La presión sobre
América Latina por un mundo capitalista transnacional y con normas,
instituciones y Estados que siguen forzando al camino neoliberal, es muy
difícil de contrarrestar, si bien
Ecuador, Venezuela y Bolivia se colocan al frente en los cuestionamientos a
esas mismas realidades y a las instituciones mundiales dominadas por las
grandes potencias.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)
Los gobiernos de nueva
izquierda en América Latina se enfrentan a dos fuerzas que crean condiciones
adversas para la construcción de una nueva sociedad: internamente, con clases
económicamente poderosas y con sectores de oposición vehementes; y
externamente, con el sistema capitalista globalizado y transnacional, cuyos
intereses son defendidos por los grandes países centrales, y por las normas e
instituciones mundiales.
En Bretton Woods (1945)
nacieron el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el
Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT). Se pretendía un mundo con
hegemonía capitalista. Funcionaron el FMI y el BM, pero retardó el GATT, que
con la Ronda Uruguay arribó a la Organización Mundial de Comercio (OMC, 1995).
En 1993 nació la Unión Europea (UE). Y con el derrumbe del socialismo se
instauró la hegemonía unipolar de EE.UU.
Pero con el nuevo milenio
ese mapa geopolítico y económico en algo comenzó a alterarse: Rusia recuperó
una posición decisiva, China se expandió económicamente, en América Latina
surgieron gobiernos de nueva izquierda, etc.; de modo que hoy existe una
tendencia a la multipolaridad, que ha ido arrinconando el hegemónico papel que
pretendía EE.UU.
También se dibujan
otros cambios: el Acuerdo Transpacífico (2005), con 12 países, al que se han
ligado Chile, Perú y México, es una integración típicamente neoliberal; la
Asociación Transatlántica, aún negociándose, es un verdadero tratado de libre
comercio (TLC) entre EE.UU. y la UE; la Asociación Económica Regional Integral
en Asia (RCEP), igualmente está en negociación con 16 países; ha surgido el
grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica); Rusia y China se acercan
a Latinoamérica, donde funcionan Alba, Mercosur, Celac.
Sin embargo, los
gobiernos de nueva izquierda no pueden adoptar medidas ‘radicales’ sobre el
comercio externo, si fuera del caso, por cuanto no lo permiten las normas de la
OMC; se exponen a limitaciones de distinto tipo en la UE, o a represalias
comerciales en EE.UU. Ecuador ha tenido que suscribir un acuerdo con la UE en
términos parecidos a los que se condicionó sobre Perú y Colombia. Aún no
tenemos posibilidades de actuar contra los criterios que se imponen sobre
propiedad intelectual en los tratados de comercio, que solo benefician a las
transnacionales, particularmente en el campo de medicinas y que nada solucionan
frente a la biopiratería sobre nuestros países.
La presión sobre
América Latina por un mundo capitalista transnacional y con normas,
instituciones y Estados que siguen forzando al camino neoliberal, es muy
difícil de contrarrestar, si bien
Ecuador, Venezuela y Bolivia se colocan al frente en los cuestionamientos a
esas mismas realidades y a las instituciones mundiales dominadas por las
grandes potencias.
Por eso es importante
la búsqueda de alternativas de los gobiernos de nueva izquierda, que intentan
alianzas Sur-Sur, se abren a Rusia y China, o enfilan hacia integraciones
propias, para crear otras fuerzas geopolíticas.
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