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sábado, 19 de marzo de 2016

Obama en Cuba antiimperialista

Si América Latina ha sido considerada por Washington como su patio trasero, el Caribe ha sido considerado por el gobierno estadounidense casi como una posesión colonial. Por ello la visita de Obama, buena para su país y para Cuba, no está exenta de esta vocación imperialista.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

El 21 y 22 de marzo de 2016, el presidente Barack Obama visitará Cuba. Es un hecho histórico porque  implica un paso más en la normalización de las relaciones entre la isla y el imperio estadounidense. No hay que equivocarse con el sentido de esta visita. Es solamente  una adecuación a las circunstancias actuales  de  la política imperialista de los Estados Unidos de América,  con respecto a Latinoamérica y con respecto a Cuba en particular. Llama la atención que en la reanudación de las relaciones entre ambos países y aún en el cese del embargo, incluso el ultraderechista Donald Trump esté de acuerdo. Terminada la guerra fría, Washington ha tardado mucho en desideologizar las relaciones con La Habana porque ha tenido en la extrema derecha republicana y cubana en Miami una férrea oposición.

Así las cosas, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países y la visita de Obama es un signo de los tiempos y una derrota para el fundamentalismo anticomunista de un sector de los cubanos asentados en Miami. No ha sido poca cosa la influencia de este sector en la política interior de los Estados Unidos en tanto que  han sido un factor muy importante en el voto en Florida, lo cual resulta decisivo cuando las elecciones presidenciales se tornan reñidas como sucedió en la contienda entre Al Gore y George Bush en 2000.

Obama ha expresado de manera clara la agenda del imperio. Restablece las relaciones con Cuba y espera que el embargo sea levantado en la próxima presidencia, independientemente de que el ocupante de la Casa Blanca sea demócrata o republicano. Saldrá de Cuba hacia Argentina donde abrazará al presidente de la restauración neoliberal en Argentina, Mauricio Macri,  a cuyo gobierno ha elogiado. Más aún,  ha deplorado que  la anterior presidenta Cristina Fernández se haya quedado atrapada en el discurso de “los setenta y ochenta” al reivindicar una independencia frente a Estados Unidos de América. Obama también ha extendido un año más la absurda disposición de que Venezuela es una amenaza para Estados Unidos y ha expresado esperanzas de que pronto haya un cambio de gobierno, es decir que la derecha venezolana retome el control del gobierno en ese país.

La última vez que un presidente estadounidense estuvo en Cuba fue en 1928 cuando Calvin Coolidge le estrechó la mano al “asno con garras”, el dictador Gerardo Machado. Eran los años de la Enmienda Platt que estipulaba que los Estados Unidos de América podía intervenir unilateralmente en los asuntos internos de Cuba. Si América Latina ha sido considerada por Washington como su patio trasero, el Caribe ha sido considerado por el gobierno estadounidense casi como una posesión colonial. Por ello la visita de Obama, buena para su país y para Cuba, no está exenta de esta vocación imperialista.

Conviene recordarlo y repetir con Martí lo que dijo en su carta póstuma a su amigo mexicano Manuel Mercado: que la independencia de Cuba sería un freno para las intenciones de Estados Unidos de América para todas las Américas.

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