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sábado, 20 de febrero de 2016

Centenario de Rubén Darío

Con sus actos y palabras, Darío alcanzó paralelamente la gloria literaria y los laureles de la dignidad patriótica. Por todo lo expuesto, es absolutamente justo que su país natal lo haya proclamado héroe nacional y lo haya colocado como símbolo de su recuperada dignidad.

Rubén Darío
Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo (Ecuador)

Este seis de febrero de celebró el centenario de la muerte de Rubén Darío, el gran escritor nicaragüense que lideró la renovación de la literatura latinoamericana por medio del movimiento modernista y la puso en la delantera de las letras de habla hispana.

Innumerables homenajes le han sido rendidos a este ‘Príncipe de las letras castellanas’ en todos los rincones del continente y su país natal lo ha proclamado ‘héroe nacional de Nicaragua’.

Pero mientras todos homenajean fundamentalmente al excelso poeta, yo quiero rendir tributo al periodista combativo, que abogó por la unidad de nuestros países y fue admirador de Juan Montalvo y Eloy Alfaro, cuyas ideas hizo suyas. Y quiero homenajear también al pensador antiimperialista, que se enfrentó al presidente estadounidense Teodoro Roosevelt en defensa de su pequeña patria centroamericana, acosada entonces por las tropas y barcos de guerra de EE.UU.

La admiración de Darío por Montalvo ha sido reseñada por sus biógrafos más acuciosos, que han destacado la imitación estilística e ideológica que hizo Darío, en sus primeros tiempos, de los escritos del ambateño. 

A su vez, la amistad de Alfaro y Darío se inició en 1886, cuando el ‘Águila Roja’ llegó por primera vez a Nicaragua y fue entrevistado por Darío, entonces un joven periodista liberal de 18 años que trabajaba en el periódico La Verdad. Tres años más tarde, Alfaro y Darío volverían a encontrarse en Lima y establecerían una franca amistad bajo el amparo de la fraternidad masónica.

Hablemos ahora del enfrentamiento con Roosevelt, el presidente de EE.UU. que preconizó una política expansionista contra América Latina y que, incitando el separatismo de los comerciantes panameños contra Colombia, creó un país a la medida de los intereses imperiales y proclamó: “Yo tomé Panamá”.

En 1909, una agresión norteamericana contra Nicaragua provocó un clamor internacional. Rubén Darío, preocupado por la situación de su patria lejana, escribió en el Paris Journal:

“Hay en este momento en América Central un pequeño Estado que no pide más que desarrollar, en la paz y el orden, su industria y su comercio; que no quiere más que conservar su modesto lugar al sol y continuar su destino, con la seguridad de que, no habiendo cometido injusticia hacia nadie, no será blanco de represalias de nadie. Pero una revolución lo paraliza y debilita.  Esta revolución está fomentada por una gran nación. Esta nación es la República de los Estados Unidos. Y Nicaragua nada ha hecho que pueda justificar su política.  Más bien se encontraba segura, si no de su protección, al menos de su neutralidad, en virtud del tratado y de las conferencias firmadas en Washington en diciembre de 1907.

Pregunto, pues, a míster Roosevelt si, en nombre de sus principios, él no ve allí una doble violación, una doble abjuración de esa moral internacional que él defiende y preconiza… Si él califica de ‘crimen contra la humanidad’ una guerra injusta, ¿qué nombre daría a los que suscitan y alimentan una guerra civil?”.

Así, con sus actos y palabras, Darío alcanzó paralelamente la gloria literaria y los laureles de la dignidad patriótica. Por todo lo expuesto, es absolutamente justo que su país natal lo haya proclamado héroe nacional y lo haya colocado como símbolo de su recuperada dignidad.

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