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sábado, 14 de noviembre de 2015

El conflicto en Siria empieza a salirle muy caro a los europeos

Francia acaba de ser estremecida por una cadena de atentados que ha dejado una estela de muertos y heridos y a la población aterrorizada. Quienes parecen ser los perpetradores son árabes que en las consignas lanzadas dejaron ver que sus acciones tenían que ver con la guerra en Siria.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

Los actos terroristas conmocionaron París.
Aunque el conflicto en Medio Oriente tiene muchos años de existir, nunca como ahora había tenido las repercusiones que está teniendo hoy en Europa. Primero, fueron los cientos de jóvenes europeos que partieron para integrarse a las filas del Ejército Islámico ante la mirada atónita de quienes se consideran el pináculo de la civilización humana, y no pueden comprender cómo alguien de sus propias entrañas puede darles la espalda y sumarse a las fuerzas de quienes consideran su enemigo mortal.

Luego, la oleada de refugiados que atraviesa Turquía, Grecia, los Balcanes y Austria para tratar de llegar a Alemania, en donde ya pusieron el grito en el cielo y empezaron a cerrar sus fronteras asustados no solo ante el imparable río humano que no se sabe cuándo terminará, sino ante la reacción cada vez más adversa de su población.

Y ahora los atentados de París, que llevan la muerte y el terror al corazón de Europa, asustando no solo a los franceses sino también a todos sus vecinos, especialmente a los mismos alemanes, que ven cómo “el enemigo” penetra sus filas hasta la retaguardia, el sitio en donde se sentían seguros mientras sus aviones bombardeaban tierras ajenas y lejanas de sus iluminados campos Elíseos.

La guerra que se está librando en Siria es crucial para el futuro del Medio Oriente, y las fuerzas que se enfrentan no empiezan ni terminan ahí. Lo que se está jugando, en última instancia, es el dominio de una zona estratégica no solo por sus riquezas petroleras, sino por su ubicación vital de encrucijada entre Occidente, África y Asia.

Es, también, el resultado de la resolución caótica que propiciaron los Estados Unidos en Irak, en donde solo fueron capaces de botar a Sadam Husein, pero no de construir un nuevo orden que lo sustituyera. En ese sentido, la inoperancia norteamericana salió a flote igual que en Libia: son capaces de destruir pero no de construir. Son una fuerza arrasadora y ciega que deja a su paso desorden y enfrentamientos entre los mismos grupos que ellos mismos crean y que luego se les salen de las manos.

En Siria, siguiendo la misma estrategia que en Libia, han creado y apoyado milicias a las que llaman “oposición moderada”, que solo en sus imaginación lo son y que, en el caos de la guerra, no han tardado en empatar con el Ejército Islámico vendiéndoles las armas que les proporciona Occidente, o simplemente uniendo fuerzas, en este caso contra el gobierno de Bashar al-Asad.

Todo ese desorden se les ha salido de las manos, y ahora toca a la puerta misma de su casa. No se trata de un terrorismo ciego sino de una consecuencia de lo que ellos mismos han contribuido a crear.

Lástima que los que sufren sean siempre los de abajo, la población de las ciudades Sirias destruidas o los parisinos desprevenidos.

La guerra de los grandes intereses, de las grandes corporaciones, la del ajedrez geoestratégico debe detenerse.

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