Hoy, la tensión entre
imperialismo y liberación una vez más pone en jaque a la democracia que, quizás
todavía precaria y frágil, ha venido siendo labrada en nuestros países tras el
final de las dictaduras militares del último cuarto del siglo XX.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
“La colonia continuó
viviendo en la república”.
José Martí (Nuestra América)
Una estampa de la restauración neoliberal. |
En 1979, Pablo
González Casanova publicó la primera edición de una obra que llegaría a convertirse
en un clásico del pensamiento crítico latinoamericano: Imperialismo y liberación. Una introducción a la historia contemporánea
de América Latina. En su libro, el intelectual mexicano sostiene que el
gran protagonista de la historia de nuestra región son las masas organizadas,
los pueblos en movimiento, en su persistente combate contra las diversas formas
de opresión y dominación, persiguiendo el ideal de la liberación de los pueblos
latinoamericanos, aún en medio de las más duras y adversas circunstancias que
hacen de aquel un objetivo esquivo pero siempre necesario.
Ante la historia
hegemónica que otorga el protagonismo a los poderosos, y de manera particular
ante la expansión de sistema capitalista y del imperialismo estadounidense, que
procuran conquistar América Latina sin escatimar esfuerzos y estratagemas,
González Casanova revindica esa otra
historia de “luchas de resistencia y liberación, en que las masas pugnan
por no ser sometidas ni explotadas, o por romper los lazos que las atan”; historia
de triunfos y derrotas, de avances y retrocesos, de alianzas y traiciones, en
la que “la búsqueda de la independencia es brutalmente impedida o aprovechada
por las oligarquías y las burguesías” para imponer su dominio; y en definitiva,
la historia de liberación de aquellos que entraron como “tribus, cimarrones,
pueblos, plebe de las ciudades, fraternidades de artesanos, partidos,
sindicatos, ligas campesinas, asociaciones estudiantiles, asociaciones de
inquilinos o usuarios, órganos de poder popular, montoneras y guerrillas, con líderes, héroes e intelectuales, de letras armadas y desarmadas”.
Han pasado los años,
pero vistas las actuales circunstancias a las que nos enfrentamos
–especialmente en Venezuela, Argentina y Brasil-, así como las amenazas y desafíos
enormes que nos emplazan en la conflictiva relación con los Estados Unidos, aquella
interpretación general del devenir de nuestra América que propusiera González
Casanova acaso está más vigente que nunca.
Hoy, la tensión entre
imperialismo y liberación una vez más pone en jaque a la democracia que, quizás
todavía precaria y frágil, ha venido siendo labrada en nuestros países tras el
final de las dictaduras militares del último cuarto del siglo XX. La lucha por
la construcción de sociedades más democráticas, más justas, más inclusivas, sigue
siendo la gran tarea de los pueblos de nuestra América. Una lucha larga,
irrenunciable, por la que, como decía la Segunda
Declaración de La Habana, “ya han muerto más de una vez” los pobres, los
explotados, los vilipendiados.
En la actual
coyuntura, asistimos a una encrucijada entre dominación y liberación, entre la
barbarie fascista de la restauración neoliberal y la búsqueda del socialismo
nuestroamericano entendido como democracia
sin fin. No podemos confundirnos en nuestras opciones ni equivocar los
caminos. Las batallas múltiples y diversas por segunda y definitiva independencia de América Latina, como
horizonte utópico de nuestros pueblos, reclaman de toda nuestra solidaridad y del
combate en cada espacio a nuestro alcance: en las calles, los campos, las
fábricas o desde la trinchera de las ideas.
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