PT y avergonzaron a la nación, deberán ser borrados de la memoria.
Cito a frei Betto que
estuvo dentro del poder central y que ideó Hambre Cero. Al darse cuenta de los
desvíos, dejó el gobierno comentando: «El PT en 12 años no promovió ninguna
reforma de la estructura, ni agraria, ni tributaria, ni política. ¿Había
alternativa para el PT? Sí, si no hubiese arrojado su garantía de
gobernabilidad en los brazos del mercado y del Congreso; si hubiese promovido
la reforma agraria, para hacer a Brasil menos dependiente de la exportación de
materias primas, y favorecido más el mercado interno; si osase hacer la reforma
tributaria recomendada por Piketty, priorizando la producción y no la
especulación; si hubiese, en fin, asegurado la gobernabilidad prioritariamente
mediante el apoyo de los movimientos sociales, como hizo Evo Morales en
Bolivia… Si el gobierno no vuelve a beber en su fuente de origen –los
movimientos sociales y las propuestas originales del PT– las fuerzas
conservadoras volverán a ocupar Planalto».
Y ahora concluyo yo:
hemos echado a perder la revolución pacífica y popular hecha a partir de 2003
cuando ocurrió no un cambio de poder sino el cambio de la base social que
sustenta el Estado: el pueblo organizado, antes al margen y ahora puesto en el
centro. El PT puede soportar el rechazo de los poderosos. Lo que no puede es
defraudar al pueblo y a los humildes que tanta confianza y esperanza pusieron
en él. Y muchos, como frei Betto y yo, que nunca nos inscribimos en el PT
(preferimos el todo y no la parte que es el partido), pero siempre apoyamos su
causa, por verla justa y afín a las propuestas sociales de la Iglesia de la
Liberación, sentimos abatimiento y decepción. No tenía por qué ser así. Y lo
fue por inmoralidad, por falta de amor al pueblo y por la ausencia de conexión
orgánica con los movimientos sociales.
No por eso desistiremos.
En el espectro político actual no vislumbramos ningún proyecto que huya de la
sumisión al capitalismo neoliberal, que haga a la sociedad menos malvada y que
presente líderes confiables que mejoren la vida del pueblo. La vida nos enseña
y las Escrituras cristianas no se cansan de repetir: quien cayó siempre puede
levantarse; quien pecó siempre puede redimirse después de una clara conversión
al primer amor. Hasta se dice que quien estaba muerto puede ser resucitado,
como Lázaro y el joven de Naín.
El PT tiene que volver a
comenzar desde allá abajo, humilde y abierto a aprender de los errores y de la
sabiduría del pueblo trabajador. Son válidos todavía los ideales primeros:
inclusión social de millones de marginados, desarrollo social con distribución
de la renta y redistribución de la riqueza nacional, cuidado de la naturaleza
con sus bienes y servicios amenazados y la siempre ansiada justicia social.
Pero todo esto no podrá sostenerse si no viene acompañado de una reforma
política, tributaria y fuerte inversión en la agroecología, dada la
imposibilidad actual de hacer la reforma agraria.
Para que eso ocurra,
necesitamos creer en lo justo de esta causa; fortalecerse frente a la batalla
que será entablada contra el PT por aquellos que viven batiendo ollas llenas,
que nunca quieren cambios por miedo a perder beneficios; pero sin usar jamás
las armas que ellos usan –mentiras y distorsiones– sino las que ellos no pueden
usar: la verdad, la transparencia, la humildad de reconocer los errores y la voluntad
de mejorar día a día, de querer un Brasil soberano y un pueblo feliz porque es
lo justo, no más destinado a penar en las periferias existenciales sino a
brillar. Sigue siendo válido lo que Don Quijote sentenciaba: «no hay que
aceptar las derrotas sin dar antes todas las batallas».
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