Dos de los ejércitos más poderosos de la historia, salidos de Europa con
ambiciones de conquista, fracasaron estrepitosamente a las puertas de Moscú. Es
de esperar que los generales norteamericanos y cualquiera que sea el nuevo
administrador de la Casa Blanca se tomen un tiempo para estudiar la historia y
no cometer el mismo desatino.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Pese a que la URSS había desaparecido en 1991, el primer
presidente ruso de la nueva era, Boris Yeltsin, dio continuidad a las políticas
iniciadas por su antecesor soviético Mijail Gorbachov en materia de
acercamiento a Occidente, llegando a firmar en 1993, los tratados START II, que
suponía la reducción del arsenal nuclear, los submarinos nucleares y los
misiles de largo alcance. Sin embargo, la Duma (poder legislativo ruso) se negó
a ratificar tales acuerdos firmados por el presidente, entre otras cosas por la
discrepancia de los parlamentarios con ciertas concesiones hechas por el
gobierno ruso, pero sobre todo por su oposición a la política estadounidense de
expandir la OTAN hacia el este, lo cual era claramente considerado como
ofensivo a la integridad territorial rusa y peligroso para su soberanía. De esa
manera, fue patente desde el primer momento en que Rusia comenzaba su andadura
por el escenario internacional al margen de la Unión Soviética, que los
representantes del pueblo, expusieran su rechazo a esta política.
Sin embargo, para Rusia siempre estuvo claro que era
importante fortalecer sus relaciones con Europa, a la que consideraban un
espacio natural para avanzar en la creación de mecanismos de integración
mutuamente ventajosos. Por ello, hizo esfuerzos para insertarse en las
organizaciones multilaterales existentes en el Viejo Continente. En 1994 se
firmó el Tratado de Asociación y Cooperación entre Rusia y la Unión Europea que
entró en vigencia en 1997. Vale recordar que en todo momento, el gobierno ruso
hizo ver a sus pares europeos, la inconveniencia de intentar una expansión de
la OTAN hacia el este, mientras buscaba una participación más activa en la
Organización para la Seguridad y la
Cooperación Europea (OSCE), que había sido creada en 1994.
A pesar del reconocimiento ruso a la influencia de
Estados Unidos en Europa, en el trasfondo tenía una gran preocupación por el
incremento de la subordinación europea a Estados Unidos en un momento en que la
política exterior estadounidense apuntaba a la construcción de un sistema
internacional unipolar, bajo hegemonía de Washington, cuya mayor expresión fue
la intervención militar de la OTAN en Yugoslavia.
Todo esto fue posible en el marco de un gobierno
extremadamente débil en Rusia, que supuso que su acercamiento a Europa, la
introducción del capitalismo y la instauración de una democracia de corte
occidental, iba a ser garantía de respeto de Occidente a la integridad
territorial rusa y a las decisiones soberanas que tomaran en el desarrollo de
una política independiente. Lamentablemente la historia, -como casi siempre
ocurre- le hizo pagar caro su error. Es posible que nunca antes, Rusia haya
estado en una situación de tanta debilidad respecto de sus pares, que incluso
la sometieron a situaciones verdaderamente inaceptables para un país que
durante siglos había sido una potencia mundial.
Aunque en materia de política exterior se comenzaron a
manifestar algunos cambios a partir de 1996, cuando Evgeny Primakov, se hizo
cargo del ministerio de relaciones exteriores y promovió una política alineada
con la defensa de los intereses rusos en su entorno inmediato a fin de
garantizar un anillo de seguridad para su país respecto de las ambiciones
expansionistas de Occidente, la verdadera transformación ocurrió con la llegada
del presidente Vladimir Putin al poder en el año 2000, cuando se propuso
elaborar una estrategia que llevara a su país a un proceso de estabilidad
política y económica que lo condujera a garantizar la defensa de sus intereses
en materia internacional y retomar un papel protagónico en ese escenario. Esta
mutación es la que Estados Unidos pareciera no querer aceptar.
Para ello, como es habitual en su política exterior ha recurrido
a diversos expedientes, desde dar opiniones injerencistas respecto al
desarrollo del proceso eleccionario ruso, intentos de debilitamiento de su
economía, campañas mediáticas para desprestigiar a sus dirigentes, sanciones
económicas y comerciales, intervenciones militares y de sus agencias de
seguridad en países del entorno, hasta la promoción de un golpe de Estado en
Ucrania y la desestabilización de Siria e Irán tradicionales aliados de Moscú.
