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sábado, 20 de febrero de 2016

Los patólogos del progresismo

El análisis dicotómico para abordar la política de América Latina y el Caribe, nunca ha funcionado. Algunos analistas, pretenden evaluar con una taxonomía rígida, el ciclo de cambios que han impulsado los  gobiernos progresistas.

José Fortique / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

Dentro de las hipótesis, se anuncia el final del ciclo, pretendiendo homogeneizar en una periodización única, iniciativas totalmente dispares. La región comparte desde lo histórico tramas comunes. Sin embargo, las diferencias económicas iniciaron desde la propia colonia, con la dinámica heterodoxa de los espacios periféricos.

El segundo supuesto, coloca como único rostro del progresismo a los partidos políticos, que por vía electoral accedieron al gobierno. Así, dislocando la gobernanza con los movimientos sociales, se bosqueja una tensión; con la clásica versión de lo constituyente vs lo constituido. El tercer supuesto que se puede extraer, consiste en enumerar corrientes de ultra-izquierda e izquierda. Precisamente, es todo un malabarismo argumentativo, que simplificado comprime la realidad entre partidarios de los gobiernos progresistas o los críticos descarnados.

El debate político para los latinoamericanos, ha sido permeado por la modernidad europea desde la colonia. La pregunta  por los referentes de la izquierda, no es fatua ni simple, ¿Existe una izquierda latinoamericana?- La historia de las repúblicas aéreas del Siglo XIX,  encubre el rostro de la América insumisa, que tempranamente se abrió paso desde los quilombos y la resistencia indígena. Son pocos los blancos criollos que comprendieron la complejidad del racismo inoculado por la colonia. La revuelta de los mantuanos terminó engranándose a la transición hegemónica de las metrópolis; impidiendo la gestación de repúblicas mestizas.

La cartografía imperial pasó desde los británicos hasta el destino manifiesto y la doctrina Monroe. El Consenso de Washington, ratificó la lógica reproductora de las élites locales. Con las repúblicas criollas sobrevinieron Estados restringidos en su capacidad soberana, sometidos por las férreas dictaduras militar, la intervención directa de los Estados Unidos o hipotecados bajo democracias representativas, con deudas altísimas destinadas a aliviar las crisis de la acumulación del capital.     

Los gobiernos progresistas aparecieron sobre la ruina del Siglo XX. Al mismo tiempo que la Revolución Cubana triunfaba, el efecto dominó se estancaba en otros países. La lucha armada culminó para algunos con derrotas militares y, la consecuente desmovilización de la izquierda. Los outsiders como Chávez en Venezuela, fueron el producto de asonadas militares atípicas al revisar los antecedentes de las Fuerzas Armadas; su propuesta se centró en el bolivarianismo. En el caso de Evo Morales, forjó su liderazgo en el sector cocalero, combinando las luchas campesinas e indígenas. En Ecuador, Rafael Correa supo capitalizar la crisis de gobernabilidad, para posicionar su movimiento Alianza País.

El neoliberalismo encontró resistencia en la región ante este ciclo de cambios. Algunas características definen a grandes rasgos la  política de estos gobiernos: el gasto público con énfasis en la inversión social (programas asistencialistas) y, la creación de espacios multilaterales o de regionalismo autonómico. Aunque declarados anticapitalistas algunos, la dependencia de las materias primas y la volatilidad financiera, los ha encontrado en escenarios diferentes, sufriendo el mayor desgaste los gobiernos de Brasil y Venezuela.

Mariátegui con voz crítica, advertía la necesidad de un análisis nacional sin obviar la dinámica mundial. De este modo, el desgaste del progresismo no evita la languidez del capitalismo y, la redefinición de las hegemonías. ¿Fin de un ciclo?, no tiene sentido la reflexión sobre la izquierda si se reduce al campo de los epitafios, afortunadamente los analistas no han agotado todas las respuestas.  

@jfortique

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