El análisis dicotómico para
abordar la política de América Latina y el Caribe, nunca ha funcionado. Algunos
analistas, pretenden evaluar con una taxonomía
rígida, el ciclo de cambios que han impulsado los gobiernos progresistas.
José Fortique / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas,
Venezuela
Dentro de las hipótesis, se
anuncia el final del ciclo, pretendiendo homogeneizar en una periodización
única, iniciativas totalmente dispares. La región comparte desde lo histórico
tramas comunes. Sin embargo, las diferencias económicas iniciaron desde la
propia colonia, con la dinámica heterodoxa de los espacios periféricos.
El segundo supuesto, coloca como
único rostro del progresismo a los partidos políticos, que por vía electoral
accedieron al gobierno. Así, dislocando la gobernanza con los movimientos
sociales, se bosqueja una tensión; con la clásica versión de lo constituyente
vs lo constituido. El tercer supuesto que se puede extraer, consiste en
enumerar corrientes de ultra-izquierda e izquierda. Precisamente, es todo un
malabarismo argumentativo, que simplificado comprime la realidad entre
partidarios de los gobiernos progresistas o los críticos descarnados.
El debate político para los
latinoamericanos, ha sido permeado por la modernidad europea desde la colonia.
La pregunta por los referentes de la izquierda, no es fatua ni simple,
¿Existe una izquierda latinoamericana?- La historia de las repúblicas aéreas
del Siglo XIX, encubre el rostro de la América insumisa, que
tempranamente se abrió paso desde los quilombos y la resistencia
indígena. Son pocos los blancos criollos que comprendieron la complejidad del
racismo inoculado por la colonia. La revuelta de los mantuanos terminó
engranándose a la transición hegemónica de las metrópolis; impidiendo la
gestación de repúblicas mestizas.
La cartografía imperial pasó
desde los británicos hasta el destino manifiesto y la doctrina Monroe.
El Consenso de Washington, ratificó la lógica reproductora de las élites
locales. Con las repúblicas criollas sobrevinieron Estados restringidos en su
capacidad soberana, sometidos por las férreas dictaduras militar, la intervención
directa de los Estados Unidos o hipotecados bajo democracias representativas,
con deudas altísimas destinadas a aliviar las crisis de la acumulación del
capital.
Los gobiernos progresistas
aparecieron sobre la ruina del Siglo XX. Al mismo tiempo que la Revolución
Cubana triunfaba, el efecto dominó se estancaba en otros países. La
lucha armada culminó para algunos con derrotas militares y, la consecuente
desmovilización de la izquierda. Los outsiders como Chávez en Venezuela, fueron
el producto de asonadas militares atípicas al revisar los antecedentes de las
Fuerzas Armadas; su propuesta se centró en el bolivarianismo. En el caso
de Evo Morales, forjó su liderazgo en el sector cocalero, combinando las luchas
campesinas e indígenas. En Ecuador, Rafael Correa supo capitalizar la crisis de
gobernabilidad, para posicionar su movimiento Alianza País.
El neoliberalismo encontró
resistencia en la región ante este ciclo de cambios. Algunas características
definen a grandes rasgos la política de estos gobiernos: el gasto público
con énfasis en la inversión social (programas asistencialistas) y, la creación
de espacios multilaterales o de regionalismo autonómico. Aunque declarados
anticapitalistas algunos, la dependencia de las materias primas y la volatilidad
financiera, los ha encontrado en escenarios diferentes, sufriendo el mayor
desgaste los gobiernos de Brasil y Venezuela.
Mariátegui con voz crítica,
advertía la necesidad de un análisis nacional sin obviar la dinámica mundial.
De este modo, el desgaste del progresismo no evita la languidez del capitalismo
y, la redefinición de las hegemonías. ¿Fin de un ciclo?, no tiene sentido la
reflexión sobre la izquierda si se reduce al campo de los epitafios,
afortunadamente los analistas no han agotado todas las respuestas.
@jfortique
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