Berta
Cáceres no descansará en paz. Es lo que menos hubiera deseado. Agítese entre el
pobrerío, eríjase en estandarte del pueblo. La efervescencia es su lugar.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Berta Cáceres. |
Berta
Cáceres, dirigente indígena ambientalista y feminista ha sido asesinada en
Honduras. Ella misma denunció pública y repetidamente, antes de ser asesinada,
las amenazas de muerte de la que era objeto junto a dirigentes de su entorno
inmediato, y señaló a quienes consideraba que eran los culpables: el Ejército,
la policía y el presidente de Honduras, al que llamó vendepatria, el mismo que
el jueves 3 de marzo salió a rasgarse las vestiduras por el asesinato en
conferencia de prensa.
El
asesinato de Berta Cáceres se perpetra en el marco de un continuado ambiente de
represión e inseguridad que prevalece en Honduras desde el golpe de Estado
llevado a cabo por la oligarquía hondureña, con la aquiescencia del gobierno de
los Estados Unidos, en el año 2009. Desde entonces, el movimiento popular no ha
conocido sino la represión continua como castigo por la osadía de haber apoyado
al gobierno de Manuel Zelaya.
El
terror es la principal estrategia de dominación social utilizada en el
Triángulo Norte centroamericano durante la segunda mitad del siglo XX hasta
nuestros días. Su máxima expresión fue la guerra represiva contraisurgente
pero, una vez cerrada esa etapa a finales del siglo XX, se ha pasado a un nuevo
nivel que implica alianzas entre grupos de la clase dominante, específicamente
nuevos ricos nacidos de los negocios asociados con la guerra de décadas
pasadas, bandas de paramilitares vinculadas a los ejércitos, nuevas expresiones
de crimen organizado asociados al tráfico de drogas, el contrabando y otros
negocios, y las bandas juveniles conocidas como maras, que usualmente juegan el
papel de ejecutores de actos como el que hoy lamentamos.
Este
enorme aparato tiene poder omnímodo y goza de impunidad. Paraliza a la
población a través del miedo, la obliga a renunciar a su vida pública, inhibe
su organización y mantiene en vilo su vida. Los efectos de su actividad cubren
toda actividad social, la marca y la orienta. Conspicuos representantes suyos
llegan al poder del aparato de Estado, como en Guatemala con el caso del
presidente Otto Pérez Molina y su vicepresidenta Roxana Baldetti, presos en la
actualidad sindicados de organizar una banda de defraudadores al fisco en las
aduanas.
Los cabecillas
y organizadores de estas redes del terror mafiosas depredan el erario público,
pero también participan de grandes negocios en los que, sin embargo, como
siempre ha sucedido con nuestras clases dominantes, participan como socios
menores con grandes capitales internacionales y transnacionales.
Berta
Cáceres, con su actividad de denuncia y oposición a estos grandes intereses
económicos, puso la pica en Flandes y se ganó su odio eterno. El resultado es
este, la muerte emboscada en una vivienda sola, sin protección, en donde Berta
pasaba la noche. Hay que llamarles cobardes, pero no por ello dejar de entender
que los asesinos materiales no son más que instrumento de una enorme maquinaria
puesta en marcha para amasar grandes capitales.
En estos
países centroamericanos, el neoliberalismo depredador se instaura de esta
manera, despojándose de todo artificio y dejando a la luz del día la maquinaria
que, en otras partes, se cubre de oropeles para despistar. No hay nada que se
le oponga que no sea atropellado. No hay nada que le sea respetable, atendible
o sagrado. En el último tiempo, Berta Cáceres defendía un río que es central en
la cosmovisión de los Lencas hondureños, pero eso no hace sino causar risa en
quienes solo atienden a los llamados de la codicia.
Berta
Cáceres no descansará en paz. Es lo que menos hubiera deseado. Agítese entre el
pobrerío, eríjase en estandarte del pueblo. La efervescencia es su lugar.
Gracias por tan contundente texto Rafael. Justicia para Berta! Lucha para Centroamérica!
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