Pero, lo que ha “rebasado el vaso” es el despliegue de un escudo anti misiles
en países fronterizos con Rusia, aduciendo el peligro que podría significar el
desarrollo de su programa de defensa…e incluso del de Irán. Estados Unidos y sus aliados han emplazado
una cantidad de armamento espacial, de tierra, mar y aire que rompen el
equilibrio militar en la región.
Sin embargo, todo esto no es más que subterfugios para
justificar una presencia mayor de Estados Unidos en los países europeos
militarmente ocupados por la potencia norteamericana a través de la OTAN, una
fuerza siempre comandada por un general enviado desde el Pentágono.
Precisamente el nuevo Jefe militar de la OTAN, General Curtiss Scaparrotti, al
asumir su nuevo cargo en abril pasado, manifestó que esa alianza se enfrenta a
un "resurgimiento de Rusia tratando de proyectarse como una potencia
mundial".
No obstante, subyace la necesidad permanente de Estados
Unidos de estar inventando enemigos que expliquen su gigantesco gasto militar
para justificar los ingresos del Complejo Militar Industrial principal soporte
de su economía y verdadero gobierno en las sombras a partir de su alianza con
el sistema financiero. De ahí que el presidente Obama haya sido catalogado por
el prestigiado filósofo, escritor y profesor de la Universidad de Princeton,
Cornel West, como “La mascota negra de Wall Street”.
No hay ningún elemento que pueda argumentar en torno a
una supuesta voluntad agresiva de Rusia. El pasado 31 de diciembre, el
presidente Vladimir Putin promulgó un documento elaborado por el Consejo de
Seguridad de Rusia en el que se esboza la nueva estrategia de seguridad de su
país. Las amenazas sobre las cuales se construyen las hipótesis de conflicto
que establecen los parámetros del comportamiento estratégico operacional de las
Fuerzas Armadas, son la lucha contra “el radicalismo y la amenaza terrorista”
así como los conflictos derivados del desequilibro económico mundial que podrían inducir nuevas crisis
financieras.
En materia de definiciones doctrinarias el documento
establece que la prioridad de Rusia es "afianzar el estatus de una
potencia mundial líder, cuya actividad se dirige a mantener la estabilidad
estratégica y relaciones de socios mutuamente beneficiosas en condiciones de un
mundo policéntrico. Al contrario del discurso belicista y anti ruso del General
Scaparrotti, Rusia propone un "fortalecimiento de la cooperación
mutuamente beneficiosa con la Unión Europea" y una "colaboración de
pleno valor con Estados Unidos en base a intereses comunes, incluso en el
ámbito económico".
Empero, dando continuidad a su tradicional política de
defensa de la soberanía, ya enunciada por la Duma en 1993 para rechazar la
anhelada ambición de Estados Unidos de extender la OTAN hacia el este, el
documento alerta que el incremento del potencial de la alianza militar occidental
y la auto atribución de responsabilidades globales que violan el derecho
internacional constituye una amenaza inaceptable para la seguridad nacional de
Rusia.
Dos de los ejércitos más poderosos de la historia,
salidos de Europa con ambiciones de conquista, fracasaron estrepitosamente a
las puertas de Moscú: Napoleón Bonaparte en 1812 y Adolfo Hitler en 1941
sufrieron aplastantes derrotas tratado de invadir Rusia para derrotarla y
humillarla. Es de esperar que los generales norteamericanos y cualquiera que
sea el nuevo administrador de la Casa Blanca se tomen un tiempo para estudiar
la historia y no cometer el mismo desatino.
Me parece de mucho sentido común este comentario, en épocas donde se quiere implantar a rajatablas el consumismo de los capitalistas, y si no estás a favor, eres ya su enemigo. Rusia siempre ha sido un país con su propia historia e independiente de las decisiones de occidente, es de los pocos países donde los gringos no han podido entrar y salir a la hora que les da la gana, por eso el disgusto. Que pena que la Unión Europea esté ciega, sorda y muda; por lo menos latinoamérica tiene la excusa de la ignorancia.
ResponderEliminarNo debemos permitir que los gobiernos de izquierda sean derribados acusados de malos líderes, es momento de organizarnos a nivel mundial y presionar donde más les duele: sus empresas.
He dicho,