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sábado, 23 de abril de 2016

La larga lucha por la liberación de nuestra América

Hoy, la tensión entre imperialismo y liberación una vez más pone en jaque a la democracia que, quizás todavía precaria y frágil, ha venido siendo labrada en nuestros países tras el final de las dictaduras militares del último cuarto del siglo XX.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

“La colonia continuó viviendo en la república”.
José Martí (Nuestra América)

Una estampa de la restauración neoliberal.
En 1979, Pablo González Casanova publicó la primera edición de una obra que llegaría a convertirse en un clásico del pensamiento crítico latinoamericano: Imperialismo y liberación. Una introducción a la historia contemporánea de América Latina. En su libro, el intelectual mexicano sostiene que el gran protagonista de la historia de nuestra región son las masas organizadas, los pueblos en movimiento, en su persistente combate contra las diversas formas de opresión y dominación, persiguiendo el ideal de la liberación de los pueblos latinoamericanos, aún en medio de las más duras y adversas circunstancias que hacen de aquel un objetivo esquivo pero siempre necesario.

Ante la historia hegemónica que otorga el protagonismo a los poderosos, y de manera particular ante la expansión de sistema capitalista y del imperialismo estadounidense, que procuran conquistar América Latina sin escatimar esfuerzos y estratagemas, González Casanova revindica esa otra historia de “luchas de resistencia y liberación, en que las masas pugnan por no ser sometidas ni explotadas, o por romper los lazos que las atan”; historia de triunfos y derrotas, de avances y retrocesos, de alianzas y traiciones, en la que “la búsqueda de la independencia es brutalmente impedida o aprovechada por las oligarquías y las burguesías” para imponer su dominio; y en definitiva, la historia de liberación de aquellos que entraron como “tribus, cimarrones, pueblos, plebe de las ciudades, fraternidades de artesanos, partidos, sindicatos, ligas campesinas, asociaciones estudiantiles, asociaciones de inquilinos o usuarios, órganos de poder popular, montoneras y guerrillas, con líderes, héroes e intelectuales, de letras armadas y desarmadas”.

Han pasado los años, pero vistas las actuales circunstancias a las que nos enfrentamos –especialmente en Venezuela, Argentina y Brasil-, así como las amenazas y desafíos enormes que nos emplazan en la conflictiva relación con los Estados Unidos, aquella interpretación general del devenir de nuestra América que propusiera González Casanova acaso está más vigente que nunca.

Hoy, la tensión entre imperialismo y liberación una vez más pone en jaque a la democracia que, quizás todavía precaria y frágil, ha venido siendo labrada en nuestros países tras el final de las dictaduras militares del último cuarto del siglo XX. La lucha por la construcción de sociedades más democráticas, más justas, más inclusivas, sigue siendo la gran tarea de los pueblos de nuestra América. Una lucha larga, irrenunciable, por la que, como decía la Segunda Declaración de La Habana, “ya han muerto más de una vez” los pobres, los explotados, los vilipendiados.

En la actual coyuntura, asistimos a una encrucijada entre dominación y liberación, entre la barbarie fascista de la restauración neoliberal y la búsqueda del socialismo nuestroamericano entendido como democracia sin fin. No podemos confundirnos en nuestras opciones ni equivocar los caminos. Las batallas múltiples y diversas por segunda y definitiva independencia de América Latina, como horizonte utópico de nuestros pueblos, reclaman de toda nuestra solidaridad y del combate en cada espacio a nuestro alcance: en las calles, los campos, las fábricas o desde la trinchera de las ideas.

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