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viernes, 28 de agosto de 2015

Guatemala: Una coyuntura que expresa un estado de cosas permanente

La situación política en Guatemala es de pronóstico reservado, sobre todo por la coyuntura electoral en la que se desenvuelve. Después de tantos de años de muerte, dolor, autoritarismo, abuso y prepotencia, el país se merece un respiro.

Rafael Cuevas Molina/ Presidente AUNA- Costa Rica

Los guatemaltecos reclamaron en las calles la renuncia
del presidente Otto Pérez Molina.
No solo en Guatemala la lucha contra la corrupción ha movilizado a la sociedad en Centroamérica. En Honduras, el movimiento ciudadano de indignados exige la conformación de una entidad similar a la CICIG, que funciona en Guatemala, y da plazos perentorios al presidente de la República para que realice las gestiones correspondientes. En El Salvador, Francisco Flores, ex presidente de ese país, está siendo juzgado por actos ilícitos durante su gestión.

Es el hartazgo de la población contra una capa de políticos corruptos que parece querer renovar la caracterización de esos países como Banana Republics, en donde prevalece la venalidad, el compadrazgo y la impunidad.

La corrupción contemporánea, contra la que ahora se rebela la población tiene, sin embargo, larga historia. Esta que indigna y moviliza hoy, nació sobre tierra fértil, abonada por dictaduras, mandamases y caporales que usufructuaron el poder durante toda la historia republicana.

Inversiones de ingleses, norteamericanos o alemanes se valieron de las dádivas bajo la mesa, desde el siglo XIX, para hacer posibles sus inversiones en ferrocarriles; energía eléctrica; apropiación de grandes extensiones de tierra que pusieron las bases de los grandes latifundios que sigue dominando el mundo rural; puertos; carreteras, y un largo etcétera largo de enumerar.

Los gobernantes venales, que hicieron de extender la mano para recibir sobornos una práctica usual y natural, fueron la norma en nuestros países, y cuando alguna vez surgió alguien honrado, que no se aprovechó de su puesto de poder, fue visto como cosa rara, y no faltaron los que lo catalogaran de tonto.

En esta oportunidad no se trata solamente de un par de individuos, la ex vicepresidenta y el presidente de Guatemala, sino de todo un sector de la sociedad, nada despreciable cuantitativamente, que se aprovechó de las condiciones excepcionales en las que dominó a la sociedad por la fuerza, para organizarse y colocarse estratégicamente con el fin de enriquecerse. Se trata, en otras palabras, de capas importantes del Ejército y sus adláteres, que aprovechándose de la guerra que se vivió por más de treinta años, se transformaron en estructuras mafiosas que hicieron del aparato de Estado su principal vehículo para lucrar.

En este contexto, estos sectores se aprovecharon también del aparato mismo del Ejército, para lograr no solamente objetivos políticos sino también, a veces en primer lugar, objetivos que le redituaran económicamente. La política de Tierra Arrasada, por ejemplo, que llevó a la desaparición de más de 600 aldeas, al desplazamiento hacia México de más de 250,000 personas, la movilización de más de 1 millón en el interior del país, de más de 40,000 desaparecidos y 250,000 muertos, tuvo entre sus miras apropiarse de extensos territorios ricos en minerales y posiblemente en petróleo. Es decir, la guerra como instrumento de acumulación por desposesión, forma de acumulación capitalista propia de los tiempos neoliberales que nos toca vivir.

El movimiento cívico guatemalteco que se levanta indignado contra el actual presidente Otto Pérez Molina (activo ejecutor de la política de esa estrategia de Tierra Arrasada en los años 80), y su ex vicepresidenta, Roxana Baldetti, no necesariamente avizora toda la extensión de los tentáculos que están detrás de estos dos delincuentes. Pero el solo hecho que la corrupción genere indignación en un país en donde ha sido la norma, es una muestra de que las cosas están cambiando.

Quién sabe si todos los que ahora se movilizan masivamente en las calles de Guatemala estén dispuestos, más adelante, a ir más allá; es decir, a presionar para que se modifique la estructura misma del Estado que es, a la vez, generador y producto de esta situación. Empezando por las cámaras empresariales, a quienes Pérez Molina ha dejado de serles funcional y presionan para que se vaya.

La situación política en Guatemala es de pronóstico reservado, sobre todo por la coyuntura electoral en la que se desenvuelve. Después de tantos de años de muerte, dolor, autoritarismo, abuso y prepotencia, el país se merece un respiro.

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