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sábado, 8 de agosto de 2015

Academia, neoliberalismo y corrupción

Desde hace años, la neoliberalizada academia tiene parámetros de medición del mérito académico que a muchos académicos nos resultan deleznables.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

Hace pocos días recibí en mi correo electrónico el comunicado 66 del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología  de México, enviado a todos los integrantes del Sistema Nacional de Investigadores del cual formo parte. Su contenido no puede ser más traumático. Anuncia la expulsión por veinte años  de dos investigadores  del sistema.   Es la pena máxima que la Junta de Honor del CONACYT aplica a investigadores que han atentado contra la integridad ética. Los expulsados son los investigadores Rodrigo Núñez Arancibia originario de Chile y a Juan Pascual Gay proveniente de Cataluña.  Ambos  reconocieron que habían plagiado trabajos de investigadores o investigadoras de otros países y de México mismo y hoy también han sido expulsados de  la Universidad Nicolaita de Michoacán y del Colegio de San Luis Potosí, instituciones académicas en las cuales laboraban. Al primero de ellos, el Colegio de México le ha retirado el grado de Doctor en Historia por comprobarse que se graduó con una tesis plagiada. Es la primera vez que en sus 78 años de existencia, el Colegio de México ha adoptado tal medida.

En el caso de Juan Pascual Gay el asunto adquiere relevancia porque las denuncias de sus plagios fueron hechas por el periodista Jaime Avilés en una columna publicada en el diario La Jornada en mayo de 2006. Pascual Gay había ganado en 2004 con un  trabajo plagiado el Premio Nacional de Literatura en Crítica de Artes Plásticas Luis Cardoza y Aragón. El que hayan pasado más de 9 años sin que ninguna sanción se le aplicase, pese a otros plagios,   inevitablemente se relaciona con el hecho de que está o estuvo casado con Mercedes Zavala Gómez del Campo, la hermana de Margarita Zavala Gómez del Campo, la esposa de Felipe Calderón Hinojosa, presidente de México a través de elecciones también reputadas como fraudulentas.

Al parecer el plagio es más común de lo que pensamos. Al hasta ahora puntero candidato  presidencial en Guatemala se le acusó de haber plagiado su tesis de doctorado. Y en algunas ocasiones he sabido de denuncias de plagios  incluso en columnas periodísticas. En el caso de la academia, el injustificable delito de plagio tiene un contexto. Desde hace años, la neoliberalizada academia tiene parámetros de medición del mérito académico que a muchos académicos nos resultan deleznables: un artículo en una revista indexada en inglés vale más que un libro resultado de muchos años de investigación, la cantidad de artículos parece valer más que su calidad, artículos publicados en español tienen menos valía que si lo son en inglés, las citas de otros autores valen solamente si están en determinados index. Así las cosas Gustave Flaubert, Juan Rulfo y Severo Martínez Peláez hubieran tenido una pobre evaluación si los hubiera medido la meritocracia neoliberal. Y todo ello provoca una presión en los académicos que se vuelve un  formidable caldo de cultivo para la simulación. Y por lo visto también para la corrupción.

No puedo sino lamentar la tragedia que hoy viven los académicos mencionados. Y condenar el contexto que la explica.

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